Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 15 de agosto de 2010 Num: 806

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Filosofía y poesía
ANTONIO CICERO

B. Traven en Tampico
ORLANDO ORTIZ

La propuesta narrativa de Agustín Fernández Mallo
JORGE GUDIÑO

Elvis cumplió setenta y cinco
ALEJANDRO MICHELENA

Génova 2001: la marcha de los desobedientes
MATTEO DEAN

Metrópolis: la recuperación y sus metáforas
ESTHER ANDRADI

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

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LUIS TOVAR

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A Lápiz
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Juan Domingo Argüelles

Poesía y abuso de poder

El poeta que, a la vez, tiene un alto cargo político debe saber (y lo sabe) que la poesía no es un escudo contra el abuso del poder. La historia no miente.

Mao Tsetung creía que, además de guerrero y líder de masas, era poeta. Cuando no estaba combatiendo y dando órdenes, escribía cosas como las siguientes: “Nubes de invierno grávidas de nieve, hilachas blancas que vuelan,/ marchitas las mil flores, muy pocas quedan./ Olas de frío barren impetuosas el alto cielo,/ un suave, cálido aliento la tierra exhala./ Siempre los héroes ahuyentan tigres y leopardos,/ jamás el valiente se amilana ante el oso./ La flor del ciruelo ama la nieve que inunda el espacio;/ que se mueran de frío las moscas, nada tiene de extraño.”

Los poemas de Mao no son malos, no podríamos decir que están mal escritos. Pero les falta algo para ser buenos: la autenticidad de la poesía. Les falta la distancia frente al poder, la distancia del poder real, por supuesto: ese poder que está más cerca de la represión sistemática y el terror como forma de gobierno que del lirismo al momento de observar la flor del ciruelo.


Mao Tsetung

Desde luego, no hay en los poemas de Mao el arrepentimiento por haber detentado el poder, como sí lo hay en Tu Fu (713-770), que por lo demás nunca fue realmente poderoso, sino que ocupó un cargo inferior en la corte de Ming Huang, gobernante que no era precisamente un dechado de virtud. Sin embargo Tu Fu es sincero, y es poeta, cuando escribe: “Con arreglo a los/ cánones de su ser, todas las/ criaturas persiguen la felicidad./ ¿Por qué dejé que una carrera/ oficial me desviara de mi meta?”

Tu Fu escribe: “El sauce de mi vecino mueve sus/ frágiles ramas con la gracia de una/ muchacha de quince años./ Yo estoy triste porque esta mañana/ el vendaval ha roto su rama más larga.” Tu Fu era un auténtico poeta, metido por necesidad en la burocracia. Mao, en cambio, no era poeta; era un hombre de poder, que quería imitar la buena poesía, por nostalgia de humanidad. Tu Fu estaba en su medio cuando escribía poesía y fuera de su ambiente cuando estaba en la burocracia. Mao estaba en su medio cuando guiaba a las multitudes y ejercía el poder, y fuera de su ambiente cuando escribía: “Entre sombras crepusculares, un pino vigoroso,/ nubes revueltas que desfilan, ligeras pero apacibles./ En la Gruta de los Anacoretas la naturaleza se supera,/ infinitos encantos hospedan las enriscadas cumbres.”

En la poesía mexicana hay también una historia de abuso de poder, cuyo protagonista es ni más ni menos que el rey Nezahualcóyotl (1402-1472), el máximo poeta del México antiguo. La historia, en general, presenta a Nezahualcóyotl como un hombre justo y sabio, soberano de Tezcoco que gobernó con sensatez y sensibilidad de artista. Pero Fernando de Alva Ixtlilxóchitl refiere algo que Miguel León-Portilla retoma en uno de los capítulos de sus Trece poetas del mundo azteca: el referido a Cuacuauhtzin (mediados del siglo XV), otro poeta gobernante, menor en este caso porque regía los destinos políticos del señorío de Tepechpan, tributario del reino de Tezcoco donde el mandamás era Nezahualcóyotl.

Lo que cuenta la historia es que, estando de visita en la casa de Cuacuauhtzin, Nezahualcóyotl quedó sumamente impresionado con la belleza de la adolescente princesa Azcalxochitzin, prometida de Cuacuauhtzin. Alva Ixtlilxóchitl explica que el señor de Tepechpan “criaba a esta señora para tomar estado con ella y ser su mujer legítima y hasta entonces no la había gozado por no tener edad para el efecto.”

Alva Ixtlilxóchitl afirma que cuando Nezahualcóyotl vio a Azcalxochitzin, “disimulando lo mejor que pudo su pasión, se despidió de este señor y se fue a su corte, en donde dio orden con todo el secreto del mundo de mandar quitar la vida a Cuacuauhtzin”, para quedarse con la adolescente.

Y así sucedió. Cuacuauhtzin recibió la orden de ir a combatir contra los tlaxcaltecas, y dos capitanes tezcocanos lo pusieron en el lugar más peligroso. “Huelga entrar en detalles acerca del desenlace –dice León-Portilla. Cuacuauhtzin pereció en la guerra. Su muerte, según el Códice de Tepechpan, fue en un año 3-Caña, 1443. Nezahualcóyotl pudo realizar entonces sus deseos e hizo suya a la princesa Azcalxochitzin, de quien habría de nacer el más famoso de sus hijos, Nezahualpilli.”

Fue la acción humana más baja y el más grave abuso de poder que cometió Nezahualcóyotl, según refiere la historia. Ello prueba que la poesía salva al poeta cuando éste ostenta el poder.