Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de agosto de 2010 Num: 806

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Filosofía y poesía
ANTONIO CICERO

B. Traven en Tampico
ORLANDO ORTIZ

La propuesta narrativa de Agustín Fernández Mallo
JORGE GUDIÑO

Elvis cumplió setenta y cinco
ALEJANDRO MICHELENA

Génova 2001: la marcha de los desobedientes
MATTEO DEAN

Metrópolis: la recuperación y sus metáforas
ESTHER ANDRADI

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Jorge Moch
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Despeñadero obrero

El Estado mexicano alguna vez tuvo, aunque sometido a formas sublimadas de cacicazgo, interés en el bienestar de las mayorías. Hubo gobiernos –el más notable fue el de Lázaro Cárdenas– con vena socialista. Pero claro que entonces no había tele privada ni duopolio prevaricador. Tuvo entonces la clase obrera impulso (o momentos menos malos) en su devenir histórico. Pero desde que se empoderó la derecha neoliberal, en parte con la operación propagandística de la televisión, los movimientos obreros han enfrentado la tradicional resistencia patronal a la reivindicación de sus derechos corregida y aumentada. No solamente siguen existiendo líderes sindicales corruptos empeñados en socavar las conquistas obreras, sino que, solapada por una gruesa cortina de humo, oropel y brillantina en los medios, opera una proterva mafia política aliada a intereses privados en los organismos federales que en teoría fueron creados para proteger a los trabajadores. Allí la nefasta gestión en la Secretaría del Trabajo de Javier Alarcón y sus tufos de golpeador, o los arteros dardos lanzados a las pensiones desde la Corte. Si bien hay algunos empresarios con ética social, ha prevalecido la represión mediando a veces la seguridad pública como grupo de choque hasta la desaparición forzada –crimen de Estado al que los gobiernos mexicanos han sido siempre tan aficionados–, de líderes sociales, sindicales, comunitarios y campesinos. La injusticia persiste desde el ocultamiento de responsabilidad patronal y búsqueda de chivos expiatorios, hasta la indigna escaramuza legaloide con que escatimar la indemnización a quien resulta damnificado porque un desempeño gerencial cuentachiles le significó tragedia personal, discapacidad o desamparo. Allí redivivas historias para vergüenza de una sociedad que hace mucho dejó de cuestionar a gobernantes corruptos y empresarios déspotas –porque la conciencia pública la ganaron los medios masivos ligados a la oligarquía que mucho han hecho por pasmar la integridad colectiva–, como el derrumbe de una mina en Pasta de Conchos; los saldos añejos de una tragedia como la de Anaversa en Córdoba; las golpizas en Cananea, los asesinatos en San Juan Copala, y encima la ominosa sombra de una atípica guerra civil que es, a pesar de los golpes de efecto, una brutal colección de muertos que no ha servido para mayor cosa, en términos de narcotráfico, más que para crear un verdadero río revuelto de aguas puercas.


Ilustración de Juan Gabriel Puga

Nada se dice ya, aunque brevemente haya estado al aire, de las innobles condiciones en que plantas maquiladoras –algunas de origen sudcoreano– contratan a obreras mexicanas para sus líneas de producción, del trato indigno al que son sometidas esas mujeres si, por ejemplo, se embarazan. Los empresarios voraces, siempre dispuestos a pagar el salario más raquítico que la ley permita y obtener en cambio la mayor utilidad a pesar de la ley misma, encuentran en lugar del Estado regulador al compinche ideal, monstruoso laberinto, donde se fraguan sufrimiento y crimen pero siempre con fachadas enjalbegadas y la corbata puesta. Se usa a paramilitares y uniformados para intimidar a gente pobre pero digna, que no quiere someterse en redil a los “intereses superiores” que convierten su comunidad en mano de obra barata, sus bosques en erial, porque alguien, muchas veces extranjero, se babea cuando revisa los ceros de su chequera en contubernio con sus socios mexicanos y vendepatrias; porque han descubierto en tierra de pobres y por eso desechables, uranio, litio, oro, petróleo, cualquiera de esas porquerías por las que se mea de placer el progreso, y al progreso lo mueve la voluntad de los poderosos, y la voluntad se baña en dinero y así todo mundo queda contento, y al que no queda contento se lo desaparece y ya está, vualá, abracadabra: nada por aquí, nada por allá: un resort playero, una maquiladora, una mina, una gusanera de tuberías donde se ordeñen polímeros al petróleo, emporios que nunca habrán de tener propietarios ni directivos indígenas ni mandos salidos de los campesinos de la región, y sin embargo van a contaminar el agua, van a volver infecunda la tierra con residuos venenosos y tala inmoderada, van a ensuciar el aire que circunda los cerros, pero sobre todo van a llenar con carretonadas de dinero la panza sin fondo del mercachifle global y sus alecuijes oligarcas, esos poquitos en aras de cuya inmensa riqueza se sacrifica aquello que alguna vez, hace mucho, fue prioridad y justificación existencial del Estado: el bienestar público.