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La artista trabaja sobre el cuerpo de la mujer, que va de una gran belleza a una gran fealdad

La figura femenina constituye la obra de Weissman, porque nunca es aburrida

Monotipos y esculturas arman Fuera de la cueva: la danza del mar, que exhibe en la galería Ethra

 
Periódico La Jornada
Lunes 9 de mayo de 2011, p. a13

Desde siempre, la artista canadiense Claire Weissman (Toronto, 1933) ha dibujado, pintado y esculpido la figura femenina desnuda. Aunque no sabe por qué, sí sabe que nunca es aburrido, porque cambiamos continuamente. A veces vamos de una gran belleza hasta una gran fealdad. Es muy dramático.

No es de sorprenderse, entonces, que la figura femenina puebla los 26 monotipos y 15 esculturas en barro sin cocer que, con el título Fuera de la cueva: la danza del mar, Weissman inauguró el jueves pasado, en la galería Ethra (Londres 54, colonia Juárez).

El cuerpo de la mujer es tan cambiante como el paisaje. Hay artistas que sólo han pintado paisajes, apunta la entrevistada a la vez que reflexiona sobre la insistencia en esa temática: Todos los grandes artistas masculinos que he estudiado han pintado mujeres y modelos. Pero, ¿es diferente para una mujer artista? Nunca he revisado la historia de las mujeres artistas, pero, ¿es eso interesante?

El escritor canadiense Barry Callaghan, pareja de la artista, dice: ¿Cuándo fue la última vez que alguien preguntó a Monet por qué sólo pintaba nenúfares y pastos largos? Las mujeres son las nenúfares de Claire.

En referencia a sus monotipos, Weissman, quien dibuja desde el primer día, explica que siempre ha trabajado en blanco y negro, y le satisfacía emplear tintas y pasteles.

Era feliz, porque veía todos los colores en blanco y negro. Pero, tras una visita a la ciudad de México regresó a casa para trabajar en color, justo antes de su muestra en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, en 2001. Ya había tenido la oportunidad de conocer la técnica del monotipo, que le acomodó.

Acota: “Ya había hecho algo de litografía y de grabado, que me resultó más limitante que dibujar con un carboncillo o lápiz. Quería algo de lo cual pudiera salirme. Así que tomé el pincel y empecé a trabajar con tintas sobre platos. No tenía –y sigo sin tener– una prensa. Lo que descubrí respecto del monotipo es que después de que uno coloca el papel y lo imprime, el resultado es una sorpresa total, porque el plato parece la pintura perfecta, no se puede hacer nada más.

Foto
Obras que forman parte de la exposición de la artista canadienseFoto María Meléndrez Parada

Si fuera una pintura, lo dejaría, pero si se coloca papel y se imprime, no se sabe a ciencia cierta. No hay control sobre cuánto va a salir. Ahí hay un regalo. Eso es lo que amo, que siempre hay una sorpresa.

Daniela Lieja, la curadora de la galería Ethra, colocó los monotipos de Weissman de manera que relatan una especie de historia de cuerpos en grupo o solos. Sin embargo, la artista sostiene que no suele trabajar con un tema, sino al contrario: “veo un espacio en blanco y pienso: ‘qué quiero hacer’. Pero, conforme trabajo algo más se presenta y hay que irse con ello; entonces uno tiene que estar abierto a lo que pueda ocurrir. En cuanto termino lo veo y pienso: ‘qué es eso. ¿Es interesante?’, entonces lo guardo y me pongo a trabajar de nuevo”.

Ha trabajado con poesía, ficción de otros, incluso diarios de mujer, en cuyas palabras encuentra ideas para sus imágenes.

Dos situaciones la motivaron a dibujar: “Una fue en Bosnia, hace años, cuando toda esa devastación tomaba lugar. En las noticias se decía que era Día de las Madres en Croacia, pero en cierto pueblo ya no había hombres, y la costumbre era hornear un pastel para la madre. Eso me molestó, entonces terminé haciendo unos dibujos con pincel, serie que titulé Bosnia.

La otra situación tuvo que ver con un francotirador en Estados Unidos que disparaba desde la parte posterior de una camioneta. Hice dos dibujos de un torso masculino en una posición tipo Cristo, totalmente vulnerable. Por lo general sólo tomo el material y me pongo a trabajar con la esperanza de que encontraré algo que me interese.

Sus pequeñas esculturas de dos o más mujeres entrelazadas se exhiben sobre botellas de vidrio. Explica que su casa está llena de botellas de diferentes colores, que ha encontrado o que le han regalado, y que incluso ha utilizado para cubrir sus ventanas en vez de cortinas o persianas. De allí salió la idea de que serían una gran base para sostener sus figura. Luego, surgió el problema de adherirlos al vidrio, porque no están pegadas ya que se trata de barro mojado.

Weissman también sueña con hacer un gran árbol de la vida fundido en bronce.