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El músico, emblema de la cultura jazz, se presentó dentro del fmx-Festival de México

Herbie Hancock, el pensador de sonidos, tocó en Bellas Artes con fuego en los dedos

Interpretó temas de River the joni letters, y del disco más reciente Imagine Project

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La noche del sábado 19 de marzo ocurrió lo mejor de la música que ha ocurrido en mucho tiempo en MéxicoFoto Pablo Espinosa
 
Periódico La Jornada
Lunes 21 de marzo de 2011, p. a11

Fuego en los dedos. Las primeras palabras que pronunció en el proscenio de Bellas Artes el pensador de sonidos Herbie Hancock definieron el concierto entero: el elemento fuego en acompasado diapasón con el elemento agua discurriendo por la tierra, esparciendo el viento. La noche del sábado 19 de marzo ocurrió lo mejor de la música que ha ocurrido en mucho, mucho tiempo en México.

En la estación estelar del fmx-Festival de México, el maestro Herbie Hancock desarrolló un recital en el formato perfecto de la cultura jazz: el trío, en combinación con una fiesta entera: la puesta en vida de su Proyecto Imagina, producto de su disco reciente, estructurado a manera de canto general del mundo en son de paz y en celebración de su cumpleaños 70, en el disco que grabó el año pasado y como festejo anticipado del 12 de abril, cuando llegará a los 71 con la lozanía de un joven con mirada y travesuras musicales de niño Mozart.

El primero en entrar a escena fue el baterista Trevor Lawrence Jr, a cuyos batacazos respondió, sacando chispas con las yemas de sus dedos, el extraordinario bajista James Genus, y para cuando entró Herbie Hancock, bailando, para activar teclados electrónicos y acústicos, los convirtió en auriga en navegación astral.

La fascinación de Hancock por el funk inundó el espacio. Del teclado eléctrico Korg pasó, como en un suspiro, al teclado acústico Fazioli, sus favoritos, y luego del primer estallido de altas velocidades, corcheas a profusión láser, pronunció al micrófono las palabras mágicas agitando travieso sus dedos: tengo fuego en los dedos.

Entró entonces la joven cantante Kristina Train y entonces la locomotora tomó el rumbo del Imagine Project, precisamente con la canción-emblema del disco y del legado Lennon: Imagine. Interesante, la proyección mental que hizo Hancock cuando anunció el título: lo cambió a Imagination Project.

Y alternó el orden del concierto entre las canciones de ese disco y de la obra maestra titulada River the joni letters, con un segmento central que inició con piano solo, tuvo su epicentro en el clásico de Thelonious Monk, ‘Round Midnight, y culminó con un juego de intensidades a velocidad de embrujo: tan rápido como el vuelo del colibrí, que vuela tan rápido que parece no moverse.

Ya suena el piano eléctrico como coro de trompetas, ya las teclas se convierten en canto de valkirias, clamor de bisontes en celo haciendo temblar las flores de un jardín, ya la velocidad vertiginosa de las teclas parece detenerse por fuerza de un ostinato bestial, una manera percusiva de activar el piano que recuerda los pianos preparados de John Cage.

Y en ese momento sublime uno ya no sabe cuánto tiempo ha transcurrido, porque para entonces el parámetro tiempo ya no existe, tampoco el vector espacial. Ni espacio ni tiempo, sólo el aquí y el ahora, detenido en el instante. Nuevamente lo logró: Herbie Hancock alcanzó su meta: plasmó en un instante eterno el misterio completo de la vida misma.

Y así como llegó, bailando, se fue.

Epifanía.