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Tengo la suerte de haber recibido muchos premios, señala sonriente

Un día después de haberse “convertido en puma”, se dijo feliz con el Alfonso Reyes

En reciente entrevista con La Jornada con motivo del doctorado honoris causa que le dio la UNAM, el autor de La fiesta del Chivo habló de democracia, dictaduras y narcotráfico en AL

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El escritor Mario Vargas Llosa durante la entrevista del pasado 24 de septiembre con La Jornada, un día después de que la Universidad Nacional Autónoma de México le otorgó el doctorado honoris causa Foto Carlos Cisneros
 
Periódico La Jornada
Viernes 8 de octubre de 2010, p. 8

Un día antes había sido distinguido con el doctorado honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México y, muy complacido, comentó que, ahora sí, ya era puma: por cierto, me explicaron qué significa el goya de la porra universitaria, dijo antes de empezar una plática en torno a temas como la amenaza del retorno del PRI al poder en México, el pensamiento marxista romántico de Noam Chomsky y el desmoronamiento de algunas dictaduras en América Latina.

Aquí, algunos de los momentos que más entusiasmaron a Mario Vargas Llosa durante la entrevista que concedió a este diario hace 14 días, en la ciudad de México.

–Se acerca la época del anuncio de los ganadores de los premios Nobel, don Mario. Usted siempre está en la terna de los candidatos al de Literatura...

–Un escritor no debe hablar de eso.

–Pero, ¿le quita el sueño?

–No, en lo absoluto –responde con amplia sonrisa el autor de La guerra del fin del mundo–. Mire, tengo la suerte de haber recibido muchos premios, y apenas me anunciaron que acaban de darme el Alfonso Reyes, con lo que estoy encantadísimo, porque soy un gran admirador de él. Es un autor que descubrí cuando estaba en el primer año de la universidad, y desde entonces lo he leído y releído. Es una de las grandes plumas de nuestra lengua, uno de los grandes prosistas y, al mismo tiempo, un humanista con curiosidad universal. Fue el maestro de Octavio Paz, quien no se explicaría sin un modelo, un ejemplo como el de Alfonso Reyes, así que recibir este premio es una enorme alegría.

–¿Cómo ve, en general, nuestro mundo?

–Con menos pesimismo que muchas personas. En América Latina aún hay muchas cosas que corregir, por supuesto, pues todavía tenemos dictaduras, pero creo que están en proceso de extinción, de desaparición. Mire usted el caso de Cuba, es muy interesante: está deshaciéndose; literalmente está dando las últimas boqueadas, y tengo la esperanza de que esta dictadura desaparezca y vaya transformándose pacíficamente en un proceso de democratización. Eso hoy en día no se puede excluir, hay una serie de indicios que permiten esperar algo así.

“El caso de Venezuela es también muy interesante. (Hugo) Chávez ha intentado instalar una dictadura, y no ha podido porque en su país hay una resistencia muy plural, tanto de derecha como de izquierda, y una militancia que no permite que avance ese control de la nación. Eso para mí es muy alentador.

“Por otra parte, en América Latina tenemos un fenómeno muy nuevo: una derecha y una izquierda democráticas. Una derecha, por ejemplo en Chile, que gobierna gracias a un triunfo electoral, respetando la democracia, respetando el pluralismo, respetando la crítica.

“Tenemos una izquierda democrática en Brasil, en Uruguay; es interesantísimo, porque están en el poder dirigentes de izquierda que no eran nada democráticos, y hoy en día respetan escrupulosamente la democracia; han rectificado sus políticas económicas radicalmente y alientan la inversión y la empresa privada; no se les ocurriría nacionalizar la economía, que antes era uno de los mitos, y además están teniendo éxitos económicos.

Brasil es un éxito económico extraordinario, y Uruguay está progresando, como hizo Chile con el gobierno de la concertación, siguiendo en economía políticas liberales y, en política, respetando rigurosamente la democracia. Para mí eso es un fenómeno nuevo muy alentador respecto al futuro de América Latina.

–En el caso de México, esas dos fuerzas políticas: la izquierda y la derecha, en lugar de ser contrincantes, digamos, a la buena, son una suerte de enemigos que buscan aniquilarse la una a la otra. Nuestro último proceso electoral fue muy duro.

–Desgraciadamente, las costumbres democráticas en México apenas comienzan a echar raíces, y eso va a tomar tiempo. No se olvide que el país sale de setenta y tantos años de un gobierno dictatorial, de un gobierno que guardaba ciertas formas, pero que era una dictadura que controlaba el poder, que incluso no vacilaba en recurrir a represiones brutales cuando hacía falta, la verdad.

Esa es una tradición muy fuerte que pesa sobre la sociedad mexicana. Hay un cambio muy grande, porque hoy en día México sí es una sociedad abierta donde el derecho de crítica se ejerce de manera muy visible, pero todavía quedan esas intolerancias que las dictaduras suelen producir, y eso crispa mucho el debate político. Con todo, creo que México ha progresado enormemente desde los tiempos de la dictadura perfecta que, felizmente, no era tan perfecta, puntualiza soltando una carcajada.

–Sin embargo, de nuevo vemos al PRI aproximarse al poder.

–Espero que no ocurra así. No deseo que el PRI vuelva a tener el control del poder. Pero tengo la convicción de que si vuelve no será el mismo, no podrá tener ese control absoluto, porque en México, en estos años, las costumbres democráticas han ganado mucho espacio, y no creo que los mexicanos vayan a permitir otra vez esa manipulación de toda la vida pública y política del país por un partido único. Eso está excluido, afortunadamente. Lo que hay que rogar es que ese proceso de democratización continúe y se profundice, porque va a traer enormes beneficios a México.

–En 2000 teníamos muchas ilusiones. Pensamos que la democracia cuajaría pronto.

–Pero no es así, pues. Los fenómenos sociales no ocurren así, no vienen tan rápido.

–Pero, ¿tenemos esperanza?

–Sí, absolutamente.

–Con el problema de la violencia e inseguridad que vive el país, hay mucho pesimismo.

–Porque la violencia que ha traído el narcotráfico es terrible y tiene una cosa espectacular de crueldad, de sadismo, que al mismo tiempo deja a uno paralizado de espanto. Pero hay que dar una batalla que se debe ganar, no se puede perder. Si México la pierde, América Latina entera va a tener que librarla, porque ellos están ahí.

“El narcotráfico es una industria criminal que ha aprovechado la globalización mejor que nadie. Tiene un sistema trasnacional con capacidad para descentralizar y movilizar sus distintas operaciones en el continente, y la violencia que vive México la vamos a empezar a vivir el resto de Latinoamérica si esta plaga no se frena aquí.

“A la larga, la única manera de acabar con la delincuencia asociada al narcotráfico es la descriminalización del consumo de drogas. Afortunadamente, es una idea que va ganando terreno poco a poco.

“Hubo un manifiesto de un grupo presidido por tres ex presidentes (Fernando Henrique Cardoso, César Gaviria y Ernesto Zedillo); yo formo parte también de ese comité: por primera vez, ahí se pide abiertamente la descriminalización de las llamadas drogas blandas. Es la única manera de acabar con el narcotráfico y empezar a invertir esos enormes recursos que hoy se emplean en la represión, en campañas de información, curación y reintegración de los adictos a la sociedad, como se ha hecho con el tabaco, por ejemplo, con tan buenos resultados.

Tendrá que haber un acuerdo entre países productores y consumidores, porque se ha visto que las políticas puramente represivas no dan resultado. Ahí está la prueba.