Capital
Ver día anteriorSábado 19 de febrero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Abandonada, vive una anciana inválida en cuarto de azotea

La mujer tiene que pedir comida a gritos; una fractura en la cadera le impide caminar

No nos la podemos llevar a la fuerza por derechos humanos: personal del IAAM

 
Periódico La Jornada
Sábado 19 de febrero de 2011, p. 35

Comida, comida, tengo hambre, pide a gritos Teresa Francisca Rodríguez. Clamor que se escucha apenas se suben las escaleras del primero de los cuatro pisos que tiene un edificio de departamentos de la colonia Narvarte.

Al llegar a la azotea se ve al fondo a una mujer acostada en el suelo. Un plato desechable y una bolsa de plástico hacen las funciones de almohada, recargada sobre el quicio de cemento de la puerta.

Gabriela Gutiérrez, gerontóloga del Instituto para la Atención a los Adultos Mayores (IAAM), se acerca a ella mostrándole su credencial: ¿Cómo está doña Teresa? ¿Quiere que la llevemos al doctor? Y la traemos de regreso, le pregunta al ver el gesto de dolor de la señora de 84 años de edad.

No quiero ir al doctor ni a ninguna parte. Tengo hambre, responde.

¿Tiene pañal? ¿Quiere que se lo cambie?, ofrece Gutiérrez. No. Bueno, extienda uno, lo pongo allá para la noche, pide.

Desde hace más de dos años su hogar es un cuarto de azotea de no más de dos por dos metros. Sin ventanas ni ventilación. El piso y la parte baja de las paredes están cubiertas con una especie de alfombra por la que Teresa se arrastra.

Una tabla pegada a la pared hace la función de mesa y repisa. Un viejo árbol artificial de Navidad, de no más de 50 centímetros de alto, y un cuadro de la Virgen de Guadalupe son los únicos adornos en el cuarto. Al fondo de la habitación hay una pila de pañales desechables sucios. El olor a orines es intenso.

Foto
Teresa Francisca Rodríguez vive en un cuarto de dos por dos metros. Una fractura en la cadera le impide caminar, pero se resiste a recibir atención médicaFoto Francisco Olvera

Teresa era la encargada de hacer la limpieza del edificio. En ocasiones hacía el aseo de algunos departamentos. Cuando ya no pudo trabajar el encargado la dejó seguir viviendo en el cuarto de servicio.

Todos los días salía la calle a pedir limosna y de eso comía. Un día se cayó y ya no pudo salir a la calle ni moverse por el dolor. Los vecinos empezaron a llevarle comida.

Una vecina llamó al IAAM para avisar de este caso. Fue la gerontóloga y habló con ella, pidió la visita médica. El diagnóstico: en la caída se fracturó la cadera, por lo que no podía moverse.

Durante semanas, Gabriela Gutiérrez ha tratado de convencer a la señora para que acepte que la lleven a un hospital o un lugar donde la atiendan. La respuesta siempre es la misma: no, Dios no quiere que vaya, estamos trabajando para que ustedes estén bien.

A petición del encargado del edificio, un asilo de monjas accedió a recibirla. Tampoco ha aceptado.

¿No se la pueden llevar, aunque sea a la fuerza?, vive en condiciones inhumanas, se le pregunta a la gerontóloga.

No, tiene que haber aprobación, o de lo contrario podría presentarse una demanda en contra de quien se la lleve. Es por una cuestión de derechos humanos, responde.

Una vecina comenta que podrían ir a la Comisión de los Derechos Humanos del DF y ver si se puede hacer algo. No es justo que siga viviendo así, no siempre hay quien le suba comida.

Este es uno de los muchos casos especiales que atiende el IAAM.