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Toros

Si el toro no muere al cuarto espadazo, el juez lo devolverá vivo

Una propuesta para suprimir la crueldad al final de la lidia
 
Periódico La Jornada
Lunes 20 de diciembre de 2010, p. a43

¿En qué momento la lidia de un toro se vuelve repugnante? Exacto: cuando el matador falla una y otra vez, intentado partirle el corazón con el estoque, o al darle incontables golpes con la cruceta de descabello. A fin de suprimir este martirio, los cronistas taurinos de La Jornada hemos discutido una propuesta de reforma al reglamento en vigor, que puede resumirse así: si el toro no muere después del cuarto espadazo, el juez ordenará que sea devuelto a los corrales.

Esta medida acabaría con la antigua disposición de los tres avisos, con los cuales el representante de la autoridad exhorta al diestro en turno a liquidar como sea al bicho que tiene enfrente.

Desde que suena el primer cornetazo, el torero comienza a sufrir la presión del tiempo y del público y, por lo mismo, comete más y más errores, que muchas veces dejan al pobre animal, como ha escrito José Cueli, hecho morcilla a causa de tantas cuchilladas en los lomos y el pescuezo.

La costumbre de medir la duración de una faena de muleta con el reloj –desde que el torero pide permiso al juez– fue implantada en 1908 por el general Porfirio Díaz y resultó muy moderna y científica para aquel momento.

Hoy, al cabo de más de un siglo, ya no sirve –básicamente porque las autoridades la aplican a su antojo, sin rigor legal–, y sólo contribuye a que se ejerza una crueldad abominable contra la bestia.

Por lo demás, la clara y alentadora evolución artística del toreo en esta segunda década del siglo XXI –de la que han ofrecido sobradas muestras en la Plaza México los españoles Pablo Hermoso de Mendoza, Alejandro Talavante y Miguel Ángel Perera, el francés Sebastián Castella, y los mexicanos Joselito Adame e Hilda Tenorio, precursores de la nueva geometría taurina con el capote, y Arturo Macías, con la muleta–, ha puesto de relieve un hecho irrefutable: no todos los toreros son matadores.

Talavante no es matador, Castella tampoco, y muchos más igual. En cambio, son enormes toreros. En el nuevo reglamento que proponemos José Cueli, Leonardo Páez y Lumbrera Chico, se crearía la figura del estoquedor, que en realidad ya existe en las cuadrillas de los rejoneadores. Hay toreros de a caballo incapaces de echar pie a tierra y coger muleta y espada para hacer la suerte suprema. Pues bien, cuando comprenden que no lograrán despachar al bovino con rejones de muerte, le piden a su asistente que actúe en consecuencia.

Si Castella tuviera un auxiliar como éste que se sugiere aquí, el domingo pasado no hubiera echado a perder su maravillosa faena a un novillo de don Teofilito promoviendo un indulto tan inmerecido como ridículo, que lo redujo a la vergonzosa categoría de timador.