Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 31 de octubre de 2010 Num: 817

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La pasión del reverendo Dimmesdale (la carta escarlata)
ROGER VILAR

Monólogos compartidos
FRANCISCO TORRES CÓRDOVA

Escritura y melancolía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

La política económica
HERNÁN GÓMEZ BRUERA

Leonard Brooks y un mural de Siqueiros
INGRID SUCKAER

Heinrich Böll y la justicia
RICARDO BADA

Relectura de un clown
RICARDO YÁÑEZ

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
ORLANDO ORTIZ

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

Dramafilia
MIGUEL ÁMGEL QUEMAIN

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Verónica Murguía

Pasión por el gerundio

Para Norito

El gerundio, esa conjugación tan socorrida en México, nos dice el Pequeño Larousse, es “una forma verbal invariable que expresa la acción como ejecutándose en el presente: estaban hablando los dos hermanos”. Quién sabe por qué a los mexicanos nos encanta. Abunda en los pregones modernos. Todo vendedor ambulante lo trae en la punta de la lengua, “le venimos mostrando, le venimos ofreciendo”; está en la boca de los políticos: “ya estamos coadyuvando”, “lo estamos agendando”, y en el extraño galimatías de los vendedores en los negocios: “estamos manejando una nueva versión de…” Ya ni digo de su ubicuidad en las crónicas deportivas y las promesas de los futbolistas, donde aparece todo el tiempo.

Cuando yo era niña creía que era una conjugación preciosa, con aire de nombre propio: el tío Gerundio sería el más simpático, generoso, permisivo y platicador. El gerundio tenía también un aspecto casi floral, rojo para más señas; era el geranio de las conjugaciones.

Más tarde, confieso que abusé del gerundio en las tareas y composiciones de Civismo. Pensaba que le daba a todo un aire de actividad incesante, de laboriosidad. Por supuesto, lo usaba mal. Dice el diccionario que “el empleo del gerundio sin su carácter propio provoca innumerables incorrecciones”. Innumerables, esa es la palabra clave. Ese es uno de los problemas que trae andar gerundiando, pero yo lo ignoraba y a mis maestros parecía no importarles mientras entregara la tarea.

Cuando comencé a escribir me di cuenta de que es una forma desdibujada y tiesa, enredosa e indeterminada. Pero es por difusa que nos gusta. “Le venimos ofreciendo” suena más lleno de voluntad y de una suave persuasión que el imperioso “Mire, acérquese”,  “Vendo”, “Traigo para mostrarle” o formulaciones por el estilo. Además, el gerundio insinúa vagamente que hay otros participantes en la acción. A poco no, “llevando” suena más multitudinario que “llevó”, que deja al llevador solito y su alma. Cuando leí que se le dice Fray Gerundio a quien es pedante y poco claro, se me cayó el alma a los pies. Mi pobre tío Gerundio de la imaginación, aquél del bigote gris, flaco de solemnidad, siempre dispuesto a subirse al Ratón Loco de la Feria, quedó en un fraile ampuloso y panzón.

Pero nuestra mexicana afición sigue incólume. Un día, en una conversación con un taxista, un tipo muy ingenioso con un español que era un verdadero compendio de chilanguismos, me referí con horror a la muerte de un velador al que se habían comido un tigre y un león –por supuesto, ambos en cautiverio ilegal. El taxista, a quien obviamente le di lástima, me dijo:

–No se preocupe señora, ese señor está viviendo. Se lo llevaron al hospital y lo curaron y está viviendo.

Esa es la perla más brillante de mi gerundiana corona.

Probablemente a los mexicanos nos parece muy brusco llamar pan al pan y al vino vino. Andamos paneando y viniando, escondiéndonos detrás de las palabras para no evidenciarnos, ser bruscos, responsables de alguna iniciativa destinada a fracasar o demasiado sinceros. En los Sanborns el gerente pregunta: “¿Le agradaron sus alimentos?”, como si preguntar: “¿Le gustó la comida?” fuera un piquete de ombligo.

Todos los políticos usan la primera persona del plural, como los reyes de antes: “Estamos elaborando”, “Hemos respondido.” Algunos prefieren decir “bastante” en lugar de “mucho”: “Tengo bastante dolor de cabeza”, y el utilísimo, breve y bello “hacer” puede, si nos descuidamos, ser sustituido por el horroroso “accionar”.

En las papelerías, tlapalerías o misceláneas nadie dice “no lo tenemos”. Se dice “no lo manejamos”.  “No lo tenemos” es una admisión terrible, tal vez porque los mexicanos no tenemos fe en el gobierno, empleo para todos, no tenemos paz o partido político que nos represente con decoro.

Otra extravagancia que oigo con frecuencia es la frase “lo que es”.

–¿Cuál es el guisado del día?

–Viene siendo lo que es un chile relleno de queso.

Es como si necesitáramos palabras de sobra para anclarnos en una realidad llena de espejismos y mentiras. También, quizás, es una forma de cortesía. Cuando el Calcibronat, un calmante de efectos deliciosos que se vendía sin receta, desapareció del mercado, el encargado de la farmacia no quiso decírmelo bruscamente. Sabía que me iba a dar el patatús, así que, después de esperar inútilmente que lo surtieran, me dijo con delicadeza : “Señora, es que nos está llegando agotado.”