Cultura
Ver día anteriorSábado 25 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Disquero
El vuelo ascendente de la alondra
Foto
Foto
Foto
Foto
Periódico La Jornada
Sábado 25 de septiembre de 2010, p. a16

He aquí esta historia dentro de una historia antigua acerca de aves, titulada así: Las Aves. Y es un relato breve de antes del comienzo del mundo. De una era en la que no había tierra, no había suelo. Tan sólo aire y aves por doquier.

Pero la cosa estuvo en que no había dónde aterrizar. Porque no había suelo. Así que se la pasaban dando vueltas en círculos, y en círculos, y en círculos. Eso era antes de que el mundo comenzara.

Y era un sonido ensordecedor. El canto de las aves por doquier. Billones y billones y billones de aves.

Y una de esas aves era una alondra y un día murió su padre. Y eso se convirtió en un gran problema porque, ¿qué debían hacer con el cuerpo? No había dónde sepultarlo porque no había tierra.

Y finalmente la alondra encontró una solución. Decidió sepultar a su padre en la parte trasera de su cabeza. Y ese fue el inicio de la memoria. Porque antes de eso nadie tenía la facultad de recordar. Por eso volaban en círculos, todo el tiempo volaban en círculos.

Los párrafos anteriores, el anterior texto, lo escribió Laurie Anderson y es el track octavo, penúltimo, de su nueva obra maestra: Homeland, su nuevo disco luego de nueve años del anterior, Life on a string.

La obra de Laurie Anderson es tan inclasificable como contundente. Su signo distintivo es la belleza, manifestada en su forma mejor: la inteligencia. Su sentido del humor tan exquisito está impregnado desde el título: Homeland: Patria.

Es una dura, exquisita, enternecida crítica al suelo que pisa junto a sus conciudadanos, al aire ensordecedor donde sobrevuelan en círculos las aves, las que sobreviven a la barbarie, las de carne y hueso, y las metálicas meretrices de la guerra, las aeronaves que venden los masters of war.

Como las casualidades no existen, sino las causalidades, en México festejan unos pocos, otros, los menos, se benefician económica y políticamente y los más reflexionan: la patria es justicia social, respeto a los ciudadanos, una justa distribución de la riqueza. Ergo: la patria es lo que no tenemos.

El texto del track 5, Only an expert (al igual que el track 7, Another day in America) es una obra maestra de la parodia política, de la crítica social, del análisis a fondo de una problemática a partir precisamente de la ironía, del juego de la ironía, de burlarse de la idiosincrasia de un pueblo que se cree el number one y cómo esa ideología se personaliza en quienes se dicen libres de culpa y señalan a otros.

Foto

En ese texto, Laurie Anderson denuncia, delata, exhibe a un gobierno que invade países, que tortura personas inocentes, que miente, que entroniza el lucro por el lucro, el odio, que pone lo militar como el método para someter a los demás, legitimarse, pasar a la historia sin darse cuenta que solamente está sumergido en la ignorancia, el fanatismo. El odio.

Pero no solamente es contenido polisémico. No es nada más la entraña dialéctica lo que enaltece el nuevo trabajo artístico de Laurie Anderson, sino precisamente el eje de su estrategia bondadosa: la música: un lenguaje sonoro complejo por sencillo, asequible por elaborado, efectivo por no pretencioso. Fascinante en su deslumbramiento por el mundo y sus misterios.

¿Cuáles son las armas de Laurie Anderson para practicar el bien? Un violín, un teclado electrónico, un sencillo sistema de delays, un poderoso alfabeto: la poesía.

El inicio del disco es un asombro en sí mismo: un vuelo cibernético y encima de las aves de paraíso la voz de Laurie en un sistema vocal tan moderno como arcaico, un dejo prístino y al mismo tiempo opaco, una imprecación más allá de los crepúsculos, más acá de los despertares, que recuerda de manera inevitable el arte primigenio de Lisa Gerrard.

Homeland construye su propio suelo, sus propias aves, su cielo y su patria: su memoria, con una docena de piezas magistrales. Revive a su alter ego: que su esposo, Lou Reed, bautizó como Fenway Bergamont y mediante distorsión electrónica se convierte en voz masculina y mediante sencillo maquillaje es un Charlie Chaplin que se mofa de John McCaine y enaltece a su contraparte: Krusty el payaso.

El disco es producido por Lou Reed. De hecho es un regalo de bodas entrambos: se casaron hace apenas unos meses luego de vivir juntos 13 años. Juntos hicieron el disco así: Laurie tenía ya ¡un millón! de tomas de sonido en el estudio de grabación y no sabía qué hacer con ellas, hasta que Lou Reed encontró una solución –igualito que en su cuento zen de la alondra en el inicio de los tiempos– y así, juntos, crearon la memoria.

Y crearon entonces la belleza.