Opinión
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Cien años de la UNAM
Un mismo destino
L

a actual Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), heredera de la Real y Pontificia Universidad de México que fue fundada en 1551, festeja su primer centenario. Nació el 22 de septiembre de 1910, gracias a los esfuerzos del maestro Justo Sierra. Su escudo y el lema Por mi raza, hablará el espíritu fueron concebidos en 1921 por José Vasconcelos, un hombre genial quien pensaba que la raza cósmica, en la que él creía, estaba destinada a elaborar una nueva cultura, plena de libertad y espiritualidad.

En 1929, siendo presidente de la República Emilio Portes Gil, la Universidad obtuvo su autonomía. El término autonomía no significa extraterritorialidad ni permiso para desobedecer las leyes que nos rigen a todos los mexicanos. Significa que los universitarios pueden realizar sus tareas fundamentales sin amenazas y sin presiones de tipo político o ideológico.

La universidad debe ser un espacio siempre abierto al diálogo y a la circulación de las ideas. El diálogo, que surgió en Grecia hace miles de años es, según Borges, el hecho capital de la Historia. El escritor argentino sabía que la discusión es el no imposible camino para llegar a una verdad. Los universitarios tienen que estar abiertos a todas las creencias e ideologías y tienen que aprender a conversar con espíritu crítico, en ese territorio de libertad y tolerancia que es la universidad. No se trata de persuadir o ser persuadido, no se trata de ganar o perder. “Para dialogar,/ –aconsejaba Machado– preguntad primero;/ después... escuchad”. También lo recuerdo así: Para dialogar,/ escuchad primero;/ luego... meditar.

En 1968 nació el llamado movimiento estudiantil como respuesta al autoritarismo presidencial. La historia, como todos sabemos, terminó mal; pero la sangre derramada en Tlatelolco sirvió para abrirle las puertas a la democracia.

Nuestra máxima casa de estudios también vivió momentos difíciles en 1986 y en 1999-2000 (nueve meses terribles). Por fortuna esos tiempos han pasado y hoy la Universidad funciona en un clima de paz.

En los pasados 60 años la UNAM dio asilo a infinidad de profesores que llegaron a México desde España, Centro y Sudamérica y otros países que sufrieron atroces dictaduras. En su nuevo hogar estos hermanos exiliados pudieron rehacer su vida profesional y contribuir con su trabajo a la grandeza de nuestra alma mater.

Es necesario que el gobierno aumente el presupuesto que dedica a la educación superior. La razón es muy sencilla: la universidad pública promueve la superación personal de sus estudiantes y, por tanto, la movilidad social que contribuye a la estabilidad política y a la gobernabilidad. Las desigualdades sociales sólo pueden generar envidias y violencia.

Las universidades no deben ser fábricas de profesionistas carentes de formación cívica y, consecuentemente, desprovistos de conciencia social. El título universitario no debe usarse como patente de corso para alcanzar el enriquecimiento, y la labor educativa no debe estar orientada a propósitos mercantilistas, sobre todo cuando hemos aprendido que los mercados no tienen escrúpulos.

Los auténticos universitarios deben mirar hacia el pasado (para entenderlo), reflexionar sobre el presente y pensar hacia el futuro si quieren contribuir al desarrollo de una patria más justa. Desde luego, también se necesita que piensen en los problemas internos de la propia Universidad para tratar de encontrarles solución.

La UNAM y México, un mismo destino: Por mi raza hablará el espíritu.