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Blake: operador de la derrota del PAN en Baja California
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l domingo 4 de julio, César Nava hacía cuentas alegres y en medio de los anuncios de los resultados de los procesos electorales, incluía a Baja California como un estado donde habían ganado las cinco presidencias municipales y la mayoría de la representación en el Congreso de la entidad. La euforia de la dirigencia nacional no era compartida por la dirigencia local que, incrédula en los números adversos, no atinaba a digerir el tamaño del descalabro que el voto de quienes fueron a sufragar le había propinado. Como castillo de naipes se derrumbaba el imperio de componendas y mal gobierno que durante 21 años había ejercido sobre los bajacalifornianos.

Atrás quedaba la parafernalia electoral que en 1989 con Ernesto Ruffo había prometido el cambio como fórmula mágica para acceder en forma automática al paraíso que sería Baja California sin los priístas en el poder. Arropados en un ejercicio abusivo del poder, cimentado en realizar negocios desde el gobierno, y en la incapacidad de la oposición para convertirse en opción de poder, los panistas convirtieron a Baja California en un feudo donde no sólo reprodujeron los viejos vicios del PRI, sino que le añadieron un conjunto de artimañas, vicios y prácticas fraudulentas, ante una oposición impávida y desarticulada.

Baja California, de ser uno de los estados con mayor participación electoral a principios de los años 90, pasó a tener los mayores índices de abstención. Esta circunstancia se había constituido como el escenario adecuado para que mediante los procesos de movilización tan criticados –pero tan socorridos, de los beneficiarios de los programas sociales– los panistas garantizaran para su causa un número importante de votantes que, junto a su voto duro, le brindara la diferencia necesaria para superar a sus adversarios.

Previamente a cada campaña, mediante la utilización facciosa de recursos públicos, se desataban campañas mediáticas ostentosas, para crear una percepción ciudadana de que todo estaba bien. Dichas campañas competían con las noticias sobre ajusticiamientos, balaceras y el propio deterioro social. Sin embargo cumplían su propósito al impactar en los sectores que requería el PAN para ganar las elecciones.

Junto a ello, el control de los órganos electorales se convirtió en una práctica cotidiana de los gobiernos panistas. Campaña tras campaña, los grupos de poder, legal e ilegal, contribuían con grandes sumas de dinero para apoyar a los candidatos del PAN. Los topes de campaña siempre fueron una vacilada.

Teniendo como preocupación el control de las variables que intervienen en los procesos electorales, los gobiernos panistas se olvidaron de las promesas de cambio y se dedicaron a la milonga, al enriquecimiento ilícito y a mezclar en forma descarada los negocios privados con la función pública. Nepotismo, corrupción, dejadez e incompetencia son características que han brotado como pus en estos 21 años de gobiernos panistas.

Una de las acciones que dibujan el tipo de gobierno que realizaron los panistas es haber convertido a Baja California en el sótano de máquinas de Estados Unidos, al permitir la instalación de plantas de generación de energía eléctrica de exportación y de la terminal de gas natural licuado en Ensenada, cuyos productos tienen como finalidad abastecer los estados de Arizona y California, en detrimento del ambiente y de la seguridad de los bajacalifornianos. Para evitar especulaciones, el anterior secretario de Gobierno es ahora empleado de la trasnacional Sempra Energy.

Al proceso electoral de este año, llegaron como si fuera solo un trámite para seguir ejerciendo a plenitud el poder, como lo venían haciendo desde hacía más de dos décadas. En las elecciones internas ganaron los candidatos que el propio Felipe Calderón impuso, lastimando a sectores que dentro del PAN venían luchando por ser candidatos en la contienda. Con criterios de viejos hacendados impusieron en Rosarito a un candidato alejado de los habitantes de ese lugar y al igual que en muchos estados de la República el responsable de las directrices de las campañas de los candidatos del partido en el gobierno, recayó en el secretario general de Gobierno, José Francisco Blake, flamante secretario de Gobernación y operador de la derrota del PAN en Baja California. La única virtud conocida a dicho personaje es su cercanía con Calderón, por lo demás sus limitaciones son tan evidentes como públicas. Qué manera de rebajar el lugar que un tiempo ocupó Jesús Reyes Heroles, sólo por decir un nombre.

Acostumbrado a lo de siempre, el PAN practicó las campañas de la tierra arrasada, publicidad desbordante, difusión intensa de la obra de gobierno en concordancia con los espots de los candidatos albiazules. Saturación de espacios físicos con anuncios publicitarios, dinero a manos llenas para la movilización, ante una campaña discreta del PRI, coordinada por cuadros experimentados de ese partido; en cuanto a recursos para las campañas, no hubo punto de comparación. Nada relevante ofrecieron las campañas del PRI, más bien se dedicaron a construir su estructura electoral y a ofrecer un conjunto de propuestas modestas o de poca trascendencia. El PRI no les ganó, la ciudadanía los botó. Los panistas se tropezaron solos con las cubetas de un poder desgastado por el mal ejercicio.

Las encuestas de medios locales a menos de una semana anunciaban resultados apretados, lo cual era un signo de alarma para los panistas, pero confiaban en la movilización de los beneficiarios de los programas sociales. Lo que nunca detectaron fue que el malestar ciudadano ya había decidido en forma silenciosa poner freno a sus abusos y tropelías. El domingo 4 de julio, los bajacalifornianos le cobraron la factura a los malos gobiernos panistas de la entidad. El balón ahora está en la cancha del PRI, del cual depende hacer un buen gobierno al lado de la gente y de sus causas y necesidades, o repetir las frivolidades del gobierno de Hank, que le costaron la derrota de 2007. La moneda está en el aire.

Lo inverosímil es que el operador de esta derrota vergonzante es el nuevo secretario de Gobernación. Por ello pienso que lo único serio en México es la lucha libre.