Opinión
Ver día anteriorSábado 21 de agosto de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Infancia y sociedad

Adopciones

S

i la heterosexualidad de los padres fuera garantía de buena crianza y desarrollo mental de los hijos no habría tanta ineptitud y perversión en los políticos, la Iglesia católica no estaría llena de pederastas y no habría tantos niños abandonados, maltratados y explotados.

Cualquier ser humano, independientemente de su orientación sexual, puede desempeñar con éxito el papel de madre o padre si es capaz de generar y ofrecer lo que el doctor Daniel Nares, médico y siquiatra infantil mexicano, bautizó como Amorcilina: estimulación sicoafectiva para crear vínculos amorosos, que son tan importantes como el alimento para sobrevivir y desarrollarse.

El estudio clásico al respecto, realizado en 1946 por el médico sicoanalista René Spitz, demostró con dos grupos de neonatos que recibieron los mismos cuidados higiénicos y nutricionales que el grupo que no recibió estimulación afectiva a través de caricias y palabras presentó el síndrome de depresión anaclítica que, pese a la buena alimentación, puede producir desnutrición, enfermedad y hasta la muerte. En México, el doctor Joaquín Cravioto demostró a su vez que si no fuera por la capacidad afectiva de las madres humildes, el número de niños con desnutrición de tercer grado sería mucho mayor.

Hay que considerar que nuestro país ocupa el segundo lugar de niños huérfanos en América Latina, con 1.6 millones, cifra que seguramente está aumentado con las guerritas de Calderón. De ahí la importancia de promover una cultura de la adopción como parte de los derechos fundamentales de la infancia.

Debemos apoyar adopciones por parejas homo y heterosexuales. Incluso, promover la organización de familias comunitarias formadas por jóvenes capaces de hacerse cargo de niños huérfanos que ya no son muy pequeños y apoyar este modelo con subvenciones del Estado. Porque lo importante es garantizar un microambiente social de amor para todos los menores. Eso sí, puede reducir la delincuencia.

Una buena política de adopciones debe facilitar los trámites, detectar la salud mental y el potencial afectivo de quienes desean adoptar, además de dar seguimiento a cada caso.

La sabiduría popular ha creado la expresión tener poca madre o de plano no tenerla, para identificar a personas que aunque no fueron huérfanos en la infancia y aunque hayan sido criados por padres heterosexuales no pudieron desarrollar la capacidad de amar y respetar al prójimo. Seguramente, porque no recibieron en su niñez dosis suficientes de Amorcilina.