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Marcha por la Paz

Pese al ambiente de violencia, los juarenses se concentran en torno al poeta

En su afán de legitimarse, el gobierno ha legado dolor a las familias, señala Sicilia
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Miembros de grupos civiles de Ciudad Juárez firman el Pacto Nacional CiudadanoFoto Víctor Camacho
Enviado y corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 11 de junio de 2011, p. 3

Ciudad Juárez, Chih., 10 de junio. El parque que rodea el monumento erigido a Benito Juárez está inusualmente lleno; centenares de juarenses se congregaron para atestiguar el colofón de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad: la firma del Pacto Nacional Ciudadano.

Sentimientos encontrados: el dolor que no deja de fluir en los testimonios de las víctimas, la irritación contra los gobiernos por la desgracia en que han sumergido a esta ciudad y el consuelo surgido de la esperanza que les ha dejado el paso de la caravana encabezada por el poeta Javier Sicilia.

Los juarenses no son gente de grandes concentraciones: el miedo, la apatía o la indiferencia lo impiden, pero esta vez, a pesar del denso ambiente que se respira por la violencia, salieron de sus casas para escuchar a Sicilia en su mensaje final. El poeta les habla del amor como fórmula de lucha, del odio que no debe dominar el sentimiento humano y de la insustituible unidad del movimiento para alcanzar las tareas que se ha fijado.

Acaso es un mensaje cifrado al atardecer, cuando, entre los intensos jaloneos y disputas se ha logrado sortear la diversidad de enfoques sobre el rumbo de la movilización y concretar finalmente el objetivo central de la caravana, que recorrió más de 3 mil kilómetros: la firma del Pacto Nacional Ciudadano. Es la vía –dice Sicilia– para alcanzar la paz y el fin de la impunidad, luchar contra las absurdas decisiones gubernamentales que con su búsqueda de legitimarse han legado dolor a las familias en todo el país.

Empieza la reconstrucción

Convertido ya en un respaldo insustituible del poeta, Julián LeBaron arranca aplausos con su visión del movimiento: en este viaje hemos sido testigos de la tragedia, del dolor, pero también hemos construido humanidad. Y por eso, con esta caravana comienza la reconstrucción; es una tarea gigantesca pero alcanzable con el amor. El amor es la fuerza presente en los dolores del parto, y lo que sigue es dar a luz una nueva generación. Tenemos que convencer de que México sí tiene solución, con la claridad de que debe alcanzarse por la vía no violenta.

Pese al estado de ánimo colectivo de los juarenses, hartos de la violencia, abren una pausa para respaldar el esfuerzo de Sicilia y su caravana. Usted sí es bienvenido, señor Sicilia, como no lo era para mí el presidente Calderón, porque no ha hecho nada bien. La multitud –que incluye también algunos representantes de grupos solidarios de El Paso, Texas– respalda con sus gritos esta nueva muestra de hastío contra la figura presidencial.

Casi en el ocaso de esta larga travesía por el país, aún se escuchan los testimonios enardecidos de los familiares de las víctimas de esta urbe fronteriza. Las frases del poeta reivindicando el amor como vía para luchar se conjugan con las intervenciones enardecidas contra Calderón y su Ejército, mientras a ratos, entre la multitud comienza a levantarse la vieja consigna contra la conversión de Juárez en cuartel.

De nuevo las evocaciones a hijos desaparecidos, padres asesinados. Impunidad y tragedia como realidad implacable que se impone a los juarenses, quienes algo tienen claro: la vía castrense no modificará este sangriento destino que, pese a todo –dicen con un tímido optimismo–, no les cancelará su futuro. A pesar de la descripción apocalíptica que se desprende de los testimonios, confían en que algún día llegará el tiempo de un nuevo Juárez. Que se vayan las armas, que se vayan los asesinos; nosotros aquí nos quedaremos.

La jornada arrancó desde temprano con una nueva concentración de la caravana en otro de los puntos emblemáticos de la violencia en Juárez: el Campo Algodonero. En un terreno descampado Sicilia ironizó: esto no es un campo de algodón, es un campo de sangre, otro signo de la violencia en Juárez, porque aquí se encontraron los cuerpos de ocho mujeres brutalmente asesinadas.

Habló del oprobio que han representado para esta ciudad los feminicidios que han marcado parte de esa violencia que domina la urbe. Los insoportables feminicidios muestran la herida abierta por el dolor que no podemos permitir y por lo que debemos clamar y hacer la justicia.

Centenares de personas escuchaban al poeta, recordando sus propios dramas. A un costado del templete, un montón de tierra con ocho cruces que evocan la memoria de las desventuradas mujeres brutalmente asesinadas y cuyos cadáveres fueron encontrados en diciembre de 2001. Algunas mujeres con globos blanco y púrpura muestran el luto que –10 años después– sigue entre las familias agraviadas.

Carla Castañeda, en nombre de esas madres, es el enésimo caso en esta caravana que reclama justicia y el fin a la impunidad. No nos hacen caso; nosotras tenemos que ser investigadoras, sicólogas, y ellos no hacen nada. Nuestro dolor es mayor, porque ustedes, a quienes les mataron a sus familiares, saben qué les pasó: nosotros no sabemos nada. Exigimos al gobierno que cumpla su trabajo, que dejen de humillar a Juárez.