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Consternación en la comunidad intelectual por el deceso del académico de la UNAM

Murió Carlos Solórzano, dramaturgo y tenaz promotor del teatro en México

Su legado será siempre un modelo de inspiración, manifiesta el investigador Armando Partida

 
Periódico La Jornada
Jueves 31 de marzo de 2011, p. 7

El dramaturgo Carlos Solórzano Fernández murió la tarde de este miércoles a los 91 años de edad, víctima de un cáncer de páncreas que le detectaron hace un mes.

Solórzano, de origen guatemalteco y naturalizado mexicano, murió a las 15:30 horas en su casa de la colonia Las Águilas, la cual construyó y siempre quiso mucho, explicó su hija Juana Inés Solórzano Caso.

Los restos mortales de quien fue investigador, promotor teatral y novelista serán velados esta madrugada en la agencia Gayosso de Félix Cuevas. Este jueves –después del mediodía– agregó Juana Inés, será sepultado en el Panteón Jardín, junto a su esposa Beatriz Caso Lombardo.

En fechas próximas, adelantó, el Fondo de Cultura Económica publicará un compendio de las obras, ensayos y novelas de mi padre.

Larga trayectoria docente

Carlos Solórzano nació en San Marcos, Guatemala, en 1919; fue educado por una institutriz alemana, junto con sus hermanos. En la Revista de la Universidad de México, Ricardo García Arteaga, refiere que el dramaturgo llegó al país a los 17 años, debido a que no pudo continuar su educación en Alemania.

A su arribo, de manera inmediata ingresó a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para cumplir con el deseo familiar, y a la vez estudió letras hispánicas en la institución por vocación personal.

Su vida docente la inició como adjunto de la cátedra de literatura mexicana por invitación del maestro Francisco Monterde, donde estuvo por poco tiempo, debido a que viajó a Francia tras obtener la beca Rockefeller.

Antes de viajar a París se casó con Beatriz Caso, hija del arqueólogo y reconocido investigador Alfonso Caso, con quien procreó a sus dos hijas Beatriz y Juana Inés.

Después estudió en Francia y desarrolló su gusto por la disciplina escénica en un ambiente –según describe García Arteaga– revestido de una gran solemnidad, ya que el teatro de posguerra funcionó como un examen de conciencia.

Al regresar Solórzano con su esposa a México en 1951, fue invitado por Horacio Labastida para que se encargara de un proyecto de teatro profesional para los universitarios. Años después, el dramaturgo dirigió el Teatro de la Nación del IMSS (1977-1980).

Durante 10 años fue crítico teatral, especialista y difusor del arte escénico latinoamericano y maestro de las cátedras de teatro mexicano e hispanoamericano en la carrera de literatura dramática y teatro de la Facultad de Filosofía y Letras.

A propósito de sus 50 años de magisterio, la UNAM y la Revista de la Universidad de México lo definieron como un hombre de teatro, lo cual es un logro para el reconocimiento de los estudios e investigaciones sobre el teatro y la literatura dramática dentro de la máxima casa de estudios.

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Carlos Solórzano, en marzo de 2010, durante el homenaje que recibió en la UNAM por sus 90 añosFoto Yazmín Ortega Cortés

En 1982, el autor de Las celdas se naturalizó mexicano y en 1985 fue nombrado maestro emérito de la Facultad de Filosofía y Letras y le fueron conferidos diversos galardones.

Solórzano es autor de los libros de ensayo Del sentimiento plástico en la obra de Unamuno (1944); Unamuno y el existencialismo; de la obra de teatro Espejo de novelas, Las manos de Dios y Los fantoches, entre otros.

Respecto de la muerte de Carlos Solórzano, algunos especialistas expresaron su consternación, como Armando Partida, director e investigador de teatro, quien señaló: La importancia del doctor Solórzano es muy amplia. Contribuyó a la renovación del repertorio del teatro mexicano a partir de 1952. Lamentamos mucho la pérdida física, pero su trabajo, su obra será siempre un modelo de inspiración para la gente que se desarrolla en la academia, la investigación y la práctica de las artes escénicas.

Jaime Chabaud, investigador, crítico de teatro y editor, dijo: Fue uno los constructores del teatro universitario y, además, promotor de la dramaturgia latinoamericana en México, lo que suena fácil y rápido decir, pero es más complicado. También se debe destacar su trabajo en el Fondo de Cultura Económica, porque nos dio un punto de referencia a quienes estudiábamos teatro en la década de los 80.

Rigor intelectual

Mario Espinosa, director del Centro Universitario de Teatro, señaló: Es una necesidad reconocerlo como parte de nuestra historia, como un teatrista activo, quien fue gestor, destacado autor, director, investigador y docente. Su labor fue fundamental en la creación de una política teatral del país, no sólo como parte de la comunidad universitaria, sino también su proyecto al frente del Teatro de la Nación del IMSS.

Enrique Singer, titular de la dirección de Teatro de la UNAM, expresó: “A título personal, como mi maestro de la facultad, es una gran pérdida, guardo cálidos recuerdos, dejó una huella de rigor intelectual y de amor al teatro, por el que conocí autores mexicanos. Como funcionario, es una pérdida dolorosa e irreparable de quien fue fundador del teatro universitario, gran parte de lo que hay se debe a su esfuerzo incansable, además de haber sido un dramaturgo muy prolífico que dejó una huella fuerte, sobre todo en las décadas entre los 50 y los 70, con obras de primer nivel, como Doña Beatriz la sin ventura. Fue un protagonista intelectual de nuestro teatro, crítico, literato, una columna que detuvo nuestro edificio teatral y que apuntaló a muchas generaciones”.