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Revuelta en Magreb y medio oriente
Violan fuerzas de Kadafi el anunciado cese al fuego
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Rebeldes libios en el viernes de oración. La televisora Al Jazeera reportó ayer que tropas del gobierno avanzan rápidamente hacia la ciudad de BengasiFoto Reuters
The Independet
Periódico La Jornada
Sábado 19 de marzo de 2011, p. 3

Sultan, este de Libia, 18 de marzo. El avión de guerra cruzó como rayo el cielo y resurgió entre nubes bajas mientras sus misiles daban en tierra y llamas anaranjadas se elevaban bajo negras columnas de humo. Unos minutos después llegaron ráfagas demoledoras de artillería y cohetes, anunciando el avance de las fuerzas del coronel Muammar Kadafi.

Así estaba el frente oriental de Libia dos horas y seis minutos después de que el régimen en Trípoli había declarado oficialmente un cese del fuego, luego de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que autorizó una acción militar en el país norafricano.

En el oeste, tanques de las fuerzas de Kadafi avanzaban hacia la ciudad de Misrata, único reducto de la resistencia en la región, donde bombardearon casas, hospitales y una mezquita y dieron muerte a seis personas, según médicos locales que suplicaban levantar el bloqueo para permitir la entrada de alimentos y medicinas.

La noche del viernes hubo reportes de que, en vez de retirarse de las ciudades que habían ocupado, como exigió el presidente estadunidense Barack Obama, las fuerzas de Kadafi se adelantaban más hacia Bengasi, bastión rebelde del este. En Maghrun se avistó a tropas que cruzaban, luego de desplazarse otros 15 kilómetros al este siguiendo una andanada de fuego de obuses y cohetes.

El día había comenzado con la promesa de un nuevo principio para este país. Los pobladores en lo que queda de Libia libre celebraban la resolución de la ONU, esperando que los salvara de la amenaza del coronel Kadafi de que no habría piedad para ellos.

Luego llegó el anuncio de que el coronel había ordenado un cese de hostilidades y ofrecía negociaciones. Pero esa noticia despertó poco júbilo. Pocos entre quienes abarrotaban la ciudad controlada por los rebeldes en una tarde soleada creían que la paz estuviera por llegar. Muchos imploraban a la comunidad internacional, que por fin había actuado, no creer en las palabras de un hombre que había asesinado y perseguido a tantos de sus conciudadanos.

¿Cuál sería, se preguntaban, el destino de quienes ya estaban en manos de los matones de Kadafi, enfrentando las represalias en las ciudades y poblados recapturados a la revolución en brutales ofensivas durante las semanas pasadas?

Han arrancado a hombres de sus esposas e hijos por delaciones de informantes enmascarados. ¿Los van a olvidar simplemente?, preguntaba Hania Ferousi, conferenciante universitario.

A 100 kilómetros de allí, en Sultan, donde habían hecho una parada los combatientes de la revolución en retirada, conocidos como los Shabaab, la guerra continuaba.

Ocho murieron en Zuwaytina luego de dejar sus casas en Ajdabiya bajo control del régimen, tras varios días de fieros combates. Los cuerpos de cuatro adultos y tres niños yacían junto al camino, cubiertos con sábanas. Un poco más allá, recostado en el asiento del pasajero de una destartalada berlina Daiwa negra, había un anciano con la boca abierta, como si estuviera dormido.

Faiz al-Beidi, quien pasó por allí en su pickup, había intentado recuperar los cuerpos, pero tuvo que huir cuando llegaron los soldados. “Disparaban a todos sin razón –relató–. Somos musulmanes, queríamos dar apropiada sepultura a esa pobre gente, pero ni eso nos dejaron hacer.”

Los civiles, insistieron Al-Beidi y los rebeldes, habían sido asesinados a sangre fría por los soldados de Kadafi, afirmación imposible de verificar. Pero 15 kilómetros al este, en Abdulá Athi, otro chofer, Nasr Mohammed, mostró marcas de bala en su berlina Opel; su esposa estaba en el asiento trasero, abrazando a dos niños, uno de los cuales tenía un gran vendaje en la sien. Se cortó con vidrios que salieron volando. Un soldado de Kadafi en un retén abrió fuego sin avisar. Mi hijo pudo quedar ciego, expresó Mohammed.

“Salimos de Ajdabiya porque sabíamos que si alguien de mi familia resultaba herido no podrían salvarlo en el hospital. Tienen a los heridos tendidos en el suelo. Necesitamos que vengan los estadunidenses, los franceses, los británicos, con medicina y ayuda. Deben concentrarse en eso: dar armas a los Shabaab y dejar que nosotros luchemos por nuestro país.”

Los Shaabab en Sultan parecían una fuerza vencida, acosada y perseguida por las tropas de Kadafi de una población a otra: primero Bin Jawad, luego Ras Lanuf, Brega, Ajdabiya. Nombres que a algunos los ponen a temblar.

Sin embargo, este viernes ya ninguno tenía mirada atormentada. Los rebeldes estaban convencidos de que Francia y Gran Bretaña empezarían a atacar en unas horas y que eso les permitiría abrirse paso hacia Ajdabiya. Discutían con entusiasmo qué aviones se usarían. Coincidían en que la vetusta fuerza aérea de Kadafi no tenía nada que hacer frente a los Mirages y los Tornados.

Maroud Bwisir, músico y dueño de un café, había llevado su guitarra española y cantaba con sus camaradas. El grupo se deshizo cuando apareció un avión enemigo y se ladeó para dejar caer bombas sobre una posición de los Shabaab, a la derecha.

“¿Qué pasa con la zona de exclusión aérea? –gritó Mohammed al-Haddad–. Nos prometieron que detendrían los aviones y eso fue anoche. ¿Van a esperar hasta que caiga Bengasi?”

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya