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Hoy todo está en ruinas por la pésima administración, asegura

Viesca: los aportes de Spota al boxeo los arruinó Herrera

El ex juez pide ser tomado en cuenta por respeto a su experiencia

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De 87 años, Pedro Viesca casi ya no oye pero está en plenitud de facultadesFoto Juan Manuel Vázquez
 
Periódico La Jornada
Sábado 24 de julio de 2010, p. a18

No oye. Pero ve. Esa vista que presume Pedro Viesca ha mirado de cerca la historia del boxeo mexicano. Peleador durante la década de los 40, después réferi, luego juez. Setenta años dedicado a un deporte que vio florecer durante la gestión del escritor Luis Spota en la Comisión de Boxeo capitalino.

Hoy –lamenta– todo eso está en ruinas por la pésima administración de Rafael Herrera, un ex campeón que no sabe lo que tiene. Apenas si puede escuchar, pero no le gusta lo que observa.

Tiene 87 años y, salvo la sordera que obliga a sus interlocutores a hablarle casi a gritos, don Pedro Viesca está en plenitud de sus otras facultades. Es meticuloso. No descuida ningún detalle de su apariencia: el traje azul marino va perfecto con la corbata; los zapatos de charol lucen impecables. Y si la luz del día se lo permite, aún conduce su Fairmont 78, que no es por nada, pero parece salido de agencia.

No obstante, lo que mejor le funciona es la máquina de la memoria. Por eso le duele recordar cómo un hombre que no sabía nada de pugilismo construyó tanto para este deporte y un ex boxeador no ha aportado nada por el gremio.

Spota ni siquiera quería estar al frente de la comisión, recuerda Viesca, pero fue nombrado por el presidente de la República, Adolfo López Mateos, en 1959. Cuando recibió la noticia no hubo festejos.

“¡Ya me chingaron! –dicen que exclamó el escritor–. No sé nada de eso ni me interesa esa chingadera”. Por disciplina institucional aceptó y de inmediato se enfrentó a un mundo sórdido y en absoluto desamparo.

Ni servicio médico había

Los boxeadores carecían de la protección más elemental –explica Viesca–. No sólo no tenían servicio médico, sino que algunos ni siquiera sabían leer y escribir y estaban a merced de la voracidad de mánagers y promotores.

En un documento que entregó a la comisión el 10 de junio de 2009, Viesca destaca aportes de la administración que presidió Spota.

Hay que ver lo que queda, dice don Pedro, porque la comisión capitalina ha estado a merced de los intereses de un grupo de personas con intereses económicos poco transparentes. Se convirtió –opina– en un organismo débil que sólo obedece a intereses del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y no vela por los peleadores.

Enseguida menciona que el mejor ejemplo de este sometimiento es la abundancia de títulos que llama balines y que considera que sólo benefician al CMB: Cada semana se dan seis o siete cinturones de esos, pero los campeonatos nacionales, ésos, están olvidados.

Mientras, repasa una tarjeta ajada repleta de esos presuntos títulos sin valor: NABO, NABA, Fedecentro, IBA, Fecarbox, NABF, USBO, Cabofe y Unibox. “Yo sé que para el boxeador y para el público pueden resultar un estímulo, pero no valen nada.

“¿Dónde queda el dinero que reciben por expedir licencias a peleadores –se pregunta retóricamente– por los permisos, por autorizar las funciones y campeonatos en la ciudad de México?

Eso nadie lo sabe porque a nadie le reportan, afirma.

Don Pedro Viesca aún forma parte de la comisión capitalina, aunque hace tiempo ya no solicitan sus servicios como juez en los combates. Aunque no pasa apuros económicos, pide que lo tomen en cuenta, por respeto a su experiencia, como oficial de boxeo.

No pido trabajo por necesidad, dice con aplomo, sino porque exijo mi derecho a trabajar por todos los años que llevo en esto.

No ignora que por sus 87 años de edad o por su discapacidad auditiva –lleva un aparato ortopédico en el oído izquierdo– argumentarán que ya no puede trabajar, pero él tiene otra impresión de sí mismo. Eso no importa, porque tengo todo lo que necesita un juez: buenos ojos y experiencia. Con eso, asegura, es capaz de ver, y casi sentir, los golpes para hacer bien ese trabajo.

Hace medio siglo llegó un hombre que no sabía nada de boxeo a la comisión y Pedro Viesca escuchaba perfectamente. Hoy, casi sordo, ya no quiere ver lo que quedó en el presente.