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Seis proyectos aguardan en su tintero, dice en entrevista con La Jornada

Mis pendientes literarios ya son pocos; debo apurarme: Fuentes

Sus libros son hijos: unos tuertos, otros idiotas, pero los quiero a todos, bromea

Presenta el más reciente, Carolina Grau, publicado por Alfaguara, que reúne cuentos de terror

Foto
Carlos Fuentes en su casa, ayer, durante la entrevista con La JornadaFoto Francisco Olvera
 
Periódico La Jornada
Jueves 9 de diciembre de 2010, p. 7

Son muy pocos ya mis pendientes literarios, tengo que apurarme, afirma Carlos Fuentes (Panamá, 1928) al enumerar los seis proyectos que aguardan en su tintero.

Se trata de las novelas: La novia muerta, El baile del centenario, Emiliano en Chinameca, El camino de Texas, Aquiles o el guerrillero y el asesino, y Prometeo o el precio de la libertad.

No obstante, añade de inmediato, es una lista que se metamorfosea todo el tiempo, y que siempre deja entrar nuevas obras, como el libro Carolina Grau (Alfaguara), que reúne ocho cuentos de terror y misterio.

Esa obra se presentó en la pasada Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara y no representa, como han dicho algunos críticos, el regreso de Fuentes al género fantástico, porque “desde Los días enmascarados (1954) es un género que he practicado todo el tiempo, es una dimensión de la imaginación que siempre me ha apasionado”.

En entrevista con La Jornada, Carlos Fuentes explica que desde sus primeros libros se ha enfrentado a contradicciones críticas: “De Los días enmascarados, mi primer libro, dijeron que era totalmente gratuito, un ejercicio literario sin responsabilidad social, sin compromiso; luego publico La región más transparente y señalaban ‘¡qué falta de imaginación!’, ‘¿dónde está la fantasía?’, ‘está muy comprometido con el realismo social’.

“No se le puede dar gusto a todo mundo, pero uno escribe lo que tiene adentro, y los géneros pertenecen al escritor, más que el narrador a los géneros.

Esa libertad hay que reivindicarla constantemente. No me dejo encasillar. Si bien hay que escoger y eso limita la libertad, porque igual que en la vida personal se nos ofrecen 10 posibilidades para transitar y se elige una, porque nadie puede ir por 10 rutas al mismo tiempo.

El escritor describe a Carolina Grau, el personaje que transita por los cuentos del libro del mismo nombre, como una aparición súbita, permanente, que le da unidad a esta obra, que permite que ocurra en los espacios y tiempos, con un lazo de unión que se llama, precisamente, Carolina Grau, quien puede aparecerse en un pueblo italiano, o ser una bióloga mexicana que hace una investigación o una mujer con un niño dorado que debe esconder, es muchas cosas, pero no es una bruja, no es Aura.

El lugar más nevado

Carlos Fuentes llama a esa lista de obras que ha escrito y que le faltan por realizar su plan general, su comedia humana, dividida en 15 apartados, con títulos como El mal del tiempo, Tiempo de fundaciones, El tiempo romántico, El tiempo revolucionario, Fronteras del tiempo, El tiempo político o Crónicas de nuestro tiempo, entre otras.

Fue realizada, explica, cuando se encontraba en el infierno blanco, en el Dartmouth College, una universidad privada en New Hampshire (Estados Unidos), “el lugar más nevado que se haya visto en la tierra: no hay más que nieve. Estaba encerrado mirando el blanco y decía, ‘¡Dios mio!, qué me queda sino imaginar literatura, si no la nieve me va a comer’”.

Ahí se fueron gestando muchas de las grandes narraciones del escritor, libros a los que llama sus hijos, sin elegir a uno como favorito: unos son tuertos, otros son idiotas, pero los quiero a todos, bromea.

Eso sí, es puntual al explicar que su narrativa no conforma un laberinto: “siempre he tenido una gran afición por Balzac, lo he leído mucho, y me encantó la idea de la comedia humana como título general de una obra muy variada, de manera que no es el listado lo que cuenta, sino las obras, si son buenas, malas o interesantes.

“He tenido la fortuna de que las nuevas generaciones me sigan leyendo a pesar de los años. La crítica literaria de los años 40 y 50 en México era muy pobre, mala y mediocre, Pedro Páramo de Juan Rulfo recibió unos palos que ¡qué barbaridad!, decían que no tenía ni pies ni cabeza, que cómo se atrevían a llamarla novela, que era cuando mucho un poemita, fue muy maltratada, tuvo que triunfar en Francia y Alemania para convertirse en el clásico que es hoy.

Entonces, ante eso, uno tenía que adelantarse al momento crítico-cultural que se vivía en el país, para escribir obras que duraran un poco más, pues puede uno escribir de las cosas más banales que hay sobre la tierra, pero uno quiere que dure, que tenga una permanencia, que sea no para los lectores de hoy, sino para los de mañana o de pasado mañana.

–De todos los pendientes, el que se antoja mucho es el de Emiliano Zapata.

–Sí, pero ahora no sé cómo abordarlo, pues me ganó Pedro Ángel Palou, con un libro muy bueno, con el tema muy bien desarrollado que me robó un poco el afán de escribir Emiliano en Chinameca. Estoy esperando, a ver si tengo tiempo. Estoy imaginando maneras de tratar el día de la muerte de Zapata, sólo ese día, pero tengo que encontrar la fórmula literaria.

–¿En qué novela trabaja en esos momentos?

–Trabajo en una novela que se llama Federico en su balcón, pero no le digo más porque si se cuentan los libros se frustran.