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Enrique Serna logra el equilibrio con un difícil trabajo estilístico en La sangre erguida

En la literatura erótica o se cae en un exceso de metaforización o en el porno

Hay tal afán en convertir el desempeño sexual en cuestión de honor que muchos acaban en una cárcel patológica, considera el autor de la tragicomedia publicada por Seix Barral

 
Periódico La Jornada
Lunes 2 de agosto de 2010, p. a12

Lo primero que hay que hacer para hablar de sexo en una novela es vencer el miedo al ridículo, porque es un sentimiento muy paralizante, no sólo en la literatura, sino en la vida, afirma Enrique Serna (DF, 1959) a propósito de su nuevo libro La sangre erguida (Seix Barral).

El relato es, dicen los editores, un himno a la obscenidad, pero también un manifiesto romántico, en el cual el autor explora un misterio: por qué la naturaleza nos privó del control del pene es una de las interrogantes más importantes de la condición humana y del amor, añade.

En charla con La Jornada, el escritor describe a uno de los personajes de su relato: Ferrán Miralles, “condenado a la infelicidad e insatisfacción precisamente por miedo al ridículo después de tener una fallida experiencia sexual el día que quiso perder la virginidad.

“Es un tema que muy pocos escritores han tratado, porque los varones nos hemos impuesto una autocensura que se ve también en los conciliábulos de los grupos de hombres que se reúnen en una cantina, donde todos presumen de sus conquistas, fanfarronean, muchos inventan, pero nadie tiene jamás la sinceridad de decir que tiene problemas de erección.

Hay una presión y un afán de convertir el rendimiento sexual y la virilidad en cuestión de honor, pues existe siempre un tipo de tribunal masculino que presiona con el ridículo, con el desprestigio. Eso es causa de que muchos hombres acaben metidos en una cárcel patológica.

En lugar de escribir un ensayo sobre estos temas que desde hace tiempo rondan en su mente, Serna decidió hacer una tragicomedia erótica, donde tres personajes tienen relaciones conflictivas por distintos motivos y relacionadas con sus penes.

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La experiencia sexual fallida es un tema que pocos escritores han tratado, afirmó Serna en entrevistaFoto Yazmín Ortega Cortés

De todas las obras anteriores del narrador (Señorita México, Uno soñaba que era rey, Ángeles del abismo, El seductor de la patria, El orgasmógrafo y Fruta verde), en las cuales había incluido sólo algunos pasajes eróticos, esta es la que aborda totalmente el género.

Escribir literatura erótica es muy difícil, explica, “porque hay el peligro de caer en los extremos, en un exceso de metaforización, de querer mostrar como acto sublime la entrega amorosa o el sexo, o un exceso de obscenidad, demasiada crudeza, y entonces caer ya en los terrenos del porno.

“Es difícil guardar un buen equilibro entre esos dos extremos. Hay escritores que lo han logrado de manera extraordinaria, como Henry Miller. Él podía partir de la obscenidad para hacer maravillosas disertaciones filosóficas. O Cortázar, quien además es un teórico de la literatura erótica. Decía que estaba en contra del erotismo peludo, se refería al erotismo duro y obsceno.

“Pero también es verdad algo que dice Woody Allen: el sexo es sucio sólo cuando se hace bien. Entonces, quien prescinda de la parte animal y obscena del sexo también está falseando las cosas. Por eso cada escritor se debe orientar de acuerdo con su intuición. Para mí, tratar de llegar a ese equilibrio fue uno de los trabajos estilísticos más difíciles de la novela.

La sangre erguida tiene una depuración estilística muy trabajada. Hay que hilar más delgado. El género me atrae mucho, pese a que sé que es menos comercial que la novela histórica, por lo menos en México, que por lo del bicentenario se ha puesto muy de moda.”