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José María Luévano malogró una buena faena de muleta; Juan Chávez, de mal en peor

Bondadoso, de la dehesa de Herrerías, se comió crudo al ibérico Matías Tejela

El magnate no acudió a la plaza: un juez lo condenó a tres años de cárcel por evasión fiscal

Foto
José María Luévano toreó con entrega en la Plaza MéxicoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 20 de diciembre de 2010, p. a43

Ese que le salió ayer del cajón de los regalos a Matías Tejela, era una res de auténtica sangre brava, y no tenía nada que ver con el novillo menso y manso que le indultaron a Sebastián Castella el domingo anterior. El de anoche, llamado Bondadoso, negro zaino y playero del hierro de Jorge María, que pertenece al empresario de la Plaza México, saltó al ruedo caminando despacito, como un pendenciero que llega a una cantina a imponer respeto, mirando a todos con desprecio.

Y cuando su futuro matador le presentó el capote se lanzó en pos de él con una furia que obligó al visitante a replegarse. En seguida, una vez que fue herido por la vara del picador, acometió al caballo forzándolo a dar dos vueltas de 360 grados cada una, y luego embistió el peto apoyándose en los cuartos traseros hasta aplastar al equino contra las tablas sin dejarse intimidar por el castigo.

A continuación, trotó por el redondel con redoblada fuerza, y Tejela pidió el cambio de tercio, decisión que por supuesto no complació a sus banderilleros, que sudaron tinta al tratar de colgarle los reguiletes. Y sólo entonces, vestido de cereza y oro, el español fue a entrevistarse con su socio mediante el señuelo de la muleta, y el rumiante se lo comió crudo, de principio a fin. A pesar de ciertos recortes pintureros, algunos naturales hondos y templados, y detalles esporádicos, Bondadoso terminó imponiéndose a su adversario, mientras en primer tendido de sombra volvían a flamear pañuelos pidiendo el indulto, que en este caso habría sido mucho más merecido que el de hace ocho días.

Ante el primero de su lote, el segundo de la tarde, de nombre Cartero, negro bragado de la ganadería tlaxcalteca de La Soledad, Tejela estructuró una faenita menor, que culminó de un espadazo trasero. Ni tardo ni perezoso, el juez Gilberto Ruiz Torres concedió la oreja, para ratificar, por si alguna duda hubiera, que la México tiene ya la seriedad de una plaza de trancas.

El resto del cartel estuvo configurado por el veterano y pundonoroso José María Luévano, que con un terno melón chino y oro toreó con entrega al cuarto de la tarde –al que le hubiera cortado las orejas si lo mata bien–, y Juanito Chávez, quien de aguacate y oro reiteró, una vez más, que no nació para esto.

La oferta atrajo a tan poca gente que ni siquiera asistieron las hermanitas Garibay –lo que ya es mucho decir–, por no hablar de Rafael Herrerías, quien dejó vacante su palco en el callejón de la plaza, porque una juez acaba de condenarlo a tres años de cárcel por evasión de impuestos, sentencia que todavía está en litigio.