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Jazz

Abbey Lincoln (1930-2010)

L

a madrugada de este 14 de agosto, en su casa de Manhattan y a los 80 años de edad, murió Abbey Lincoln, una de las más grandes cantantes de todos los tiempos, la última gran diva del jazz. Además, destacó como compositora, poeta, actriz y activista social, que luchó desde siempre (y desde su mismo nombre artístico) por los derechos civiles y políticos de los negros en Estados Unidos. Las causas de su muerte no han sido reveladas, aunque la señora estaba muy delicada de salud desde 2007, cuando fue sometida a una operación a corazón abierto.

Su voz fue siempre tan potente y profunda como su personalidad, pero ante todo, ambas, voz y mujer, deslumbraban a todo mundo por la belleza que las enmarcaba. A principios de los años 60, Abbey Lincoln era ya toda una sensación en Broadway y en Hollywood; la elegancia de su estilo y las líneas de su rostro y su cuerpo, arrancaban emociones, suspiros y hasta ridículos sobrenombres, como La Marilyn Monroe negra.

Ella cantaba… con una fuerza muy especial, vibrante, fresca, con dulce agresividad, con amplios registros que nunca echaban mano de cabriolas o destellos de aparador (había sido calificada también como la heredera de Billie Holiday, y esto ya no sonaba tan disparatado). Así, sus fraseos, inmaculados (déjenme emocionar), se hacían poesía, se extendían o entrecortaban a su antojo para cantarnos y contarnos historias de denuncia y compromiso, o bien para celebrar la vida y hasta para sumergirse en el tan manoseado y gastado (aunque nunca estéril) tema del amor.

Si hubiera alguien que todavía no logra identificar a la señora Lincoln, puede echar un vistazo al inicio de la película Drugstore cowboy. Ahí, el director Gus van Sant utiliza la voz en off de Abbey cantando For All We Know, mientras corren los créditos sobre un Matt Dillon acostado, pacheco y pensativo.

Pero Abbey estelarizó también algunas cintas, entre las que destacan Nothing But a Man, valiente y lúcido filme de Michael Roemer, rodado en 1964, en pleno apogeo del movimiento contra el racismo gringo, y For Love of Ivy (presentada por acá como Un hombre para Ivy), al lado del célebre Sidney Poitier. Pero vayamos a la música.

Abbey Lincoln fue bautizada como Anne Marie Wooldridge. Nació el 6 de agosto de 1930 en Chicago, Illinois (fue la décima de una familia de 12 hermanos), pero creció en el área rural de Michigan. A los 19 años se fue a Los Angeles con la inamovible idea de dedicarse a la música. Para entonces, cantaba en diferentes foros, hacía televisión y su nombre de batalla era Gaby Lee.

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Abbey Lincoln, en septiembre de 2005, durante una actuación en Nueva York, a beneficio de los afectados por el huracán KatrinaFoto Ap

En 1958 conoció a Benny Carter, quien produjo su primer disco, ya como Abbey Lincoln. Desde entonces su carrera musical dio un giro radical; ganó en intensidad y en claridad de rutas, pero igual se volvió parte intrínseca de un compromiso de vida. En 1960 grabó un disco seminal para la historia del jazz y de la cultura del riesgo: We Insist!-Freedom Now Suite, al lado del baterista Max Roach, con quien estuvo casada de 1962 a 1970. La idea de que los jazzistas vivían en un mundo aparte, alejados de la realidad inmediata, se iba por tierra.

Después de esto, la militancia social fue ininterrumpida, se hizo evidente su africanismo y su politización, pero sin descuidar un solo instante su principal plataforma, su factura artística, su voz, su música, que nunca guardaba un estilo fijo y seguro, desplazándose con naturalidad entre un blues, una balada o la estridencia de un experimento vocal. Así cantó durante años al lado de figuras como Sonny Rollins, Eric Dolphy, Coleman Hawkins, Jackie McLean, Clark Terry, Stanley Turrentine, Wynton Kelly, Cedar Walton, Joe Lovano, Pat Metheny, Ron Carter, Miles Davis, Stan Getz, Mal Waldron y Archie Shepp. Con este último tuvo un álbum magistral titulado Painted Lady.

En 1980, después de un marcado e inexplicable periodo en la sombra, Abbey regresó y grabó Throw it Away, y a ritmo de blues resurgió de entre su propia leyenda; sus contemporáneos la ovacionaron emocionados y las nuevas generaciones de jazzófilos se sorprendieron al descubrir su presencia y su voz. El retorno fue todo un éxito y volvió a grabar discos tan importanes como The World Is Falling Down (1990), Devil’s Got Your Tongue (1993), A Turtle’s Dream (1995) y Who Used to Dance (1996).

Todavía en 2002 se presentaba en foros tan importantes como el Blue Note o el Lincoln Center, agotando las localidades. En 2003 fue homenajeada por el Fondo Nacional de las Artes de su país, que le otorgó Jazz Masters Award. Su último disco, Abbey Sings Abbey, lo grabó en 2007, poco antes de que el corazón empezara a perder el ritmo. Descanse en jazz.