Política
Ver día anteriorSábado 18 de septiembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

La activista sinaloense señala que la guerra de Calderón contra el narco siempre estuvo perdida

Víctima de acoso militar, Mercedes Murillo advierte: si la siguiente soy yo, ni modo

Férrea crítica del fuero castrense y de los abusos de soldados, su caso fue llevado a Ginebra y París

Foto
Mercedes Murillo Monge, activista de 74 años que resiste el hostigamiento de militares ante su defensa de los derechos humanos, en entrevista con La JornadaFoto Manuel Ortiz
 
Periódico La Jornada
Sábado 18 de septiembre de 2010, p. 9

El vigor y el compromiso social han permitido a la activista Mercedes Murillo Monge sobrevivir al acoso y hostigamiento militar que ha padecido en los últimos años debido a su defensa de las garantías fundamentales.

Su caso fue denunciado esta semana en Ginebra y París dentro del informe anual del Observatorio para la Protección de los Defensores de Derechos Humanos, de la Organización Mundial contra la Tortura y la Federación Internacional de Derechos Humanos.

La perseverancia del testimonio, título del documento, señala que doña Meche, como la conocen en Culiacán, donde fundó el Centro Cívico Sinaloense, fue víctima de actos de hostigamiento e intimidación por el Ejército. El texto sostiene que México mantuvo fuera de sus prioridades una política de derechos humanos, y que la decisión de Felipe Calderón de mantener las tropas en las calles ha “generado un verdadero Estado militar de facto”.

Más aún, expone: Las torturas, detenciones arbitrarias, desapariciones, homicidios y otras agresiones cometidas por las fuerzas de seguridad no son objeto de investigación por las autoridades civiles competentes, y el uso de la justicia militar para juzgar los abusos cometidos por los militares ha contribuido a mantener la impunidad.

El caso de doña Meche es ilustrativo de la endémica impunidad militar. Ella afronta con entereza el peligro en que vive. Es una mujer valiente, decidida a continuar su particular lucha contra los abusos de los militares en esta guerra contra el narco emprendida por Felipe Calderón, que ha cobrado la vida de más de 28 mil personas.

Vital a sus 74 años, habla de manera enérgica alrededor de una mesa con una docena de comensales. Alza su voz contra la violencia que afecta a todos los ciudadanos; cuenta las experiencias dramáticas de las víctimas frente a las desapariciones y narra el acoso militar que padecen en México los defensores de derechos humanos: El Frente Cívico lo fundó un sacerdote. Si no lo hago por Dios, no lo puedo hacer por nadie. Es un compromiso seguir en esto, y si la siguiente soy yo, pues ni modo.

En entrevista con La Jornada, recuerda que fueron el Centro Cívico Sinaloense, el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez y Fundar los primeros en llevar una demanda ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación para exigir el fin del fuero militar: “los ministros nos dieron palo, pero quedó el antecedente.Algún día tendrán que someter a los soldados a la justicia civil. Calderón tiene que regresar el Ejército a sus cuarteles y retirarlo de la calle forzosamente. Esta guerra no dio resultado. Es un fracaso.

Pelotón de fusilamiento

El Frente Cívico Sinaloense fue fundado también por el abogado activista Ricardo Murillo, hermano de doña Meche, al que asesinaron hace tres años a consecuencia de su defensa de los derechos humanos. Un crimen que continúa impune. Recientemente intentaron matar a Salomón Monárez, activista de la misma agrupación, a quien dejaron herido con tres balazos. En ambos delitos, “el modus operandi apunta hacia el Ejército”.

Pese al precedente, las amenazas y la persecución constantes, doña Meche ha continuado la quijotesca labor en favor de las garantías individuales, pero el acoso no cesa. Los militares han allanado su domicilio, la han encañonado como si fuera una delincuente y se ha enfrentado incluso a una especie de pelotón de fusilamiento, en noviembre del año pasado.

