Opinión
Ver día anteriorJueves 16 de junio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Bibi en apuros
H

ace 10 días un grupo de manifestantes en Siria se acercó a la frontera en los Altos del Golán para protestar en contra de su ocupación por Israel. Las tropas israelíes los dispersaron con disparos. Según Tel Aviv hubo 10 muertos; según Damasco fueron 23.

El incidente coincidió con el cuadragésimo cuarto aniversario del inicio del conflicto que se conoce como la Guerra de los Seis Días (5 al 10 de junio de 1967). Israel venció a Egipto, Jordania y Siria y ocupó la franja de Gaza, la península del Sinaí, Cisjordania, Jerusalén oriental y los Altos del Golán. Desde entonces el futuro de esos territorios y los refugiados de los mismos han sido un tema central de las pláticas entre Israel y algunos de sus vecinos.

No se sabe si los manifestantes eran espontáneos o si habían sido movilizados por el presidente Bashar Assad para distraer la atención de la violencia que su propio gobierno ha desatado en contra de su población. Sea cual fuere su origen, el incidente sirvió para aumentar los temores en Israel en su actual etapa de creciente aislamiento internacional.

La llamada primavera árabe ya ha incidido en la cuestión palestina. El 4 de mayo las nuevas autoridades en El Cairo auspiciaron un acuerdo de reconciliación entre Fatah en Cisjordania y Hamas en la franja de Gaza que quizás haga posible un gobierno de unidad nacional (tarea nada fácil) y allane el camino hacia un Estado palestino independiente.

Los intentos recientes por encarrilar el proceso de paz en Palestina se han topado una vez más con la intransigencia del sector más conservador de Israel, uno que prefiere que las cosas sigan como están. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, calificó el acuerdo entre los palestinos como una gran victoria para el terrorismo y se apresuró a tratar de convencer a los gobiernos europeos de no reconocer la eventual proclamación de independencia de los palestinos.

Netanyahu (cuyo apodo es Bibi) también viajó a Washington invitado por los republicanos del Congreso estadunidense. El presidente Barack Obama, un tanto molesto por las maniobras republicanas, se le adelantó a Bibi y pronunció un discurso en vísperas de su encuentro con el primer ministro. Reiteró que debe buscarse una solución basada en dos estados y las fronteras de 1967. Claro, no entró en detalles sobre un posible intercambio de territorios (trueque que está en la mesa de negociación) y ello dio pie para que Netanyahu montara en cólera.

La premisa fundamental de territorio a cambio de paz de las negociaciones sigue vigente, pero es natural que algunos la consideren una meta un tanto abstracta. La construcción de asentamientos en los territorios ocupados continúa y nadie tiene prisa en lograr una solución definitiva del conflicto. Israel lleva buena parte de su vida como Estado independiente administrando (y defendiendo) esos territorios. Al parecer se ha acostumbrado, inclusive, a vivir con la amenaza constante de ataques terroristas.

En efecto, hace casi medio siglo que Israel se convirtió en una potencia de ocupación. Con Egipto hizo las paces y en 1982 le devolvió el Sinaí. También se arregló con Jordania. Pero sigue presente en los demás territorios ocupados en 1967. Y hay muchos israelíes que no han conocido otras fronteras. Para ellos la ocupación es ya una costumbre.

Netanyahu es el primer primer ministro nacido en Israel independiente. Toda su vida adulta la ha pasado en un país definido por sus fronteras de 1967. No es un estadista y, al igual que sus antecesores, está acostumbrado a tratar (y entenderse) con gobiernos autoritarios. Ahora tendrá que dialogar con vecinos más democráticos y quizás menos dispuestos a aceptar el statu quo.

En Nueva York se habla con insistencia de la posibilidad de que la ONU reconozca al Estado palestino. Para que ello ocurra es menester el acuerdo del Consejo de Seguridad y el endoso de la Asamblea General. Ello acarrearía un sinnúmero de problemas jurídicos y políticos para el gobierno de Israel. La pregunta es si Washington lo permitirá.

Es obvio que, a la luz de los acontecimientos en el Medio Oriente, la supuesta amenaza nuclear iraní ha pasado a un segundo plano en las preocupaciones de Tel Aviv. Sin embargo, en algunos círculos israelíes hay temor de que Netanyahu cometa un error de cálculo con Teherán. Meir Dagan, hasta enero pasado el director de la agencia de espionaje Mossad, recientemente criticó a los actuales dirigentes políticos de Israel y alertó que podrían atreverse a lanzar un ataque contra Irán, una aventura política que Dagan calificó de sumamente peligrosa.

Ahora parece que la primavera árabe y el inicio de un acuerdo entre los palestinos se ha convertido en el mayor desafío para Tel Aviv. Desde luego que los palestinos tendrán que dar pruebas fehacientes de una nueva actitud hacia Israel. Entonces Obama tendrá la oportunidad de contribuir a una solución duradera del conflicto

La relación entre Obama y Netanyahu nunca ha sido buena. Obama se siente incómodo y no debe sorprendernos. Bibi es un tipo complicado, inteligente, presuntuoso y manipulador. Conoce bien a los estadunidenses (de adolescente vivió unos años cerca de Filadelfia) y al poderoso lobby judío en ese país. Maneja bien el apoyo (casi) irrestricto que Estados Unidos ha venido otorgando a Israel.

Obama, en cambio, reflexiona más y no está dispuesto a aceptar ciertos planteamientos del actual gobierno israelí. Le cuesta entablar un diálogo constructivo con Netanyahu y matiza su apoyo a Tel Aviv.

En gran parte Israel debe su existencia a la ONU, organización que hoy considera dominada por sus enemigos. La ONU aceptó la partición de Palestina en 1947 y un año después aprobó el ingreso de Israel. Curiosamente quizás sea la propia ONU la que ahora, por fin, reconozca la parte olvidada de aquella partición y apoye el establecimiento de un Estado palestino. Bibi no la tiene fácil.