Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de febrero de 2011 Num: 831

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Cuidado con la nostalgia, os matará
Yannis Kondós

Embebidos con las letras
Emiliano Becerril

Emmanuel Carrère: enfrentarse al asombro
Jorge Gudiño

Morente vuelve a México
Alain Derbez entrevista con
Enrique Morente

El pudor, la piel de la conciencia
Fabrizio Andreella

In memoriam James Dean
Ricardo Bada

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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con Enrique Morente

Morente vuelve a México

Alain Derbez

Con Enrique Morente charlamos un buen rato en el Teatro de la Ciudad luego del primero de los dos conciertos que marcaban su vuelta a México tras vivir aquí, con treinta años de edad y por invitación del director teatral y cinematográfico Juan Ibáñez, la vida bohemia de los años setenta y participar igualmente en la primera edición del Primer Festival Internacional Cervantino. Esta plática tuvo lugar la noche del viernes 25 de abril de 2008. Habíamos transmitido directamente el recital de flamenco clásico con guitarras, palmeo y bailaor, organizado por el Festival de México en el Centro Histórico por Radio UNAM, y la plática serviría posteriormente para alguno de los capítulos de la serie Palos, los palos del flamenco, a mi cargo en la frecuencia universitaria. Al día siguiente por la tarde tendríamos un nuevo control remoto, ahora desde el escenario al aire libre de la Plaza de Santo Domingo. Acompañando al ronco del Albaicín el grupo andaluz Lagartija Nick, el ensamble punkete-rockero con quien Enrique marcó un parteaguas de ruptura en el quehacer flamenco a partir de la electrificada aparición en 1996 del disco Omega, “una visión de Enrique Morente sobre Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca”, y una incursión también en el mundo de la canción del canadiense Leonard Cohen. Muerto de cáncer el cantaor granadino en Madrid el lunes 13 de diciembre de 2010 luego de una semana en coma, lo quiero recordar y compartir lo entonces conversado. Transcribo entonces, con algún comentario inserto entre pregunta y pregunta:

Después de tantos años de haber vivido en México, y conocido esa realidad mexicana que tanto ha cambiado hoy, ¿cómo proyectar la propuesta para un primer concierto en esta reaparición en un país de añoranzas y de evidentes diferencias?

–La verdad es que siempre he tenido un poco de miedo de volver a casa porque el regreso al hogar siempre se le teme un poco, sobre todo cuando se ha emigrado tanto tiempo. Yo soy español pero lo digo ante los amigos, más con seriedad que en broma, que me siento muchas veces más mexicano que otra cosa, y entonces volver al hogar y recordar a los amigos, que algunos han desaparecido y a otros que he visto recién en el camerino con gran sorpresa, es una emoción fortísima. Entonces, el primer concierto de hoy yo lo he querido encauzar hacia una línea clásica del cante jondo.

–Mostrando diversidad en los distintos palos, los distintos géneros, acaso tratando de medir al público, ¿cómo esperas su reacción?

–Bueno, el público de México es el mejor público de América y de Europa y ha estado, creo, expectante de averiguar cómo es que venía, si acaso había perdido la voz… y bueno, sí he perdido bastante, pero todavía me queda algo que creo más importante y que es el sentimiento y el amor por la ciudad y el país, que cuando estuve lo viví entrañablemente. Ayer un amigo de la prensa me preguntó que cómo no iba yo a cantar cosas de México, una ranchera bonita, que amo las rancheras claro y no me voy a perder una visita a Garibaldi. Pero, vamos, que me dio fatiga decirle al compañero que yo a México lo he cantado en España de otra manera y hace muchísimos años, porque canto a poetas que han dado la vida en México, como Pedro Garfias, a quien he cantado esta noche, y también canto a Luis Rius, pero no me gusta hacer demagogia y utilizar. Siempre llevo en el alma a todos los grandes artistas de la literatura que han dado su vida aquí en México y a quienes tuve la fortuna de conocer, como a Octavio Paz, como a Juan Rulfo y a algunos más.

Morente llega a México con un par de grabaciones afincadas en la tradición como discografía: Cante flamenco y Cantes antiguos del flamenco, ambos grabados en 1967, y donde el joven cantaor muestra ya su profundo conocimiento de los diversos palos y comienza a hacer evidente que su carrera no estará guiada por la comodidad del lugar común. Pero hay también un tercer disco muy distinto que, con treinta y siete años de existir y por su relevancia, ocupaba nuestra charla esa noche de 2008 en que no se había cumplido aún una semana de la muerte de aquella Rosario la Dinamitera cantada en el poemario Vientos del pueblo.

–El año en el que sale aquel memorable disco Homenaje Flamenco a Miguel Hernández, es un 1971 en el que faltan cuatro para que finalmente muera Francisco Franco y luego los últimos coletazos del franquismo, ¿sacar un acetato musicalizando textos de un poeta totalmente prohibido por el régimen que lo acabó matando, tuvo algo que ver con tu estadía en México?

–Fue Juan Ibáñez [1938-2000], el gran director de teatro y discípulo de Buñuel e impulsor de empresas como El perro andaluz y La edad de oro, quien me trajo aquí entonces. Yo había hecho ese disco en ese momento y aquí me vine a encontrar, en el tablao donde cantaba, con personas que habían convivido con Miguel Hernández, que habían convivido en la cárcel con él. El disco tuvo que ver al revés entonces: tal vez la razón por la que vine a México fue porque aquí salió primeramente el disco y más, debido a la censura, fue que se pudo conocer en España.

–¿No hubo repercusión de la censura lo que hizo que tu estadía fuera más larga de lo que se esperaba?

