Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de octubre de 2011 Num: 865

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Ana Thiel: sobre todo
la vida

Ingrid Suckaer

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

La reseña crítica en la mira
David Hernández Meza

Efrén Rebolledo o el
lujo de la lujuria

Enrique Héctor González

Adolfo Sánchez Vázquez: rebelión, antifascismo
y enseñanza

Stefan Gandler

El último gran marxista
de Hispanoamérica

Gabriel Vargas Lozano

Leer

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Felipe Garrido

Isidro

A las cuatro de la tarde salimos para Ixcotla, a orillas de un arroyo cuyas aguas, dicen, tienen virtudes. Empezaba a caer la tarde cuando llegamos a la casa de mi tío, el viejo Isidro. Tenía en ese tiempo más de ochenta años, pero caminaba erguido y se movía con agilidad; parecía un hombre de cincuenta, dijo Martina. Tenía su casa limpia, como nueva, y eso era en verdad notable porque vivía solo. En el patio había media docena de colmenas. Mi tío era rico, tenía otras propiedades, pero vivía solo, ya le dije. Su esposa había muerto y sus dos hijas estaban casadas. Era maestro de náhuatl y hablaba en español como si usara esa lengua, con un estilo poético, lleno de figuras. Desde la azotea vimos bajar el sol. “¿No se siente mal, tío Isidro –le preguntó Martina, que no sabe quedarse callada–, con tanta soledad? “No, niña, si somos tres –contestó el viejo, que había bajado sin ayuda–. Estoy yo, y a veces mi ángel bueno, y siempre mi ángel malo.”