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El cuadro local logró los dos goles que necesitaba para aprovechar su mejor lugar en la tabla

Con empate global de 3-3, Pumas da cuenta del campeón Monterrey

Los auriazules enfrentarán en semifinales a Chivas

Memo Vázquez, orgulloso de su equipo, al que le gusta salir de situaciones difíciles

Nos superaron nuestras fallas, no ellos: Vucetich

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Festejo de los Pumas tras el gol de Efraín VelardeFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de mayo de 2011, p. 2

Ganar en el límite del precipicio, con el vértigo en el estómago, con el viento en contra, con todo aquello que estaría prescrito para un enfermo de los nervios, como funambulistas los Pumas caminaron por la cuerda floja y llegaron al otro lado: hoy ya están en semifinales. Lo hicieron con la actitud temeraria de quien tienta al peligro con los ojos cerrados y superaron todas las adversidades que ellos mismos generaron al permitir un 3-1 en la visita al Monterrey; sólo necesitaban dos goles y los hicieron, dos tantos que marcaron con la cabeza, y que les salieron del corazón.

Días después de aquel descalabro en la Sultana del Norte, los auriazules sabían muy bien que de nada servía haber alcanzado el liderato del torneo, terminar en segundo puesto general y sólo haber permitido una derrota en casa, por lo que una vez complicada la obra, había que terminar la última escena de manera climática. Así lo hicieron: a partir del primer instante se pusieron temperamentales.

Lo de ellos era salir en desbandada, atacar como una montada de bárbaros dispuestos a recuperar lo que sentían les pertenecía, porque además del orgullo herido por esos tres goles en el Tecnológico, Pumas tenía una afrenta pendiente por la eliminación que sufrieron en las semifinales del torneo pasado, precisamente a manos de La Pandilla.

Tal como reza el lugar común futbolero, por aquello de que la mejor estrategia defensiva es el ataque, Vázquez mandó a todo el conjunto hacia el frente. Resultaba previsible que uno de los técnicos más exitosos del balompié nacional, Víctor Manuel Vucetich, trataría de especular con el resultado; sin embargo, el plan que propuso parecía menos la apuesta fría de un ajedrecista que la salida timorata y miedosa de alguien que prefiere economizar el esfuerzo.

En sólo cinco minutos quedó claro a qué iba cada equipo: de la media cancha hacia la portería auriazul todo era un páramo desierto; de la media cancha hacia arriba, un embate en donde todos los universitarios se volvían atacantes; por instantes, incluso, la defensa pisaba el área rival mientras el portero universitario Alejandro Palacios aguardaba desde el centro del terreno. Más claro no podía estar el juego.

En esos cinco minutos, Pumas puso las condiciones y anotó el primer gol que devolvió la esperanza a los aficionados felinos. Una acción que nació de ese aguerrido volante que es Javier Cortés, siempre pegado a la raya derecha con disciplina, donde ayer, sin notarse apenas, paró una pelota con el pecho y sirvió para Efraín Velarde, quien frente al arco cabeceó de palomita. Una jugada con tintes de coreografía, cuyo acento estético coronó el lance inútil de Jonathan Orozco.

Hasta entonces Monterrey trató de meterse en el partido; lo hizo de manera un poco chata, porque con casi todo el equipo convertido en una muralla defensiva, el rapado Chupete Suazo corría como ermitaño. Tardaron en reaccionar, y apenas en el minuto 12, el ariete chileno envió un tiro desesperado hacia ninguna parte, apretado por la marca rigurosa del anotador Velarde.

Lo había dicho Vucetich en los días previos: Pumas se mataría por remontar en el primer tiempo. Y pese a los intentos de Rayados de asestar el gol que sería la estocada final, los felinos seguían presionando, por los costados o por dentro, con el espíritu canchero de Martín Bravo, la explosividad de Dante López o la voluntad de Paco Palencia.

La obra parecía alcanzar el clímax cuando se hizo una de esas polémicas pausas para refrescarse –lo hicieron también durante el segundo tiempo. Luego de la rehidratación, la baja de intensidad, y con ello Monterrey empezó a circular la pelota y Pumas hizo esfuerzos por recuperar el nervio. La rehidratación a cambio del espectáculo.

El intermedio llegó y Memo Vázquez decidió que de vuelta en la cancha la cantera sería la respuesta para ese rival encerrado en su área, reacio a salir a jugar, necio por conservar esa ventaja conseguida en el Tec.

El primer cambio de Pumas pareció incomprensible: el incansable Israel Castro salió para que entrara el joven Luis Fuentes. Un golpe en el muslo hizo que en el minuto 61 el veterano saliera de la cancha para que fluyera la sangre nueva.

Esa decisión de relevo fue una muestra de que el destino actúa de manera caprichosa, pues minutos más tarde Fuentes se sumó en el cobro de un córner, remató, el balón se estrelló contra el larguero y como jugando con las gastritis de los aficionados, picó dentro de la línea de gol. Algunos vieron la mínima intervención del rayado Walter Ayoví en la anotación, pero el gol ahí estuvo y fue de Fuentes.

Después de esa anotación que empataba el marcador global Rayados claudicó, bajó la cabeza, luego los brazos, con resignación por haber permitido que el rival consiguiera una meta que parecía sumamente difícil.

Al final todo fue una locura auriazul. Vázquez, incluso siempre adusto y reservado, se quitó el saco y azuzó a la tribuna universitaria. Dijo estar orgulloso de su plantel porque el triunfo tuvo tintes hazañosos.

Venir de un partido que no hicimos bien en la ida no es fácil, pero parece que al equipo le gusta salir de situaciones difíciles, comentó tratando de contener la emoción.

Vucetich era el otro lado de la historia. Se quedó muy serio; dijo estar molesto porque sus jugadores cometieron errores imperdonables para el nivel que tienen. No nos superó Pumas... nos superaron nuestras propias equivocaciones, sentenció Vucetich antes de salir, en silencio y con la mirada puesta en ninguna parte.