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True Blood y Crepúsculo desatan legiones de seguidores con comercio y reglas de culto

Nutrida por cintas y best sellers, en NY crece moda de vampiros

Antes de la limpieza de Giuliani, la ciudad era peligrosa pero fascinante, lamentan seguidores

Estas criaturas, adoradas por adolescentes y adultos, son una comunidad superior: investigador

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No se trata de monstruos; son personas inmortales, más bellas que los individuos comunes, afirman adeptos neoyorquinosFoto Archivo
 
Periódico La Jornada
Domingo 18 de julio de 2010, p. 7

Nueva York, 17 de julio. Adora el ajo, bebe sangre dos o tres veces al mes y asegura haber muerto en un accidente de tren en 1892: la modelo y actriz Seregon O’Dalley es una vampiresa de Nueva York.

Pero no es la única. La moda de vampiros crece en Estados Unidos, alimentada por la serie televisiva True Blood –que ya transmite la tercera temporada– y los best sellers Crepúsculo y Diarios de un vampiro.

El fenómeno se ha convertido casi en religión. Cuenta con reglas, ministros, reuniones secretas y fiestas. Es una mina de oro para editoriales y productores de cine o televisión.

El próximo baile de vampiros está previsto en Filadelfia el 31 de julio, convocado por Patrick Rogers, que organiza tres o cuatro por año y espera la asistencia de cientos de adeptos.

Esta especie de secta tiene cada vez más afiliados, adolescentes fanáticos de Stephenie Meyer, de 36 años de edad y autor de Crepúsculo, pero también muchos adultos convertidos a la causa por Ann Rice, la escritora que lanzó a la fama en 1976 a la criatura adulta moderna y despojada de sus orígenes europeos, en Entrevista con el vampiro.

Se trata del sucesor del conde Drácula, el famoso muerto-vivo, oriundo de Transilvania y condenado, a fines del siglo XIX, por Bram Stoker a errar eternamente, sediento de sangre.

Usos y costumbres

Los vampiros se dan cita en reuniones estructuradas en jerarquías secretas, ciertos lugares y cursos. Nos reunimos para hablar de la situación, explica Seregon O’Dalley, entrevistada en New Jersey, en su departamento de cortinas oscuras –estos personajes temen a la luz del día– y decorado con gárgolas y murciélagos que lo protegen. Ya no mordemos los cuellos; ahora todo es consensuado, asegura.

Los vampiros me fascinan desde la infancia, cuenta Joaquín Latina, que dice tener 2 mil 744 años, aunque su pasaporte sólo documenta que son 35.

Latina no sólo ha devorado la literatura existente sobre el tema; tampoco se pierde ningún episodio de True Blood, que, como muchos adultos, considera muy superior a Crepúsculo.

“Crepúsculo esta destinada a adolescentes en crisis”, estima Seregon O’Dalley.

Los vampiros no son monstruos; son personas inmortales más bellas que el individuo común, señala Latina. Representan un ideal oscuro y elegante de humanidad, agrega.

Sin embargo, considera que la vida se complicó para los vampiros desde que el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani limpió la ciudad de delincuentes, prostitutas y otras criaturas que la volvían peligrosa pero fascinante, afirma.

Nueva York se convirtió en una ciudad demasiado tranquila y segura, deplora.

La cultura vampiro está instalada desde hace tiempo, opina Robert Thompson, sociólogo y profesor de cultura contemporánea de la Universidad de Syracuse.

Es una imagen a la vez oscura y atractiva; muy erótica, los vampiros son bellos; contrariamente a los monstruos, tienen poderes, y todo eso los distingue de los demás como comunidad misteriosa y superior, agrega.

Antes de asistir a la fiesta en Filadelfia, los vampiros pueden conseguir el vestuario adecuado en la tienda Vampire Freaks del East Vilage y mandarse hacer colmillos de resina a la medida en Tom, por 138 dólares.

Los interesados también pueden optar por un tour en Central Park con John Seward, de 155 años de edad y médico de una clínica siquiátrica en Drácula.

Seward estima entre 4 mil y 5 mil la cantidad de vampiros de Nueva York y muestra a los turistas los túneles y cementerios de donde emergen al caer la noche.