Opinión
Ver día anteriorViernes 9 de septiembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Penultimátum

El diablo hace de las suyas en México

E

sta columna no tiene otro remedio que rendirse a las evidencias y reconocer lo que siempre creyó imposible: la presencia creciente del diablo en México. Varios acontecimientos lo demuestran. En primer término, la declaración del cardenal Norberto Rivera en el sentido de que la nueva matanza perpetrada en Monterrey por gente al servicio de los zetas fue un crimen diabólico. De esta forma el prelado corrige al licenciado Felipe Calderón que, en su ya acostumbrado pésame a la ciudadanía por hechos violentos que la afectan de manera directa, calificó lo de Monterrey de acto de terrorismo.

De que el chamuco anda suelto en México hay pruebas también en Tlaxcala. Según declaraciones de la jerarquía católica, en aquella entidad se cometen robos en las iglesias. No solamente del llamado arte sacro, sino de hostias consagradas para, presumiblemente, realizar actos satánicos, diabólicos. Según fuentes eclesiásticas de dicha entidad, las hostias son utilizadas para la profanación o bien en misas y magias negras. El robo más reciente e importante tuvo lugar en la capital del estado, en la iglesia de San Nicolasito, ubicada a una cuadra de la Secretaría de Seguridad Pública. Que se haya desafiado de esa manera a esta corporación revela que los ladrones cuentan con la protección del diablo. A ello debe agregarse el hecho de que en el último asalto también se llevaron un cáliz, que ni siquiera era de oro, pero sí de un metal que se puede vender donde compran este tipo de aleación. Para evitar más robos se piensa instalar un sistema de televigilancia en las 700 iglesias de Tlaxcala.

Otra muestra de la presencia del pata de cabra en México fue el pedido de la jerarquía católica de que la fuerza pública federal resguardara la reliquia de Juan Pablo II (una ampolleta con su sangre) durante su exhibición en la Catedral Metropolitana. No tanto para protegerla de la feligresía (que no acudió por miles a idolatrarla), sino por temor a que alguna organización diabólica (los zetas, los Caballeros Templarios o la Familia Michoacana) exigiera su diezmo a cambio de no llevársela y pedir luego rescate por ella.

Un hecho más que confirma que el diablo hace de las suyas entre nosotros es la propuesta del alcalde de Cancún, Julian Ricaldi: desmexicanizar esa ciudad para evitar que la imagen de violencia que sufre el país afecte el turismo. El edil dijo que “asuntos como las ejecuciones masivas, secuestros y el incendio del casino Royale en Monterrey, como noticias dan vuelta al mundo”. Por eso Ricaldi sugiere como necesidad impostergable que “la estrategia de promoción turística desvincule Cancún de México. La publicidad no debe decir visita México, sino visita Cancún”. Ya la estudian en la Secretaría de Turismo.