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Organismos y analistas piden impulso al desarrollo, no limosnas

Décadas de ayuda de emergencia no terminan con la hambruna en África
 
Periódico La Jornada
Lunes 29 de agosto de 2011, p. 25

Johannesburgo, 28 de agosto. Pese a los incontables millones de dólares en ayuda al desarrollo inyectados en pasadas décadas, la creciente población del cuerno de África vuelve a experimentar una masiva escasez de alimentos.

Etiopía, por ejemplo, ha experimentado un crecimiento poblacional que pasó de 31 millones en 1973 a más de 80 millones hoy día, según el Banco Mundial. Todo ello pese a su historia de sequías, hambre, enfermedades y guerra.

La pobreza genera crecimiento en la población, señala Adam Rogers, del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

La sequía es la causa inmediata de esta última crisis, pues ha provocado la destrucción de granjas y que los precios estén por las nubes. Pero los periodos de sequía en Occidente no provocan las mismas catástrofes humanas.

En Somalia y Etiopía, sequía es sinónimo de pena de muerte, de nuevo porque no se hace todo lo suficiente por incrementar el suministro de alimentos y mejorar las perspectivas económicas.

Muchas organizaciones humanitarias llevan aquí 40 años haciendo el mismo trabajo. No pueden decir que son útiles, critica la periodista holandesa Linda Polman, autora del libro War Games, The Story of Aid and War in Modern Times (Juegos de guerra, la historia de la ayuda y la guerra en la actualidad).

Según Polman, a menudo la ayuda sirve sólo para mantener viva a la gente.

La Organización de Naciones Unidas (ONU) coincide en que el cambio climático no puede ser la única causa de esta grave crisis, que ha situado a más de 12 millones de personas al borde de la hambruna.

Necesitamos que la ayuda humanitaria se vincule más a la reconstrucción y el desarrollo, admite Hafedh Chekir, del Fondo de Población de la ONU.

A menudo, señala Chekir, la ayuda de emergencia no se ve respaldada por proyectos a largo plazo que resuelvan los problemas esenciales. Por ejemplo, en las regiones más golpeadas por la escasez actual de alimentos, muchas niñas se casan demasiado jóvenes y sin tener acceso a ningún tipo de planificación familiar.

Para Luca Alinovi, el peor caso es Somalia. El director de la misión de la FAO en este país, que ha estado 20 años sumido en guerra civil, sostiene que la ausencia de un gobierno central hace que la inversión en agricultura sea mínima.

Los lugares que más sufren en estos países son también en los que menos se invierte en agricultura, afirma Alinovi.

Cuando la población crece, los países deben producir más alimentos o importarlos. Pero Alinovi advierte de los riesgos de confiar únicamente en la ayuda humanitaria o las importaciones: los mercados mundiales de alimentos son inestables y, con frecuencia, los precios aumentan. Al mismo tiempo, los presupuestos para la ayuda humanitaria también se revisan constantemente en los países occidentales afectados por la crisis económica. Y las limosnas de fuera dañan los mercados domésticos.

Según Polman, hay grupos religiosos –tanto entre donantes occidentales como entre receptores– que se oponen a programas de planificación familiar. Y las preocupaciones de países africanos sobre la intromisión extranjera en sus asuntos, como la reproducción, también generan tensiones políticas.