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Las instituciones de México nos han dejado de lado, dice la cofundadora de ese taller

Abren muestra de los archivos Kyron en el Instituto Cervantes, en Atenas

La colección documenta la historia del arte figurativo mexicano del siglo XX, pues reúne trabajos de tres generaciones

En 2009 se exhibió en la India, Egipto, Francia y Roma

Foto
La hoja, 1984, litografía de Francisco Toledo incluida en la exposición del taller Kyron que hoy se inaugura en la capital griega
Especial
Periódico La Jornada
Martes 18 de enero de 2011, p. 5

Florencia, 17 de enero. El taller Kyron (se pronuncia cairon) se ha destacado no sólo por su notable actividad en el arte de la estampa litográfica en México a lo largo de tres décadas (1972-2004), sino por su incansable labor de difusión a escala internacional.

Sus fundadores, Andrew y Beatriz Vlady, han mostrado desde 1980 su óptima colección en todo el mundo, contando desde 1985 con el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Las piezas se han exhibido en Estados Unidos, Canadá y Latinoamérica hasta ciudades de Asia y Oceanía, y ahora en Europa. Paradójicamente, nunca han expuesto en México.

Su más reciente periplo se inició en 2009 con el título Estampas mexicanas de los Archivos Kyron 1972-2004, visitando India, El Cairo, París, Roma y del 18 enero al 26 de febrero estará en la sala de exposiciones del nuevo Instituto Cervantes, en Atenas.

La muestra abarca, en unos metros, la historia del arte figurativo mexicano de todo el siglo XX, ya que en el taller lograron coincidir tres generaciones de artistas.

Se trata sólo de una vista parcial, probablemente la más asimilable de entre otras tendencias paralelas de los mismos años, como el arte conceptual, o los grupos que trabajaban colectivamente, por no hablar del arte abstracto.

La exposición incluye 82 obras seleccionadas entre un archivo de 348: desde Rufino Tamayo o Raúl Anguiano, pioneros en el uso de la estampa, además de Juan Soriano; seguidos por los extranjeros que llegaron al país, como Leonora Carrington, Francisco Zúñiga, Antonio Rodríguez Luna, Armando Morales, Alfredo Sosabravo; pasando por la generación de la Ruptura, con Francisco Toledo, Rodolfo Nieto, José Luis Cuevas, Pedro Friedeberg, Roger von Gunten, Sebastián y Francisco Corzas para concluir con artistas más jóvenes, como Lucía Maya, Maximino Javier, Alejandro Colunga, Alfredo Castañeda y Mario Martín del Campo, por mencionar algunos.

La historia de la estampa en México pertenece al siglo XX, es hija de la Revolución, se gesta en una época tan temprana como aquel fatídico 1921, año de verdadera convulsión cultural.

El pintor francés Jean Charlot, recién llegado a México, muestra a sus amigos, futuros estridentistas, las 14 xilografías de su autoría con el tema del Vía crucis, estimulándolos a usar la estampa como un medio expresivo autónomo, a liberarla de la dependencia que en México hasta entonces había guardado con el texto: su uso se propagará de inmediato entre los artistas.

Charlot, además, será el primero en entender, mucho antes que Diego Rivera, la importancia de la obra del grabador José Guadalupe Posada, como atestigua su artículo de 1925 publicado en Revista de Revistas.

La litografía, en cambio, la empezaron a usar los muralistas a principios de los años 30 del siglo pasado para lidiar con la enorme demanda de trabajo que tuvieron durante su estancia en Nueva York. Pronto descubrieron las grandes posibilidades de la técnica y la adoptaron como medio para alcanzar una veracidad que no lograban obtener con la pintura, contagiando de inmediato su uso entre los colegas en México.

El taller Kyron se inserta en un eslabón de esta evolución, pero en una época muy distinta: los años 70 del siglo anterior. Para entonces la ideología nacionalista se había desgajado de manera definitiva y con ella los preceptos dominantes del Taller de Gráfica Popular, permitiendo la proliferación de nuevos talleres que cubrían la pujante actividad de los artistas. Kyron, por tanto, no fue un caso raro, pero sí quedará como punto de referencia en el arte de la estampa de esos años, como el también taller libre de grabado de Mario Reyes; o en serigrafía, Ediciones Multiarte, de Enrique Cattaneo, que atrajo artistas abstractos como Vicente Rojo, Manuel Felguérez y Carlos Mérida, entre otros.

El mérito de Kyron, por tanto, consiste en haber vigorizado y modernizado la litografía en México, como ya habían hecho en el contexto internacional los célebres talleres Tamarind, y su hija rebelde la Gemini GEL –ambos de Los Ángeles–, a los que acudieron los más grandes artistas estadunidenses del tiempo cuando poco antes la técnica había estado en riesgo de extinguirse.

El rigor y preparación del maestro impresor Andrew Vlady, formado justamente en Gemini GEL, incentivó a los artistas a no emigrar hacia los grandes talleres estadunidenses o europeos, como normalmente sucedía, permitiéndoles producir una obra más meditada y elaborada.

En diálogo con los fundadores de Kyron, se aclaran ciertas incógnitas.

–¿Por qué la colección es casi totalmente figurativa?

–Andrew Vlady: porque el dibujo es la técnica mayormente compatible con la piedra litográfica, es como pintar al óleo, lo cual atrajo en forma natural a los practicantes del arte figurativo.

–¿Kyron ha expuesto en México?

–Beatriz Soto: No, con excepción de una exposición más bien transversal sobre Francisco Zúñiga, hace muchos años.

–¿Por qué?

–La gente en México conoce bien las obras que se han realizado en el taller, hemos llegado a él mediante la venta que hacemos en forma directa y que ha sido siempre prolífica. Creo que las instituciones nos han dejado de lado probablemente porque el taller nunca formó parte de ningún grupo, fue siempre muy independiente.

“Hubo un proyecto bastante adelantado para hacer una muestra para la inauguración del nuevo Museo del Chopo, pero fracasó por incompatibilidad en la manera de trabajar.

Le han hecho exposiciones individuales a Mario Reyes, a Cattaneo y creo que ahora la merecemos también nosotros.

–¿Que conclusión tiene de su experiencia internacional?

–La exposición ha tenido siempre gran acogida, cuando tiene una correcta difusión. Hay embajadas que no la han promovido adecuadamente penalizando fuertemente la presencia del público, como sucedió en París.

A pesar de que ponemos énfasis en resaltar ciertos artistas respecto de otros, las personas terminan por apreciar a los menos conocidos a escala internacional, como Friedeberg, Maximino Xavier, Remigio Valdés, Montoya; su obra fue seleccionada en distintos países de oriente como icono de la muestra.