Opinión
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La valía de Francisco Díaz de León
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uizá los artistas de las recientes generaciones desconozcan al aguascalentense, muy cercano a Gabriel Fernández Ledezma, que practicó todas las técnicas gráficas de su momento y fue a la vez pintor, tipógrafo, fotógrafo, maestro y coleccionista.

La exposición vigente en el Museo colección Blaisten del Centro Cultural Tlaltelolco tiene su origen en dos venturas: las hijas del artista, Graziella y Susana, donaron lo que cuidadosamente conservaron de su padre a la Colección Blaisten: 36 cajas de documentos de prensa, fotografías, grabados originales, planchas, maquetas de libros, etcétera.

En el curso de dos años este material fue clasificado y estudiado por especialistas, pero principalmente por Renata Blaisten González, hija del coleccionista, quien presentó su tesis de maestría en la Universidad Iberoamericana sobre Díaz de León en su contexto. Ella es la curadora invitada y –verdad sea dicha– la muestra es además de muy completa , inédita en varios aspectos.

El principal está referido a Díaz de León (1897-1975) como fotógrafo. Se exhibe un lote considerable de sus tomas, en perfectas impresiones digitalizadas a partir de fotos vintage, que se constituye en uno de los rubros más atractivos de la muestra pródiga en grabados y pinturas de su autoría que de tiempo atrás se encontraban integrados a la colección. Antes, sólo se conoció el homenaje que en 1981 presentó el Museo Regional de Aguascalientes.

Díaz de León se casó con la hermana de Manuel Toussaint, quien en 1935 vino a ser uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Hacia 1928 Toussaint fungió como director de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA), antes Academia de San Carlos.

A instancias del grabador, allí se instauró un taller de artes del libro, antecedente de la Escuela de Artes del Libro, misma que llevó la tipografía mexicana a una de sus cúspides, parangonable e incluso superior a la practicada en otras latitudes. Allí fue destacadísima la presencia de Koloman Sakol (1902-2003) entre 1937 y 1941. Este maestro eslovaco, con estudios en Praga, llegó a ser discípulo de Kupka en París. Ese aspecto está ilustrado en la exposición, con exlibris, capitulares y viñetas, pues se presentan todas las técnicas de estampación en los que incursionó Díaz de León, incluidos los esténciles, que por cierto también practicó el Dr. Atl.

En fotografía, resulta ser tan buen paisajista como Hugo Brehme o Juan Rulfo. Tuvo predilección por captar detalles arquitectónicos en fachadas, remates, torres, cúpulas y fuentes, patios interiores y acueductos. No podía faltar la iconografía de tipos populares, tanto mujeres como hombres o grupos.

La fotografía retroalimentó sus grabados, pero no la practicó como utensilio, sino como medio conclusivo, a veces integrando series como el breve conjunto que corresponde a la guerra cristera.

Dentro de este apartado está una fotografía titulada fusilado, que se percibe como un montaje llevado a cabo por el artista. Un sujeto joven, ensombrerado, apuesto, de rasgos indígenas, mira de frente bien plantado ante un paredón erosionado que parece haber sufrido impactos de toda índole. Está encañonado a menos de dos metros por cuatro ejecutores no visibles.

El título no corresponde al hecho, el fusilado no ha recibido ningún proyectil ni lo recibirá al menos eso es lo que el espectador intuye. La escena forma parte de una serie en la que los personajes se atrincheran en balaustres o parapetos de gran enjundia arquitectónica, apuntando sus armas.

Quizá toda esa serie esté orquestada por el propio artista, pues obedece a una especie de coreografía muy efectiva, probablemente posada por personajes que sí perpetraron acciones similares en otros sitios.

Se exhiben varios autorretratos: a veces el autorretratado es un dandy perfectamente trajeado y otras un indio calzonudo que porta su indumentaria con indudable elegancia. En un autorretrato, se encuentra contrapunteando su actitud con el yeso del Apoxiómeno de Lisipo en el patio de la Academia de San Carlos.

Si bien muchos de los grabados de Díaz de León, incluidas las xilografías, están a la moda mexicana de la época, hay también una clara influencia de las modalidades expresionistas europeas en su haber y eso parece ser una constante en el grabado mexicano de la época, sobre todo a partir del grupo 30-30 y del estridentismo. Esta recuperación de quien fue discípulo de Saturnino Herrán es un hallazgo que forma cadena con la exposición J.C. Orozco, en San Ildefonso, y la del propio Herrán en Bellas Artes.