Opinión
Ver día anteriorViernes 16 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Penultimátum

La Juana de Arcas

D

urante seis años, y hasta que fue liberada hace dos, una enorme foto de Ingrid Betancourt colgó del balcón central de la alcaldía de París. Era una forma de recordar que estaba secuestrada, en poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), igual que decenas más de personas. Dos días después de su liberación se fue a París, donde el presidente Sarkozy la recibió con honores. Luego inició una gira mundial para recibir premios y reconocimientos. Aunque en un principio aseguró que su regreso a la vida normal se debía al ejército de su país, pronto rectificó: estaba libre gracias a un milagro de la virgen, al rosario que diario le rezaba. Esta columna sugirió entonces que el gobierno mexicano acudiera a la virgen, sin precisar advocación, para ganar la guerra contra la delincuencia organizada. No fuimos escuchados y miles de muertos engrosan la lista negra de la presente administración.

En tanto, los compañeros de cautiverio de Ingrid pronto mostraron en libros y entrevistas la otra cara de la moneda de la Juana de Arco del Siglo XXI. No era el mejor ejemplo de militante política, de prácticas democráticas, tampoco la mujer solidaria con sus compañeros de tragedia, sino una autoritaria, intrigante y de trato difícil. Por su parte, sus medio paisanos colombianos reclamaban el olvido en que los tenía y su oportunismo. De remate, su ex esposo abonó más a la imagen negativa de la heroína al publicar un libro explicando su relación marital, el proceso de divorcio y el comportamiento poco edificante de la luchadora ejemplar.

Luego de corto silencio Ingrid regresó a los medios con su libro de memorias que espera sirva de guión para una película. También reapareció en Bogotá para celebrar los dos años del milagro mariano. Y para algo mucho más importante: exigir que el Estado colombiano la indemnice con 8.5 millones de dólares por los daños que le causaron a ella y a su familia los años que pasó en manos de las FARC. Era un pago simbólico porque, explicó, el gobierno de ese país no le brindó la protección necesaria para evitar su secuestro ni hizo todo lo que estaba a su alcance para liberarla.

No tuvo que ir lejos por la respuesta: a ella oficialmente se le advirtió de los peligros que corría por adentrarse en una zona con influencia guerrillera; cómo asumió las consecuencias de lo que le pudiera pasar por su intrépida actitud, que tan caro pagó. Esta exigencia monetaria levantó la indignación unánime de los colombianos y obligó a recular a la hoy llamada Juana de Arcas; a decir, por boca de sus abogados, que la habían malinterpretado.

En Francia, donde ella cuenta hasta con guardias de seguridad, también el rechazo es general y cuando el presidente Sarkozy pasa por un mal momento.

A Ingrid le urge otro milagro de la virgencita.