A las 12:10 de la noche tocaron a la puerta de mi casa –cuenta aún con la indignación en el cuerpo–. “Yo pregunté: ¿Quién es? Y ellos me dijeron: Ejército Nacional. Tenían una hora preparando el asalto. Estaban arriba de los techos y de los árboles apuntando a mi domicilio. Cuando salgo, exactamente vi la foto del pelotón de fusilamiento contra Maximiliano; así me tenían a mí: contra la pared, apuntándome. Los rifles de alto poder brillaban a la luz de la luna. Me tuvieron encañonada durante 20 minutos. Me trataron peor que delincuente”.

Cuando doña Meche logró reaccionar de aquel susto, preguntó a las decenas de militares apostados en su casa la razón de aquel asaltó, y uno de ellos le contestó que estaban verificando un domicilio. Yo les dije: el domicilio no se va, aquí va a estar mañana, a las 12 del día, ustedes pueden ver que no se ha ido en más de 50 años. Luego supe que le preguntaron a una vecina si teníamos armas, y la muchacha les dijo que nunca había visto que entráramos a casa con ninguna. Se inventan cosas. Recordemos que nada es casual.

Su caso fue denunciado por Amnistía Internacional. Como un acto intimidatorio, el mes pasado la activista fue citada por el Ministerio Público Militar, lo cual la sorprendió porque ella nunca interpuso denuncia alguna: Me citaron de una manera indebida. Cuando acudí con Manuel Clouthier les pregunté por qué me citaban, les dije: ¿Qué pasa si no vengo? Y uno me contestó: va la tropa por usted. A la víctima la tratan así, la revictimizan.

–¿Cómo se vive la militarización?

– Ahora es un circo. Los soldados nomás andan exhibiéndose por las calles. El problema que tiene Sinaloa, como otros estados de la República, es la militarización. Si queremos que se respeten los derechos humanos, los que tienen que dar el ejemplo son las autoridades, el Ejército. No puede ser que te exijan que te estaciones bien y ves que los choferes castrenses están mal estacionados. Es imposible que los militares hagan lo que no aprendieron. No estudiaron para ser policías ni para ser investigadores.

“Cuando los soldados fueron a mi casa, una señora que iba pasando les preguntó: ¿‘por qué molestan a estas horas a la señora’?, y el soldado le contestó: ‘vieja metiche, ahora le vamos a revisar su carro’. Mi pregunta es: ¿Esa señora, que no sé su nombre, se atrevería otra vez a intervenir por alguien? No es casual lo que está haciendo la policía, llámese AFI, SIEDO, PGR o militar. Lo hacen adrede para que la sociedad no se involucre. Y lo han conseguido. Nadie se quiere meter, hasta que le toca”.

–¿La sociedad ha cedido terreno, ha cedido la calle?

–Cedió la calle, cedió la casa, cedió el mar, cedió el aire… No puede ser. Los ciudadanos deben tener perfectamente bien definido cuáles son sus derechos, y a través de muchísimos años hemos estado tratando de decir al pueblo: tienes obligaciones y derechos. Pero resulta que las obligaciones son con un látigo en la mano. Si no pagas, van y te embargan. Y tus derechos, las autoridades pueden pisotearlos a la hora que quieran.

–¿Y el fuero militar?

–Una aberración. ¿Cuándo piensan suprimirlo? Nunca, porque están protegiendo su derecho a matar.

Con permiso de matar

–¿Cómo ve los asesinatos de niños por militares?

–No es nuevo. En Sinaloa mataron a tres niños, a su mamá y a su tía en la Joya de los Martínez. Ellos no tenían nada que ver con el narcotráfico. Hay una foto muy impresionante, donde se ve un biberón a un lado de los muertos. A los únicos que respeta el Ejército es a los narcotraficantes. Violan los derechos humanos de la gente pobre. El carrito que apenas camina para ir al mar está detenido. Y esas camionetotas, grandotas, preciosas, que hablan solas, en varios idiomas, ésas no las detienen.

