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Las embestidas, constantes; reglamentar declaraciones de jerarcas, plantea experto

Autoridades no se atreven a aplicar la ley ante ataques del clero al Estado, acusan
 
Periódico La Jornada
Martes 7 de septiembre de 2010, p. 7

Los ataques de los jerarcas católicos al Estado laico, las instituciones y los gobernantes no son nuevos ni esporádicos, por lo cual algunos han recibido llamadas de atención, pero las autoridades no se atreven a callarlos ni a aplicar la ley, asegura el especialista en religiones Bernardo Barranco.

Hace unas semanas el jefe del Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, demandó civilmente a dos integrantes de la Iglesia católica, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez –quien acusó al mandatario local de maicear a ministros de la Suprema Corte para que fallaran en favor de los matrimonios entre homosexuales y su derecho a adoptar– y el vocero de la arquidiócesis de México, Hugo Valdemar. Analistas han considerado que ésta podría ser la primera ocasión en que se vaya más allá de la llamada de atención.

Pero para Barranco eso está por verse, porque la constante ante las actitudes envalentonadas del clero es que no pase de las escaramuzas mediáticas.

Ni se atreven a callarlos ni a aplicar la ley. Mi postura es que se deje hablar al clero, porque de todas maneras va a protestar, pero que se reglamente.

Pese a la demanda de Ebrard, los jerarcas han continuado con sus ataques. La semana pasada, el obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, calificó el Estado laico de jalada.

No se espera que esas palabras salgan de la boca de un ministro de culto. No es que espante el lenguaje, sino quien lo usa y cómo lo usa; la gente espera tener en los discursos de los ministros de culto un remanso espiritual, no que le lancen uno tipo Polo Polo, criticó Josué Tinoco Amador, profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, quien se pronunció por que Cepeda haga voto de silencio por el bien de todos.

Elio Masferrer, presidente de la Asociación Latinoamericana para el Estudio de las Religiones, indicó que el obispo de Ecatepec habla “como verdulero –con el respeto que éstos merecen–, porque cree que así llega mejor al público que todavía los toma en cuenta, pero también para llamar la atención, porque como tienen los templos vacíos, utilizan los medios para hacerse escuchar”.

Indicó que Onésimo Cepeda es un obispo de contradicciones, pues duerme en Ecatepec, pero tiene su corazón en Las Lomas y habla como tepiteño.

Barranco señaló que existe una simulación que debe terminar, y precisó que actualmente, al menos en el papel, existen “restricciones en el artículo 130 constitucional, la Ley Asociaciones Religiosas y el Cofipe.

Cuando aparecen coyunturas como ésta, en la que un cardenal calumnia, se debe aplicar la ley. Pero hasta ahora nadie se ha atrevido, los ministros constantemente la violan y cuando se les señala dicen que se atenta contra su derecho a la libertad de expresión.

Apuntó que en otros países pueden decir lo que se les antoje; no tienen una ley mordaza que en una democracia moderna no se explica, salvo en México, y se entiende por la historia. En pocos países ha habido guerras fratricidas, como la de Reforma y la cristera, en las que la Iglesia apostó fuerte políticamente y perdió. No es gratuita la restricción.

Los jerarcas han hablado contra el aborto, la eutanasia, los matrimonios homosexuales y las adopciones de niños por éstos, la píldora del día siguiente, los divorcios exprés, las minifaldas y los escotes, entre otros temas.

En octubre de 1987, durante el gobierno de Miguel de la Madrid, el obispo Genaro Alamilla Arteaga fue reconvenido por retar a que se le aplicaran las modificaciones que en diciembre de ese año se aprobaron al artículo 343 del Cofipe.

Alamilla declaró: El 343, qué me lo apliquen. Yo no tengo miedo, al contrario, ¡tienen miedo de aplicármelo!

El 20 de octubre de 1996, durante el gobierno de Ernesto Zedillo, el cardenal Norberto Rivera Carrera aseveró: cuando la autoridad se sale del marco legal desde donde puede y debe gobernar, no hay obligación de tributarle obediencia, y si se opone abiertamente a los derechos humanos fundamentales, entonces hay que negarle la obediencia.

Por lo anterior, fue apercibido por la Subsecretaría de Asuntos Religiosos. Hubo amago de retirar el registro como asociación religiosa a la arquidiócesis. No pasó nada.

En el sexenio de Vicente Fox, otra vez Rivera Carrera habló sobre la relación entre las leyes divinas y civiles, y retomó parte de dicha homilía de 1996.

“La autoridad civil tiene como límites todo aquello que va en contra de los ciudadanos (...) Cuando la autoridad se sale del marco legal desde donde puede y debe gobernar, no hay obligación de tributarle obediencia (...) Pero, ¿y si se opone a los derechos divinos? Ahí está la segunda limitación del poder civil, sancionada por la sentencia de Jesús: ‘Dad a Dios lo que es de Dios’.”

El entonces titular de Gobernación, Carlos María Abascal, lejos de reconvenirlo, lo respaldó y se pronunció por la primacía del derecho natural sobre el positivo.

El 6 de mayo de 2007 Sandoval Íñiguez se lanzó contra el aborto y la eutanasia, y de paso llamó a los perredistas hijos de las tinieblas e instó a los fieles a prepararse, no para una batalla, sino para una guerra. Hubo enojo. Nada ocurrió.

En torno a la minifalda y los escotes, en agosto de 2008, en un artículo del semanario de la Arquidiócesis de México, Desde la Fe, se sugiere a las mujeres no usar ropa provocativa, porque insta al abuso sexual.

Sobre la píldora del día siguiente, en julio de 2005 Rivera Carrera dijo que era un arma para matar niños inocentes, lo cual creó discrepancia con Julio Frenk, entonces secretario de Salud, por autorizarla.