–Imagínate: Ibáñez me trajo por cuarenta días y me quedé un año y medio, y si me descuido estoy aquí todavía… aunque he estado aquí sentimentalmente.

–Pasemos a los cantes de ida y vuelta, esa corriente que desde América, con la influencia de la música de España, se genera y regresa a la península ibérica. Me acuerdo de un disco que sacaste en Francia en los ochenta que se llama Esencias flamencas donde venían varios palos (tangos, bulerías, fandangos, tarantas, tientos), pero también venía una colombiana con aquella letra de “El pájaro carpintero para trabajar se agacha” que todos en México conocemos gracias al son jarocho. Y luego en otro verso aquello de “Soy un pobre venadito que habita en la serranía.”¿Eso fue oído por ti y lo llevaste allá?

–Existía ya. Yo llegué a Veracruz a escuchar música. No se me olvida su enorme riqueza. Siempre hablo de ella. Recuerdo que cantan una variante de “La Petenera” que me hizo comprender que el planeta es un pañuelo y que la lejanía está más en nuestro cerebro que en otra cosa. La familiaridad de los textos, de las letras, no es discutible. Ahora me acuerdo de aquello de “las barandillas del puente/ se menean cuando paso,/ yo te quiero a ti solita/ y a las demás no hago caso” que alguien estaba cantando como un canto local y yo les decía que no, que era de Triana. Es lo mismo: es de los dos. Ese aprendizaje de México me ha servido para llevar una norma en mi carrera, en mi vida, que es la del encuentro, el mestizaje, la cordialidad con las demás culturas, con las demás personas de otros países, porque creo que es la única forma respetable de convivencia para entendernos las personas de un mundo y de otro.

–La segunda parte de la aventura de vuelta en México viene con el concierto en Santo Domingo, con Lagartija Nick. Ahora que se ha relanzado el disco Omega utilizando un medio de la contemporaneidad como es internet para algo que no ha perdido en absoluto vigencia, quiero que entremos un momento para charlar de alguien a quien ambos queremos mucho: Leonard Cohen, presente en el disco con canciones y letras, y también esa magnifica versión que él hace del “Pequeño vals vienés”, de García Lorca, el “Take this Waltz”, y presente ayer mismo en la conferencia de prensa donde hablaste de una versión acústica de su “Aleluya”. ¿Hay la posibilidad cercana de escucharlos a ambos en concierto pronto?

–Pensaba ya que nunca. Es un artista a quien evidentemente admiro profundamente. En una reunión que tuvimos en Madrid hace años luego de una actuación suya, yo le prometí girarlo y, claro, su obra salió en el disco de Omega. Alguna vez nos buscamos en Nueva York donde él actuaba, pero no pudimos encontrarnos. En fin, que lo amo en la lejanía. Pero ahora sí parece que habría una oportunidad –si no se mete en el monasterio a rezar– en el próximo festival valenciano de Benicassim donde presentaremos el concierto de Omega como aquí, en Barcelona y en Madrid. Igual y coincidimos.


Fotos: diegoboesombreros.blogspot

Cuando Morente vino a México en 2010, traía casi en las alforjas la grabación de un encargo que se le había hecho para llevar al flamenco textos escritos por el malagueño Pablo Picasso, entre otras cosas, amante del flamenco. Comienza el disco con un juego de palabras que sirve para –como hizo Pablo en su momento– proseguir en la denuncia contra la guerra: Guern-Irak: “Yo no pintaré más la flecha que se mira en la gota de agua que tiembla en la mañana…” El subtítulo de esa primera pieza es: “La hora exacta carretera Málaga-Almería 1937.” En el cuadernillo del compacto se ve una foto: igual que el Guernica vasco ante las balas fascistas, ahí se mira a la población civil desesperada, huyendo de la metralla disparada desde los aviones franquistas: “Gritos de niños, gritos de mujeres, gritos de pájaros, gritos de flores, gritos de maderas y de piedras.”

–Hoy se asomó por ahí el nombre de Picasso. ¿Cómo va ese Pablo de Málaga, ese disco por salir musicalizando textos escritos por el pintor?

–Precisamente todo esto, el Omega era un previo para ir presentando el disco de Picasso por ser la temática también anticonvencional, como fue lo hecho con Lagartija Nick, y por eso empiezo a asomar temas de ese disco.

–¿No debe ser fácil llevar a la música tantas palabras. Por ahí oí el comentario de que parecía más fácil cantar la guía telefónica?

–Mucho más fácil, sí. Sinceramente yo no sabía que Picasso escribía. Cuando la directora del Museo Picasso de Málaga me encargó este trabajo, pedí documentación al estudioso de él, el poeta Rafael Inglada. Él me hizo llegar glosas a Picasso de múltiples amigos artistas, como del gran Rafael Alberti, a quien he cantado, claro. No sabía que Picasso escribía con tanta gracia, tanto gracejo y con tanto talento –cosa que no es extraña naturalmente– aunque sin pretender ser literato. Después me he enterado que incluso tenía timidez de presentar sus escritos y alguien lo convenció de publicar. Era un reto cantar a Picasso, pero no es nada fácil musicalizar, armonizar la retahíla de palabras.

Murió Morente en este mal año de muertes y de miércoles. La última pieza del disco de Pablo es una letra del cantaor que se llama “Adiós Málaga”: “Adiós Málaga la bella,/ voy a recorrer el mundo,/ no pintaré más la flecha/ ni la hora escrita en el columpio.” A la derecha en cursivas lo complementa Picasso: “La hora escrita que el columpio se lleva con su risa. Prefiero escribir las palabras solas, solas palabras que han de cantar tu nombre”