–El Ejército no quiere reconocer esos asesinatos…

–No, el Ejército mata y luego paga los gastos. Es gravísimo. Es para comprar el silencio de las personas.

–¿Cómo ve el trabajo del Ejército en las calles, con los retenes?

– En esta época de los celulares, no entendemos cuál es el propósito de los retenes con los que se violan los derechos humanos. Pero ellos llevan un carro adelante, y (avisan) jefe, no se venga por esta carretera, porque hay un retén; váyase por el otro lado. Entonces, ¿para qué ponen retenes con bombo y platillo?, porque tres kilómetros antes sabes que allí está uno.

–¿Cuáles son las principales quejas contra los militares?

–El robo y la violencia. Tenemos muchas denuncias de hurtos cometidos por soldados. Creen que es un botín de guerra. En una ocasión acudimos a un llamado y la señora nos decía: se llevaron mis perfumes originales y me dejaron los falsos. Y el esposo señalaba: Son soldados, pero no tontos.

–¿Y tocamientos libidinosos de los militares?

–También. Por supuesto que a las viejitas no nos revisan, sólo a las jóvenes mamás que van por los niños a la escuela, y adrede las revisan, las tocan. Hemos insistido en que no bajen a las mamás de sus vehículos, pero las hacen descender con un calor de 40 grados, por lo que a las muchachas se les unta el vestido; y si (los soldados) no lo hacen con las manos, lo hacen con los ojos. Se las quieren comer. Creemos que esto tiene que cambiar. Los militares tienen que salir de las calles. Todo debe ser temporal.

“Aquí sufrimos en las colonias populares, donde los campos deportivos están tomados por los soldados, y los muchachos no pueden ir a jugar. No había dónde poner tal cantidad de militares que hemos tenido en Sinaloa (y los llevaron ahí) pero, ¿qué pasó? Están ocurriendo más de 7 homicidios en promedio al día, y los militares no hacen nada. Cuando se comete un crimen en el sur, ellos están en el norte. La pregunta es: ¿a qué vinieron? Ha costado miles de vidas. Y de viudas.

–¿Los militares matan?

–Sí, a gente que no tiene que ver con el narcotráfico. En la Constitución en ninguna parte dice que pueden asesinar a alguien que sea gay, mujeriego, narcotraficante, usurero, pobre, rico, mujer o niño. En Sinaloa se ha perdido la regla no escrita que se tuvo por muchísimos años: que mataban hombres, pero no mujeres, porque son las madres de unos niños. Ahora no, ahora matan hombres, mujeres y niños. Tenemos más mujeres asesinadas en Sinaloa que en Ciudad Juárez. Es impresionante cómo se ha perdido el valor de la vida, y no sabemos qué va a hacer el Estado con las viudas y los huérfanos que tenemos, sobre todo con esta problemática crisis.

–¿Cómo ve la guerra contra el narcotráfico, en la que se usa al Ejército?

–Desde que empezó dijimos que esta guerra no podía ganarla Calderón, porque todos los generales estaban y están divididos: la AFI no quería a la SIEDO, y ésta a la PGR, y la PGR no quiere al Ejército, y el Ejército no quiere a ninguno de ellos. ¿Cómo vas a ganar una guerra cuando todos están divididos, hasta la fecha?

–¿Qué puede hacer el gobierno?

–Es de sabios rectificar. Que digan, con toda honestidad, que ya no nos dio resultado. No podemos seguir con más asesinatos. La sociedad aporta los muertos y ellos están haciéndose publicidad en el extranjero.

–¿Hay un cártel beneficiado frente a los otros?

–Hay muchas leyendas, pero si ahorita llega alguien y nos balea, las autoridades van a decir que pertenecíamos a algún bando. Esa es la realidad, pero como hay tal impunidad. El 30 por ciento de los muertos no tiene nada que ver con el narcotráfico.

–¿Hay un propósito claro para enlodar a las víctimas?

–Sí, porque de esa manera vuelven a matarlas.