Opinión
Ver día anteriorDomingo 25 de septiembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Jazz

Freddy Marichal y Heberto Castillo

C

orrían los mejores días del trío 3.1416. Todo mundo hablaba de su frescura, su muy depurada técnica y su innovadora manera de abordar el jazz. Era 1965, los músicos abordan un autobús para tocar en Córdoba, Veracruz; en la recta de Tehuacán el chofer se queda dormido y se estrella contra un camión materialista. Fernando Sánchez Madrid (contrabajo) sale ileso, Juan José Calatayud (piano) se rompe la columna vertebral y queda hemipléjico, Alfredo Farid Marichal (batería) pierde una pierna.

El trío se desintegró después de la tragedia, pero el jazz siguió sonando. Los tres se instalaron en el piano. Calatayud fue figura central de nuestra escena hasta 2003, año de su fallecimiento. Sánchez Madrid continúa como pianista estelar del Crowne Plaza en Tlalnepantla (Sor Juana Inés de la Cruz y Fulton, centro); el maestro se presenta de lunes a viernes, de 18:30 a 22:30 horas; Freddy Marichal llevaba un muy buen ritmo de trabajo al frente de su grupo, Las Nuevas Relaciones (cinco discos compactos lo documentan), hasta hace tres semanas, cuando tuvo que ser hospitalizado.

Tras 46 años de usar la prótesis, las vértebras del maestro empezaron a comprimirse. A principios de agosto pasado estuve en su casa recogiendo información para un nuevo libro y era ya notoria su enorme dificultad para caminar. A mediados del mismo mes, perdió totalmente la movilidad de la cintura y los brazos; las piernas no respondían y Freddy tuvo que ser hospitalizado de emergencia.

Por fortuna (y por la enorme fuerza interior del pianista), el 10 de septiembre fue dado de alta para que desde su casa continúe con una serie de estudios que permitan llegar a un diagnóstico final. Hasta entonces, el reposo es absoluto. No obstante, el maestro nos platica con optimismo que a principios de 2012 iniciará un nuevo proyecto para cuarteto de jazz y orquesta (cuerdas y metales), que ya tiene escritos los nuevos temas y trabaja en los arreglos. Eso es… vitalidad.

Heberto Castillo y Heberto Castillo

Pianista de jazz y político perredista (ex delegado en Coyoacán), Heberto Castillo tiene listo un nuevo y muy interesante disco: Vivencias, inspirado y basado en los textos de Si te agarran te van a matar, uno de los mejores libros de su señor padre, el ingeniero Heberto Castillo. En el booklet del disco se puede leer: “Pocos instantes después de su publicación, sin titubeos, con la inmediatez de su propia naturaleza, Si te agarran te van a matar se convertía en un clásico de la literatura testimonial mexicana”.

Para entonces, el ingeniero Heberto Castillo había publicado varios libros sobre teorías estructurales y políticas; pero éste era algo muy especial… en la intimidad de sus páginas, el autor nos tomaba de la mano y nos llevaba por las diferentes rutas de sus recuerdos, para compartir buena parte de su vida como líder y luchador social.

Si te agarran te van a matar se convirtió en un referente obligado, tema de reflexión y debate en los cafés y reuniones donde los veinteañeros amigos nos empeñábamos en arreglar el mundo, o en hacerlo al menos un poco más habitable.

Por todo ello, cuando nos encontramos con Vivencias, el nuevo disco de Heberto Castillo Juárez –hijo del ingeniero y jazzista irredento–, y nos damos cuenta que gira alrededor del entrañable volumen de memorias, la emoción se extiende.

En los núcleos de estas nueve composiciones, Heberto se sujeta a la ortodoxia y los cánones del jazz partiendo de trazos afables y conmovedores que dan luz, que ilustran los sucesos y pasajes de una epopeya protagonizada por su propia sangre.

Cada una de las piezas parte de un sencillo entramado que evoluciona en sus plataformas a la par de los buenos oficios de Enrique Valadez en el contrabajo y el excelente pulso que imprime Chalillo en cada pincelada. El sax alto de Alejandro Campos, invitado especial para este proyecto, va tomando vuelo conforme avanza el disco, hasta alcanzar los momentos cumbre que le hemos conocido apenas siempre.

Ya puestos a escoger, nos quedaríamos con Recuerdos, una suerte de vals a piano solo que maneja con maestría los difíciles códigos del silencio, o con Mejor la verdad, un huapango bluseado (o un blues ahuapangado), donde los ecos del son istmeño se dejan oír con discreción y elegancia. Aunque la unidad temática, por supuesto, hace que el disco se disfrute de principio a fin con igual intensidad. Salud.

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