Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de febrero de 2011 Num: 831

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Cuidado con la nostalgia, os matará
Yannis Kondós

Embebidos con las letras
Emiliano Becerril

Emmanuel Carrère: enfrentarse al asombro
Jorge Gudiño

Morente vuelve a México
Alain Derbez entrevista con
Enrique Morente

El pudor, la piel de la conciencia
Fabrizio Andreella

In memoriam James Dean
Ricardo Bada

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Miguel Ángel Quemain
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El jardín imperfecto de Luis de Tavira

El jardín de los cerezos, bajo la dirección de Luis de Tavira y con la Compañía Nacional de Teatro, es una despedida conmovedora de Anton Chéjov, quien entendió y legó al mundo la comprensión de que las transiciones pueden ocurrir ante nuestros ojos como derrumbes violentos, pérdidas, amputaciones del pasado, y apenas darnos cuenta de lo que sucede, actuando como unos seres movilizados por la costumbre y la confianza en la promesa de eternidad que la cultura nos propone.

En la escritura de esta obra, para Chéjov fue tan importante el encuentro con Stanislavski en 1888, como la compra de su finca en Melikhovo, en 1892, donde plantó un huerto de cerezos, un árbol tan estacional como la vida misma. Si algo enseña la jardinería es que la tierra, tan natural en apariencia, se mantiene fértil gracias a la mano que la renueva para anular su fatiga y hacer de la artificialidad una naturaleza donde se despliega y organiza una belleza que sólo puede ser resultado de un acuerdo entre lo humano y lo divino.

Sin embargo, para muchos es difícil aceptar que su devenir está condicionado por la labor de esa mano que siembra y también poda. Es como si se quisiera que todo fuera obra del tiempo. En su aleccionador Le jardín imperfait, Todorov ejemplifica con la voz de Rousseau: la existencia humana no está completamente determinada por las fuerzas que la producen ni es infinitamente maleable por la voluntad de los poderosos.

No es casual que en varias latitudes El jardín de los cerezos sea una forma de describir tanto la resistencia y la ceguera, como el carácter irremediable del cambio. El medio tono, la farsa y la comedia son las posibilidades discursivas de esta pieza donde el mundo se desmorona y sólo un puñado de personajes se dan cuenta de que el viraje de dirección en sus vidas es en realidad un cambio de sentido en la totalidad de un paisaje político, social, cultural y moral que muda de piel.

A la certeza ineluctable de las transiciones mundiales se suma una pasión occidental –y, por cierto, muy mexicana– de adherirse a las conmemoraciones que a menudo echan a andar la maquinaria cultural a la que tanto le cuesta moverse en el terreno de la discusión de las ideas y  las grandes problemáticas actuales. Suele ser más tranquilizador mirar al calendario y recordar que hace cien, 150 o doscientos años ocurrió algo digno de recuperar que ponerse a discutir, en términos de la creación, si el arte es del director o del dramaturgo; si son posibles los pintores fuera del coleccionismo de las galerías; o si únicamente los libros con grandes tirajes pasarán al panteón de la inmortalidad literaria.

Así lo entendió Sam Mendes, por ejemplo, al montar en 2009 una versión de El jardín..., con dramaturgia de Tom Stoppard. Lo hizo el grupo uruguayo El Galpón bajo la dirección de Dervy Vilas, quien también apostó por el medio tono y prescindió del vodevil que se propone como eje durante la fiesta del tercer acto, que en el caso del montaje mexicano sorprende los primeros diez minutos hasta convertirse en un monótono telón de fondo. Pero así pasa también con el despliegue del tiempo, que cuando mucho ameritaba 120 minutos y no los 240 que propuso el director, con un segundo acto inútil.

Hay que decir que este montaje sólo tiene de ruso los nombres de los personajes. Sería lo de menos si esa Rusia zarista ausente no se prometiera en el programa de sala. Esta trama sobre la decadencia podría referirse sin dificultad a una encumbrada familia nacional de políticos municipales en declive que concluye su gobierno con la devastación de su terruño, idealizado primero para después destruirlo y devaluarlo.

Aunque De Tavira dice que no se trata de la mexicanización del texto, hay fraseos que son miméticos de muchos lugares comunes nacionales que sobre el escenario parecen ocurrencias muy manidas y transitadas. Sin embargo, De Tavira consigue un texto para la escena, que más que leerse se escucha, aunque en el estreno en Bellas Artes le hubiera convenido utilizar subtítulos.

Acompaña el estreno del montaje este 6 de febrero en el Cenart, la edición de El jardín… Son Cuadernos de repertorio (a cargo de Josefina Laris y Alegría Martínez), una joya documental que aporta a la formación de actores, futuros directores, investigadores y críticos, además del público que podrá encontrar las visiones más generales e íntimas de un proceso artístico que por lo general aparece vedado al espectador final.