Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de agosto de 2010 Num: 806

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Filosofía y poesía
ANTONIO CICERO

B. Traven en Tampico
ORLANDO ORTIZ

La propuesta narrativa de Agustín Fernández Mallo
JORGE GUDIÑO

Elvis cumplió setenta y cinco
ALEJANDRO MICHELENA

Génova 2001: la marcha de los desobedientes
MATTEO DEAN

Metrópolis: la recuperación y sus metáforas
ESTHER ANDRADI

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Enrique López Aguilar
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El instante abierto (II Y ÚLTIMA)

El instante que cuento y fotografía lograron abrir mediante la concentración de sus recursos expresivos (pocos personajes y espacios, un tiempo interno reducido, un solo núcleo anecdótico…), tensión de la forma (para propiciar la intensidad del contenido y evitar el despilfarro de los recursos expresivos), brevedad (condición de la intensidad), eficacia (como formas breves, deben ser inolvidables por la concisión de sus significados: hermanados con el soneto, la fotografía y el cuento deben ser maquinarias precisas). Por eso se oponen al carácter extenso, al lujoso despilfarro de recursos y a la nivelación por amplitud del mural, la novela, la sinfonía, la ópera y el cine, para acercarse a la aparente ligereza de la acuarela y al vértigo del momento musical.

De establecerse una serie dicotómica para entender a la fotografía y al cuento en contraste con otras formas artísticas, se caracterizarían por lo intenso contra lo extenso, por el peso del instante contra el volumen de la historia, por la fragmentación contra la amplitud, por la levedad contra la pesadez: ambos representan la expresión estética de la quiebra de los sistemas iniciados desde antes del Renacimiento.

El cuento y la fotografía cristalizaron muchas perplejidades contemporáneas, no obstante la capacidad de transformación de otras formas como la novela y la sinfonía: debería ubicarse la condición exacta de su influencia en las modificaciones técnicas de la novela y en los trabajos realistas del óleo que se transformaron en el impresionismo, aparte de las suscitadas por el lenguaje cinematográfico.

Terminada la visión sistemática y totalizadora presente en otros momentos del arte, las nuevas modalidades artísticas exhibieron la insuficiencia de los sistemas largamente cocinados (Aristóteles, Santo Tomás y Hegel, por mencionar sólo a algunos de los más densos y voluminosos) y abordaron el principio de las incertidumbres: el cuento y la fotografía anunciaron la crisis de géneros y formas cuya alarma se irradió con el énfasis de las vanguardias (a su vez, representación estética de las crisis históricas, sociales e ideológicas del mundo contemporáneo).

El cuento y la fotografía representan con más certeza las búsquedas y dudas de los últimos doscientos años, pero el público ha seguido prefiriendo las “seguridades” de la novela, el cine y la pintura por razones de costumbre, identificación y mercado. Como fueron una “versión” en prosa y en imagen de la intensidad poética y exigen más del lector que pretenda abandonar la pasividad de las explicaciones confortables, aún se encuentran frente al reto de conquistar la convicción de un amplio sector del público que considera que lo literario es la novela, que lo plástico es la pintura.

A partir del cuento y la fotografía hay una coincidencia con el fin del artista como profeta: el creador sólo propone estéticamente sus perplejidades para ofrecer una forma al lector, preparándolo para una interpretación personal de las mismas, pues éste debe completar lo que el autor considera indecible, impenetrable o indescifrable, sobre todo cuando deja de asumir la actitud medieval del pontífice para volverse un compañero de camino: el tiempo y la obra se abren para no volver a cerrarse en explicaciones categóricas.

La crisis contemporánea ha puesto a prueba la capacidad de interpretación del espectador común, en tanto que lo ha tomado por sorpresa la caída de esquemas de referencia que parecían muy seguros y ha trastornado sus expectativas, confirmando la condición catastrofista de todo milenarismo. Lo que le ha quedado al ciudadano medio, respecto a la historia reciente, es un sentimiento de incertidumbre, no obstante la información de los mass media, y una falta de asideros que ha generado desconfianza en los modelos tradicionales.

Después de los hechos recientes, el lector de la realidad intuye la ruptura de sus certezas, misma que se traduce en la desorganización de aquello que, desde el punto de vista histórico, político y social, parecía ordenado. Esa fragmentación del mundo da la razón a los postulados del cuento y la fotografía: el hombre percibe instantes y fragmentos desconcertantes que se vuelven absolutos para su subjetividad, pero exigen una reinterpretación más amplia, procedimiento intelectual que es propio del lector activo. El cuento y la fotografía, desde su desconfianza por toda definición “sistemática”, han abierto, no el campo de las explicaciones tranquilizadoras, sino el camino para entender las fisuras y escepticismos de la conciencia moderna.