Editorial
Ver día anteriorJueves 11 de agosto de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Estragos económicos e irresponsabilidad
D

urante la presentación de un informe trimestral sobre la inflación, el gobernador del Banco de México (BdeM), Agustín Carstens, informó la decisión de la junta de gobierno de esa entidad de ajustar a la baja sus proyecciones de crecimiento económico para el presente año: de tal forma, el incremento estimado del producto interno bruto (PIB) para 2011, que el propio banco central ubicaba entre 4 y 5 por ciento, se colocaría, según el nuevo pronóstico, en un rango entre 3.8 y 4.8 por ciento.

Ese cambio en las expectativas macroeconómicas del BdeM contraviene las posturas optimistas del gabinete calderonista ante los barruntos de lo que parece ser, en el mejor de los casos, una desaceleración económica mundial, y en el peor, una nueva recesión mundial: debe recordarse que en días anteriores la Secretaría de Hacienda y Crédito Público rehusó modificar su propio pronóstico sobre crecimiento del PIB para el presente año, el cual se mantiene cercano a 5 por ciento. Por su parte, el pasado viernes, el titular de la Secretaría de Economía, Bruno Ferrari, afirmó que la economía nacional tiene la fortaleza para soportar cualquier embate procedente del exterior.

Ahora, sin embargo, los malos augurios sobre el escenario macroeconómico inmediato constituyen un signo contundente y preocupante de los estragos que tendrá en la economía de nuestro país el proceso de desaceleración que se configura en Estados Unidos: según estimaciones del propio banco central, la reducción comentada en las expectativas de crecimiento implicará dejar de crear 25 mil plazas laborales de las que se tenían previstas para este año, y esa disminución acentuará el déficit de empleo que arrastra el país desde hace décadas y que se agudiza como consecuencia del crecimiento demográfico y del reciente periodo de recesión económica.

La contracción del mercado laboral configura un círculo vicioso, en la medida en que impacta negativamente en el consumo de la población; afecta, de ese modo, a las empresas del país –sobre todo a las pequeñas y medianas– y las orilla, en consecuencia, a realizar más despidos.

El previsible agravamiento del panorama económico expuesto en el informe del BdeM exhibe, por lo demás, falta de responsabilidad en la conducción del país por parte del actual gobierno federal, el cual no ha sido capaz de llevar a la economía nacional a superar el estado de precariedad en que se encuentra: por el contrario, y a pesar de la manifiesta bancarrota en que se colocó el modelo neoliberal a raíz de la crisis de hace tres años, la actual administración ha decidido mantenerlo y profundizarlo mediante renovados intentos por privatizar la propiedad pública y la continuidad de una política fiscal injusta y regresiva. No se han dado, en cambio, acciones para revertir la vasta dependencia económica que México acusa con respecto a Estados Unidos, como la siempre postergada reactivación y fortalecimiento del mercado interno, el manejo eficiente del gasto público, la aplicación rigurosa del cobro de impuestos a las grandes fortunas y la puesta en marcha de mecanismos de protección a la economía de los más desprotegidos, que son quienes, por elementales razones, sufren en mayor medida las consecuencias de los ciclos de desaceleración y recesión.

En suma, ante la ausencia de elementos objetivos que justifiquen el optimismo del grupo en el poder en materia económica, resulta inevitable percibir tal actitud como una redición de los tristemente célebres pronósticos formulados hace tres años por el propio Carstens, y como una nueva demostración de la carencia de rumbo y de visión económica.