Editorial
Ver día anteriorViernes 24 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Medio Oriente: de los dichos a los hechos
E

n su discurso ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, llamó al gobierno de Israel a prolongar la moratoria para la construcción de asentamientos judíos en los territorios ocupados de Cisjordania –que vence el próximo domingo–, con el propósito de mejorar la atmósfera para las negociaciones entre israelíes y palestinos. Asimismo, confió en que cuando volvamos a reunirnos aquí, el año que viene, podamos tener ya un acuerdo que derive en un nuevo miembro de la ONU: una Palestina independiente, soberana y que viva en paz con Israel. En la misma alocución, el mandatario insistió en que la puerta de la diplomacia sigue abierta para el gobierno de Irán, pero advirtió que éste tendrá que demostrar el uso pacífico de su programa nuclear.

Las palabras del mandatario revisten aspectos positivos, como la reivindicación de algunos de los puntos más avanzados de su agenda política internacional para Medio Oriente. En lo que toca al añejo conflicto en el antiguo protectorado británico en Levante, el discurso pronunciado ayer por Obama ante la Asamblea General de la ONU es relevante, pues nunca un gobernante estadunidense había empleado ese foro para promover la creación de un Estado palestino.

Con todo, el llamado de Obama es sólo un primer paso –insuficiente, por lo demás– para hacer posible la negociación de paz en la región, en la que deberá acordarse, guste o no a Tel Aviv, el fin de las políticas de transformación demográfica que el Estado judío practica en la Jerusalén oriental y en Cisjordania, y el desmantelamiento de todos los enclaves israelíes ilegalmente construidos en tierras árabes en las pasadas cuatro décadas.

Adicionalmente, está por verse si la administración Obama será capaz de aplicar las medidas de presión política y económica correspondientes para contener el espíritu colonialista y belicista que caracteriza al gobierno encabezado Benjamin Netanyahu y para poner un alto a la impunidad con la que se ha conducido desde siempre el régimen israelí. Significativamente, mientras Obama hablaba, la delegación de Tel Aviv se ausentó del salón de sesiones y, ayer mismo, el gobierno de Israel tildó de parcial y politizado el informe elaborado por una comisión de la ONU sobre la masacre perpetrada contra la tripulación de la Flotilla de la Libertad, que el pasado 31 de marzo intentó ingresar con ayuda humanitaria a la franja de Gaza. Semejante actitud es una consecuencia de los amplios márgenes de maniobra que Washington y sus aliados occidentales han dado al régimen israelí para cometer delitos diversos, no sólo contra los palestinos, sin que ello le acarree consecuencias negativas.

Por otra parte, el llamado de Obama a la comunidad internacional para colaborar por la paz en Medio Oriente quedará como una simple muestra de buenas intenciones, en el mejor de los casos, o como un acto de simulación, en el peor, en la medida en que no se pongan en marcha acciones para reparar el daño sufrido por los palestinos por las agresiones israelíes. Un punto de partida obligado a este respecto es el cese del injerencismo de Occidente en los asuntos internos de los palestinos, el reconocimiento de sus autoridades democráticamente electas –sean de Al Fatah, de Hamas o de cualquier otra fracción– y la devolución de las tierras arrebatadas a partir de 1948, o el pago de las indemnizaciones correspondientes a los expulsados.

Con respecto a las advertencias dirigidas al gobierno iraní, no tendrán sustento en la medida en que Washington y la propia ONU no pongan fin a su característica doble moral hacia la proliferación de armas nucleares –denunciada ayer mismo por el presidente Mahmud Ahmadinejad–, uno de cuyos principales beneficiarios ha sido precisamente Israel, nación que posee, según la información disponible, el único arsenal atómico de la región.

En suma, para hacer efectivos sus deseos de una paz duradera en Medio Oriente y sus llamados a reducir las tensiones con el gobierno de Teherán, Obama deberá pasar de las palabras a los hechos.