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Cayeron cuatro goles en siete minutos durante el arranque de la segunda mitad

América y Toluca brindaron espectáculo en el Azteca con un vertiginoso partido

Un error de Esquivel dio la opción para que Reyna abriera el marcador al final de la primera parte

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El defensa Aquivaldo Mosquera (centro) es felicitado por su anotaciónFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de febrero de 2011, p. 3

En sólo tres días un equipo puede reinventarse hasta parecer uno completamente distinto. El jueves América parecía un cuadro extraviado ante Argentinos Juniors, con el que perdió 3-1 en la Copa Libertadores; ayer, contra Toluca, fue vertical, con fuelle, con salidas de vértigo, como si jugar tres partidos en una semana fuera cualquier cosa.

No es que salieran hechos un huracán a devastar a los Diablos Rojos, porque el partido arrancó como una llovizna inofensiva. Pero la intensidad creció hasta convertirse en una verdadera tormenta. Durante siete minutos de truenos y relámpagos, en la cancha del Azteca llovieron demasiados goles.

La primera anotación cayó tarde, casi a la mitad del partido, tras un error de esos que ocurren en la última línea frente al propio arco. En esa zona de riesgo, el choricero Carlos Esquivel titubeó un segundo, en el que no supo si adelantar la pelota para salir o devolverla para que su arquero, Alfredo Talavera, asumiera la responsabilidad del despeje. Esquivel tomó la peor elección y tocó el balón hacia atrás, de espaldas al arco, sin mirar si tenía la protección de sus compañeros en la zaga, sin percatarse de que se le había escapado desde un punto ciego el americanista Ángel Reyna y éste desbordó con la premura de quien sabe se ha robado algo valioso. Talavera quiso remediar el terrible error, pero en la carrera lo venció Reyna, con un tiro cruzado a segundo palo. El primer gol del América lo regaló Esquivel, pero Reyna debió agradecerlo en acto de justa cortesía.

La transfiguración

Algo fuerte debió decir Carlos Reinoso a sus pupilos en el descanso. Un secreto poderoso que funcionó en la parte más profunda del América, que salió a la segunda parte con otro ánimo. En ese momento ocurrió la transfiguración del equipo.

Lo que sucedió a continuación ocurrió a velocidad vertiginosa. En menos de 60 segundos de la segunda parte, Toluca empató el encuentro. A pesar de que habían jugado con mucho orden y equilibrio, un error los tenía abajo en el marcador. Los Diablos salieron a responder con el mismo temple a su rivales.

Néstor Calderón se desplazó maliciosamente por la izquierda, desde donde mandó un centro que se paseó por el área chica hasta llegar a Osvaldo González, quien se metió con todo y balón en la portería para lograr el primer tanto escarlata.

A ese gol le siguieron siete minutos de llegadas de un extremo a otro; siete minutos en los que empataban los visitantes, remontaban los locales, para otra vez ser igualados. Siete minutos de futbol en estado de gracia con cuatro anotaciones.

El desempate llegó por la calva cabeza del defensa Aquivaldo Mosquera, quien encajó con un salto el impecable centro que cobró Ángel Reyna. Luego, en un contragolpe, el colombiano alcanzó a Sinha y lo anuló. Todavía con los escarlatas dentro del área, Mosquera, agigantado, le metía la pierna a Jaime Ayoví para impedir el empate inmediato. El ímpetu no le alcanzó a Mosquera para tantos actos de coraje, pues Sinha envió un centro a Novaretti, quien igualó el encuentro 2-2.

Antes de digerir la adrenalina, Rolfi Montenegro salió como endemoniado y marcó un gol que arrancó suspiros. Afuera del área disparó con una derecha envidiable un balón por el que Talavera nada pudo hacer, sino apenas lanzarse para hacer todavía más bello el tanto del desempate.

Sin un delantero como Vicente Matías Vuoso –suspendido por expulsión– los atacantes tenían que hacer más trabajo de zapadores. En esa delantera no había privilegiados, todos debían ensuciarse y buscar oportunidades. Rosinei Adolfo encontró el espacio para entrar y continuar una jugada con Reyna, quien centró para que Vicente Sánchez empujara con tranquilidad la pelota y hacer el 4-2 del América. Todos trabajaban con disciplina proletaria.

La intensidad de la batalla, el interminable vaivén de uno a otro lado de la cancha, las continuas anotaciones, todo acabó por subir la temperatura de los jugadores y el choricero Luis Arias no midió la fuerza en una entrada por la espalda sobre Rosinei. El árbitro Mauricio Morales le sacó la roja directa, al minuto 76, cuando apenas tenía 10 minutos de haber pisado el césped para relevar a Antonio Ríos.

Aún con 10 hombres, en un alarde de orgullo y buen futbol, Sergio Lugo consiguió zurcir el tejido de Toluca y logró que el hueco no se notara.

Con ese equipo remendado, todavía alcanzó a marcar un gol al minuto 92, otra vez con Novaretti, de volea en una media vuelta. Mucha intensidad en 90 minutos, muchos goles en una tarde.

En una semana, el Toluca ha recibido siete goles en dos partidos de liga y uno en un duelo de Concachampions, lo que preocupa a Lugo. Hicimos buen futbol, pero cometimos errores muy puntuales, una pelota atrás y otra a balón parado, dijo parco.

En cambio, Reinoso lucía radiante. No se confundan, yo siempre estoy así, atajó el chileno. Me fascinó el juego; este es el América que me gusta. La afición quedó contenta y le ganamos no a cualquier equipo, señaló. Nadie, quizás, se sintió más alejado de ese ánimo que Esquivel, el jugador del Toluca que titubeó en el peor lugar del mundo, la zaga, que costó el primero de una tarde repleta de goles. Reyna debió al menos darle las gracias.