Opinión
Ver día anteriorSábado 12 de marzo de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y Sociedad

Profecías autocumplidas

A

lbert Einstein empezó a hablar a los tres años de edad. La escuela secundaria, con su aprendizaje de memoria y su rígida disciplina, produjo en él desconfianza y rechazo a la autoridad. Tenía 16 años cuando finalmente lo expulsaron por su influencia perturbadora.

Esto debe servirnos para reflexionar acerca de la personalidad de los niños que, por ser diferentes –de hecho todos lo son–, son estigmatizados desde pequeños.

Los individuos tenemos en el cerebro un diferente cableado, por así llamarlo, y el intento educativo de estandarizar es muy violento para algunos. Poner etiquetas a la personalidad de los niños es una mala costumbre de la escuela y de la familia que, sin proponérselo, causa daño al tratar de convertir a sus miembros en lo que necesitan que sean, al inducir actitudes o imponer, sin darse cuenta, expectativas que significarán sobrexigencia o frustración cuando el alumno o el hijo no logren cumplirlas.

La fuerza de la mirada de los otros es tan poderosa que puede ser determinante para toda la vida. En educación se le identifica como efecto Pigmalión y también se le conoce en siquiatría. Pigmalión fue, según el mito, un escultor que gracias a Afrodita logró dar vida y realidad a Galatea, la estatua que él esculpió y de la que se enamoró. Se trata, pues, de profecías autoproducidas o autocumplidas: “te vas a caer… te vas a caer...”, dice la madre, hasta que sí, el niño se cae.

Hay que tener mucho cuidado para no bautizar a los niños como el flojo, el desordenado, el hiperactivo, el malo o, incluso, el brillante. Nuestro mundo está lleno de ovejas negras que, de no haberlas pintado con nuestra subjetividad, serían blanquitas. También encontramos muchas personas agobiadas por el esfuerzo continuo de ser lo que de ellas se espera (simpáticas, buenas, responsables o geniales), y a las que sus límites o su verdadero yo les está exigiendo otra cosa.

El experimento más ilustrativo del efecto Pigmalión se realizó con dos grupos escolares presentados a sus maestros como el de niños brillantes, uno, y el otro como los de bajo rendimiento. Pero los grupos estaban invertidos. Al final del curso, ambos grupos obtuvieron resultados muy similares: los de bajo rendimiento mejoraron mucho, en tanto que los brillantes no mejoraron.

El alma de los niños es muy sensible. Hay que ser cuidadoso con lo que se les critica o se les aplaude. Lo más saludable es no poner en ellos prejuicios, proyecciones o necesidades: primero déjenlos. ser como cantaban The Beatles: Let it be.

Con cariño, a las maestras Raquel, Patricia y Rocío