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    Hugo Gutiérrez Vega   
  
    LA  POESÍA GRIEGA CONTEMPORÁNEA (II DE X) 
    
    
    La llamada Generación del treinta, porque en esa época empezó a publicar,  está integrada por poetas de muy diversos signos y propósitos. Seferis, Elytis,  Engonópoulos, Embirikos, Ritsos y Bretakos, son los principales miembros de esa  generación marcada por la segunda guerra mundial y por la contienda civil que  fue larga y muy dolorosa. El último sobreviviente fue Elytis, quien publicó,  poco antes de morir, el más juvenil y amoroso de sus libros. 
    En la madrugada del 28 de octubre de 1940, el general Metaxás, jefe del  gobierno dictatorial nombrado por el rey Jorge en 1936, fue despertado por el  embajador de Mussolini. Unas horas antes, el ejército italiano había iniciado  su marcha hacia la frontera entre Albania y Grecia. El diplomático expuso al  impasible general las condiciones exigidas por  Mussolini para evitar el ultimátum. Metaxás las escuchó y, a la manera  griega, levantó la cabeza, chasqueó la lengua y pronunció un sencillísimo óji (no). El embajador contestó: Allors, c’est la guerre y salió  apresuradamente. Todos recordamos cómo el pequeño, pero bien organizado  ejército de Metaxás, apoyado por la resistencia popular, derrotó a los superarditi del fascismo, obligando a Hitler a  acudir en auxilio de sus aliados que emprendían la retirada a paso de versaglieri. La ocupación alemana fue  sangrienta y desgarró a la ya semidestrozada nación de los helenos. El gobierno  partió al exilio rumbo a Alejandría y ahí, en la ciudad de Kavafis, se  estableció. Seferis colaboró en el ministerio de asuntos exteriores. A su  regreso a una Atenas liberada por los  ingleses, los australianos y los neozelandeses, el gobierno enfrentó  problemas irresolubles y se inició una guerra civil que duró casi cuatro años,  causó miles de muertes, destruyó ciudades y pueblos, e hizo pedazos la ya de  por sí precaria economía del país. Los dos grandes grupos, la coalición de izquierda, encabezada por Valaoritis y la organización  de nacionalismo derechista de Zerbas, que lucharon juntos contra la ocupación  italo-alemana, integrando un frente popular de resistencia al que no fue ajena  la iglesia ortodoxa –pensemos en el arzobispo Damaskinós y su defensa de la  comunidad judía de Atenas– lucharon encarnizadamente. La dolorosa contienda  civil terminó en ’49 y, merced a la intervención de Truman, favoreció a los  grupos de la derecha y, en un breve plazo, restableció la monarquía  parlamentaria. 
    Todos estos acontecimientos dejaron una huella  indeleble en la conciencia popular y, de manera muy especial, en la de los  poetas que, de diferentes modos, habían tomado partido en la contienda civil.  Estos desgarramientos –y la posterior dictadura de los coroneles–, fueron  determinantes en la formación de una  conciencia nacional que, al margen de sus diferencias ideológicas, se une en  torno a la idea de mantener un sólido sistema democrático. 
    Muchos poetas de las generaciones de la guerra, la contienda civil, la  postguerra y la dictadura, se vieron envueltos en la lucha y sufrieron cárcel o  destierro. No es mi intención hacer una análisis de las relaciones entre el  contexto sociopolítco y el trabajo poético. Creo firmemente en la sustantividad  independiente del arte, pero, al mismo tiempo, considero que es interesante  conocer el entorno histórico-genético que lo rodea e influye, y que,  frecuentemente, el artista tiene que superar para poder llevar a cabo sus  frágiles construcciones. 
    (Continuará) 
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