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La bailarina Colombia Moya recibió el Premio Coatlicue, en el Palacio de Bellas Artes

En el país hay gente con talento, mas no danza que toque las entrañas

La política cultural debería ser más abierta: hay que traer maestros del exterior para fundar una nueva época dancística en el país, señaló en entrevista la también columnista de este diario

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Después de retirarse de los escenarios, Colombia Moya se ha dedicado a la difusión de la danza en el paísFoto Archivo
 
Periódico La Jornada
Domingo 27 de marzo de 2011, p. 3

En cierto momento, Colombia Moya tuvo la idea de retirarse como bailarina y en cambio prepararse para difundir la danza desde la docencia y en medios de comunicación –radio, televisión, cine, lo que se pudiera–, labor por la que la colaboradora de La Jornada fue reconocida con el Premio Coatlicue, junto con la escultora Geles Cabrera, la escritora Carmen de la Fuente y la compositora Elena Valdelamar, como parte del 15 Encuentro Internacional y 11 Encuentro Iberoamericano de Mujeres en el Arte, en un acto que se llevó a cabo en la Terraza del Palacio de Bellas Artes.

Integrante de la desaparecida Compañía de Danza Contemporánea del Instituto Nacional de Bellas Artes, también conocida como Ballet de Bellas Artes; integrante y fundadora del entonces Ballet Moderno de México, de Amalia Hernández, después Ballet Folclórico de México; bailarina de cabaret con Agustín Lara; estudiosa de cuanta danza se le pusiera en frente, a lo largo de su formación Colombia se dio cuenta de todas las carencias de conocimiento que había.

Explica: “Por lo general, te ayudan a levantar la pata, a brincar, a girar... cosas así, si bien te va, pero no te enseñan realmente los secretos del arte y la vida, los de la danza. Eres un instrumento nada más, una especie de soldado raso: ‘tú, obedece, calla, mejor no pienses, nosotros pensamos por ti’. Esta situación me llevó a la radio y a la televisión –durante cuatro años hizo la serie Teledanza, en los canales 4 y 11”.

Fundadora del Dirección de Danza de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que encabezó seis años, la falta de generosidad de la danza de enseñar a los estudiantes a crear sus propios recursos, herramientas, para inventar nuevas cosas para la danza llevaron a Moya al Centro de Investigación y Servicios Educativos de la UNAM, donde se especializó en docencia. Durante un tiempo ejerció en la Preparatoria 4, con los muchachos, tratando de renovar las cosas, hacer un poco más de investigación, con el método de acción de los procesos educativos y de aprendizaje, pero encontré barreras muy duras; entonces, también lo dejé por la paz.

–¿Cuál es su apreciación de la danza hoy día?

–Técnicamente, la danza ha avanzado muchísimo. Sin embargo, hay bastante necesidad de coreógrafos, de inventores de la danza.

–¿En México o en general?

–En México estamos atorados en los movimientos aprendidos, en la cara de palo y todo eso.

“Sí, hay bailarines con mucho talento, pero siento que están atorados en el lenguaje. Las danzas son casi las mismas, son aburridas, no tienen un impacto que te mueva, que te toque las entrañas y digas: ‘¡fantástico!’

Actualmente está de moda la danza, todo mundo quiere bailar y expresarse, pero tiene pocas herramientas; entonces, hay que revisar los planes de estudio cuidadosamente y emplear personas creativas. (Esto se aplica a) todas las escuelas que he visitado, están en la fórmula, en las reglas, en lo que se ha hecho desde hace tiempo. Son más escasos los grupos que improvisan, que investigan. En el escenario ya no se ve el resultado esperado, en el nivel que se debería de tener en México después de 60 años de una lucha tremenda, de tanta lágrima y sudor.

–¿Cómo debería ser la política cultural respecto de la danza?

–Más abierta y menos capillas, menos favoritismo. Ya chuparon bastante presupuesto, gloria y cosas; hay que abrir oportunidades a talentos nuevos, traer del exterior maestros y coreógrafos relevantes para hacer una fusión y una nueva época en México; programar danza de manera constante en delegaciones, y empezar la lucha dura de que cada quien se gane la vida.