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De elecciones y de políticos
E

l 3 de julio se llevarán a cabo elecciones para gobernador en el estado de México y ante ese evento se celebró hace unos días un debate entre los candidatos. En él, entre otras cosas, se habló de educación, se debatió sobre educación. A la clase política le encanta hablar de eso, pero está claro que no sólo no tienen idea de lo que tendrían realmente que hacer, pues quedó patente que el candidato del PRI, Eruviel Ávila, no sólo está perdido, sino que es alguien que promete y promete sólo de dientes para afuera, en el mejor estilo priísta del siglo pasado, con la única intención de ganar votos para quedarse con el poder. Dijo, por ejemplo, que iba a crear 31 universidades. Eso no sólo es una mentira, sino que además es imposible. ¿Sabrá el señor que hacer una universidad –una sola– es dificilísimo, ya que necesita muchos profesores, instalaciones, investigación, para lo cual se requieren laboratorios, etcétera? Bueno, mexiquenses, no se dejen engañar; a ese señor, el día que sea gobernador, se le olvidará todo lo que prometió. Bien le contestó Encinas; ¿para que hacer 31 universidades?, mejor impulsar la Universidad Autónoma del Estado de México y hacerla crecer de veras. Más fácil, mejor y con grandes posibilidades de éxito.

En fin, a los políticos se les llena la boca cuando hablan de educación y poco hacen realmente por ella.

No creo que exista una persona que pudiera no considerar que la educación es el pilar fundamental en el cual debe descansar el futuro del país. Asimismo, creo que estamos todos de acuerdo en que la educación laica, de calidad y desde luego gratuita, desde el kínder hasta el doctorado, debe ser responsabilidad del Estado.

México desafortunadamente tiene un enorme rezago educativo, a pesar de que, según la OCDE, tiene uno de los porcentajes más altos de inversión en relación con el PIB (6.5 por ciento) y uno de los porcentajes más altos de inscritos en todos los niveles de educación, en relación con el total de la población. Desafortunadamente, también es cierto que la eficiencia terminal en primaria es de 91.7 por ciento, en secundaria de 78 por ciento, en bachillerato, 43 por ciento. La eficiencia terminal de estudiantes de licenciatura es de poco más de 10 por ciento, cuando se considera a éstos hasta la edad de 29 años. Por si fuera poco, de los países miembros de la OCDE, México ocupa el último lugar en las siguientes áreas: 1) conocimiento sobre ciencia, 2) ciencias de la Tierra y el espacio, e) ciencias de la vida, 4) capacidad de lectura, 5) matemáticas y 6) física. Pero además, también estamos por debajo de un rango de entre 16-20 países, que son sólo los socios de la OCDE. Para entender la dimensión y significado de esto, quiere decir que México está por debajo de casi 50 países cuyos estudiantes están mejor que los nuestros en estas seis áreas del conocimiento.

Además de esta desgracia, podemos preocuparnos por que el índice de corrupción mexicano es de 3.3 en una escala del cero al 10, donde 10 es cero corrupción y cero es total corrupción. En este índice tenemos una muy buena calificación, ocupamos de los primeros lugares. Gracias, señora Gordillo.

En resumen, pues, tenemos supuesta inversión alta en educación en relación con el PIB, baja eficiencia terminal y pésima calificación en las principales áreas del conocimiento, y una matrícula universitaria de las más bajas para las edades de 18 a 24 años, ya que sólo 26 por ciento están matriculados en educación superior. En comparación, Finlandia tiene una matrícula de 93 por ciento, seguida de Estados Unidos (82 por ciento), Suecia (79), España (67), Japón (57) y Turquía (35).

Sumándose a estas desgracias, resulta que a lo largo de los últimos 20 años se ha procurado expandir la educación privada, la cual en nuestra nación tiene un enfoque primordialmente lucrativo. A nivel de educación superior, cerca de 80 por ciento de los jóvenes matriculados están insertados en las carreras económico-administrativas, lo cual muestra que las carreras técnico-científicas no son atractivas para nuestros estudiantes universitarios, pues se ha promovido una idea mercantilista de la educación y su producto. La investigación científica no tiene cabida en las universidades privadas, lo cual se demuestra en que de los 17 mil y tantos miembros del Sistema Nacional de Investigadores sólo alrededor de 5 o 6 por ciento provienen de las universidades privadas.

En resumen, en los últimos tres o cuatro sexenios la educación se ha trastornado y se han modificado sus principales funciones, que son las de crear ciudadanos socialmente responsables y capaces de trabajar para fortalecer la soberanía nacional. La estrategia de una educación para México se ha visto modificada para impulsar una educación para el mercado. Dicho sea de paso, no estoy en contra del mercado, siempre y cuando en él se encuentren productos y desarrollos mexicanos. Lamentablemente, esto en México prácticamente no existe, pues no se contempla por ningún lado el impulso a la innovación, que es motor del desarrollo económico hoy día. Pues bien, en estos tiempos de elecciones y de candidatos, ¿quien será el que le apueste a esto? Seguro que ninguno.