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Ver día anteriorLunes 17 de enero de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Peso y dólar: disyuntiva económica
L

as bajas tasas de interés en Estados Unidos provocan el movimiento de los capitales a otros lugares con mejores rendimientos. Así, ha ido creciendo en forma constante la entrada de divisas a los llamados países en desarrollo o economías emergentes.

Este ha sido el caso de México. Al tiempo que se elevan las reservas internacionales, que ahora ascienden a 116 mil millones de dólares, el peso se revalúa; es decir, se encarece con respecto del dólar. Con ello se alteran los precios relativos de los productos y de los servicios generados en el país frente a los del exterior, en nuestro caso, los de Estados Unidos.

Las repercusiones de este proceso son diversas. Unas tienen que ver directamente con las exportaciones y las importaciones, otras inciden sobre la política monetaria como la fijación de las tasas de interés.

Desde el punto de vista de los criterios predominantes de la gestión económica, la apreciación del peso es sólo una manifestación de las fuerzas del mercado; o sea, que a una mayor oferta de dólares su precio baja. Se trata, pues, de un ajuste de tipo natural sobre el cual no hay necesidad de reaccionar. Al contrario, desde la perspectiva vigente, es hasta un beneficio.

El tipo de cambio es uno de los precios clave de una economía. Sus movimientos afectan el uso de los recursos: la mano de obra, la capacidad productiva instalada y los flujos de financiamiento de los bancos y otras instituciones.

La apreciación favorece las importaciones pues las abarata, con lo que baja la presión sobre la inflación, cuyo control es uno de los objetivos centrales de la estabilización financiera que persigue el Banco de México.

La contraparte es que las exportaciones se hacen menos competitivas, se encarecen y también la producción para el mercado local. Hay un impacto adverso sobre la actividad productiva interna.

Esta consideración de tipo general tiene algunos rasgos específicos en caso de México. La mayor parte de las exportaciones provienen del sector de las manufacturas (productos de la industria automotriz, electrónica y eléctrica), estrechamente articuladas con las empresas que las consumen en Estados Unidos.

En muchos casos los precios están fijados entre las empresas que operan en ambos países, son precios de transferencia no sensibles al movimiento del tipo cambio, exceptuando los salarios. En esas industrias, la integración de ambos países protege de algún modo la producción en México del efecto de revaluación del peso.

Por otra parte, el precio del petróleo está fijado en dólares y el volumen de exportación no depende del tipo de cambio. Lo mismo ocurre con buen parte del turismo, pues los servicios se venden en dólares, aunque lo que se consume directamente aquí se encarece.

Lo que desde el punto de vista del banco central es un proceso de ajuste normal del mercado que, además, sostiene el objetivo de la estabilidad, entraña un conflicto con las acciones y las prioridades que deben regir en las secretarías de Hacienda y de Economía.

La actividad productiva y la creación de empleos, así como la recaudación dependen de los incentivos internos que se debilitan con la apreciación del peso. Un dólar barato puede llevar eventualmente a una elevación de las tasas de interés con el efecto correspondiente en el flujo del crédito y en las cuentas públicas.

El abaratamiento del dólar se advierte como un proceso que continuará en la medida en que la Reserva Federal de Estados Unidos siga con su política de bajas tasas de interés y expansión monetaria. Las autoridades financieras están compensando las repercusiones con el acceso a mayores líneas de crédito con el FMI.

Los efectos económicos y financieros de la apreciación se irán acumulando y el efecto estabilizador que es el que se privilegia puede persistir hasta que haya un cambio en la política de la FED. Una reversión en los flujos de capital acarreará, entonces, una mayor volatilidad en los mercados. En ese caso será más difícil sostener que se trata sólo de un proceso normal de ajuste.

Hay una cuestión muy sensible en la política monetaria que sigue el banco central que se refiere a la capacidad de acrecentar la actividad económica interna para generar un mayor crecimiento. Pero tal como se plantea con la apreciación del peso, se restringe en efecto la posibilidad de desacoplarse del empuje de la demanda en Estados Unidos.

No todos siguen estas premisas. En Brasil hay una intervención muy activa del banco central para frenar la apreciación del real y prevenir la caída de las exportaciones y el nivel de actividad productiva y de creación de empleos. No se toman las fluctuaciones del mercado como algo natural. Se subastan dólares y se compran en los mercados de futuros; se fijan impuestos sobre transacciones financieras como la compra de bonos por entidades extranjeras, o a las utilidades que generan esos bonos y las acciones en el mercado de valores; se obliga a extranjeros a mantener sus inversiones por un plazo determinado; se imponen medidas de política industrial para reforzar la posición de las empresas y se ajusta el gasto público para bajar la presión sobre las tasas de interés.