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La independencia del instituto fue el inicio del fin de los cacicazgos paleolíticos: Perelló

Celebran el 20 aniversario del IFE entre elogios y reclamos de tareas pendientes

Necesario, despartidizar la designación de los nuevos consejeros, plantea Esteban Moctezuma

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Miguel Insulza, Leonardo Valdés y Rebeca Greenspan en la inauguración del foro La democracia latinoamericana, organizado por el Instituto Federal ElectoralFoto Carlos Ramos Mamahua
 
Periódico La Jornada
Martes 12 de octubre de 2010, p. 11

“Dice el tango que 20 años no es nada. Depende de haciendo qué. Fíjense –dijo Dante Caputo, ex jefe de la misión de la Organización de Estados Americanos en las elecciones de 2009 en el país–, ustedes se metieron en medio de la lucha por el poder, sobrevivir 20 años en el triángulo de las Bermudas, en la transición mexicana. Me quito el sombrero.”

De origen argentino, Caputo ofreció el elogio más elocuente al Instituto Federal Electoral (IFE) en la ceremonia por su vigésimo aniversario, en la que los discursos oscilaron entre las evocaciones románticas de la democracia mexicana, diagnósticos crudos del saldo que ha dejado al país, descripciones de la sinuosa ruta que hay por delante y reclamos por su desempeño o por su falta de empeño.

La celebración del organismo congregó ayer a gran parte de quienes han participado en su historia. Ex consejeros, ex funcionarios y ex representantes convivieron sentados en la gran herradura del salón de sesiones desde la cual se han conducido siete procesos electorales, donde se ha escrito la historia de la transición democrática que pasó de la alternancia del poder a la crisis de 2006.

Sonriente y contento, el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, comentaba con un relajado José Woldenberg, ubicado a un costado de su sucesor, Luis Carlos Ugalde, con quien casi no cruzó palabra y quien lucía serio y a ratos incómodo. Sus historias institucionales son radicalmente distintas.

Ruta sigzagueante

Discursos encontrados de los ex presidentes, entre la reivindicación de consolidar la credibilidad del IFE, de Woldenberg, quien sugiere que ésta ha ido en una ruta zigzagueante para solidificar al organismo, a la demanda de restar protagonismo al instituto que plantea Ugalde, para quien la sobrecarga de responsabilidades del organismo se ha desdibujado por los excesos y abusos de los actores políticos.

Acudieron al encuentro los priístas que contribuyeron a finiquitar la era del partido hegemónico: Esteban Moctezuma y Emilio Chuayffet. El primero, con su discurso preocupado por la libertad de expresión, en la lógica de sus nuevas lealtades del consorcio Azteca. Sentado en la misma mesa de donde han salido millones de pesos en multas por las ilegalidades en que ha incurrido su empresa, deploró el millonario presupuesto del IFE y clamó por despartidizar la designación de los nuevos consejeros.

El de Moctezuma fue quizá el discurso más destemplado con los motivos del rencuentro de protagonistas de la historia del IFE, pues fue el único de los presentes que regateó méritos al organismo. Ni el mexiquense Emilio Cuuayffet, el último secretario de Gobernación que condujo el instituto, minimizó el protagonismo de éste en la transición democrática.

Chuayffet no dudó en llamar al IFE parteaguas de la democracia, antes de censurar la desprofesionalización de la política y aludir a los nuevos desafíos del sistema politico citando a Bobbio: nos enfrentamos a los grupos de poder monopólicos, a los problemas de la representación política, a la existencia de espacios no democratizados, al descrédito de la política, es decir, la ausencia de educación política.

Casi tres horas de discursos sobre el devenir de la democracia nacional, entre personajes disímbolos: el ex secretario de Gobernacion Jorge Carpizo, que reclama volver a los acuerdos que permitieron celebrar elecciones en aquel difícil 1994 para relanzar la democracia; Antulio Tamayo, un ex funcionario, quien rememora la tragicomedia de las elecciones mexicanas antes del IFE, o Abel Barrera, de la organización Tlachinollan, en Guerrero, que reclama el saldo pendiente del organismo para con los indígenas, para quienes algunas de sus prácticas avasallan a las comunidades.

Fueron 32 discursos, más una decena de mensajes de personalidades ligadas al IFE para criticar y exaltar al organismo. Casi dos horas después de la ceremonia, Caputo, quien ponderó la importancia de un organismo que de inmediato se colocó en el centro de la lucha por el poder, reconoció que “a veces se mete la pata, uno se equivoca, hay cosas que se hacen mal, porque hay cosas que son objetables; se imaginan una vida inobjetable (…) pero es un organismo que tiene una razonable autonomía. Esto no es Alicia en el país de las maravillas. Vivimos la realidad política, la realidad del poder”.

A esas alturas ya se habían esbozado decenas de diagnósticos. Clara Jusidman, ex directora del Registro Federal de Electores, alertó sobre la posibilidad de que el IFE pase de ser controlado por el gobierno a ser manipulado por los partidos y los concesionarios de televisión. El senador Arturo Núñez ya había advertido de inaplazables reformas que posibiliten al instituto a asumir plenamente sus responsabilidades.

Otros optaron por aludir al saldo de la democracia, como el panista Santiago Creel, para quien el peso de las reformas electorales ha aplazado una urgente reforma política que haga viable la democracia. O la exigencia de que se consolide la equidad de género que planteó la consejera Macarita Elizondo.

Fuera de los discursos oficiales en el salón de sesiones del IFE, Marcelino Perelló, ex líder del movimiento estudiantil del 68, que asistió a la celebración, resumió lo que ha sido el IFE en la historia nacional: fue el inicio del fin de los cacicazgos paleolíticos.