Opinión
Ver día anteriorMartes 6 de julio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Soulages en el Museo de Ciudad de México
M

argo Glantz, escritora, avanzó ya algunos comentarios en esta sección sobre la nutrida retrospectiva del pintor que a sus 90 años sigue en activo practicando la modalidad autre noir (pudiera traducirse como más allá del negro), en obras de gran formato que funcionan como objetos o muros, por lo que los implementos museográficos en estas secciones requieren que aparezcan suspendidos con objeto de que manifiesten esa capacidad de modificar espacios que les es propia.

De acuerdo con la iluminación que guardan, hay secciones que aparecen en relieve, o bien que brillan en la oscuridad, como si fueran esmaltes, contrastando con las zonas mate.

Otros artistas, como Hans Hartung, (1904-1989), Ad Reinhardt (1913-1967), Rothko (1903-1970) en la Capilla de Houston, Franz Kline (1910-1962) y Beatriz Zamora en México han explorado las posibilidades del no color identificado con lo tenebroso.

En Soulages no hay tenebra, aunque en un artículo (que se expone junto con otros documentos), publicado en Francia, se le denomina el príncipe de las artes tenebrosas. Más bien, de cierto momento a la fecha hace gala de una actitud diríase que científica e incluso industrial hacia el pigmento, y se sabe que ha mantenido comunicación frecuente con matemáticos, físicos y biólogos buscando depuración, sobriedad, y una cierta austeridad.

El propósito es abolir toda idea de representación en favor de la objetualidad. Los ritmos y las directrices que asume alcanzan su máximo en la zona alargada totalmente pintada de negro, en la que el pigmento supuestamente acromático ofrece tonos fríos o calientes, luminosos o mate, intensos o desleídos. Se logró una ejemplar museografía.

En etapas anteriores su aproximación es lírica, gestual, vecina a la de los expresionistas abstractos, quizá con coincidencias que evocan incluso a Robert Motherwell.

La exposición, proveniente del Centro Pompidou, ofrece todos los pasos de su trayectoria, empezando con una serie de dibujos que son más bien expresiones sígnicas, fechados en 1947, inspirados algunos en caligrafías orientales.

A instancias de Fernando Gamboa, quien guardó amistad con él, Soulages presentó exposición individual en 1976 integrada con dibujos, grabados, algunas pinturas y esculturas en el Museo de Arte Moderno. Dicha muestra previamente se presentó en Dakar, ciudad africana que fue dominio colonial francés.

De modo que la negritud es elemento simbólico en este pintor que no busca conscientemente el símbolo.

Pudiera ser que la sección más atractiva, o al menos así me lo parece, sea la integrada por obras de mediano formato que en su momento (finales de los años 50 y los 60) se encontraron asimiladas a la llamada Escuela de París –que no fue ninguna escuela– a la que pertenecieron Tal Coat, Poliakoff, Estéve y otros pintores antologados en su momento por Jean Cassou.

Estas obras no son monocromáticas, sino claroscuristas, la luz en forma de ráfagas se cuela a través de intersticios. En ellas sí hay superposición de planos anteroposteriores, uso de veladuras, recursos propios de la pintura-pintura, como el manejo de un blanco ensuciado, ya que el blanco total sólo aparece en las obras sobre papel en las que lo deja respirar. Entre las mejores piezas hay dos que provienen de colecciones mexicanas: una pertenece a los Reyero y otra fue adquisición de Rufino Tamayo para la colección que alberga el Museo de Bellas Arttes.

Algunas obras provienen de museos estadunidenses, como el de Pittsburg, por ejemplo, o el Carnegie. También figuran entre las mejores.

La opción del autre noir, declara el pintor, proclive a expresarse por escrito o verbalmente sobre su propia obra, fue producto de una revelación que se antoja de carácter epifánico: trató de apresar la realidad de un solo golpe y transportarla casi de inmediato a las telas en el menor tiempo posible. Eso, afirma, le toma unos minutos, en realidad no se trata de minutos, sino de trabajo sesión única, motivo por el que las piezas están fechadas anotando el mes y el día en el que se produjeron. No ostentan títulos y eso se debe a que éstos pueden actuar como disparaderos, situación que va en contra de su postura que en conjunto corresponde a una evolución en la que los recursos pictoricistas van eliminándose en vías de mostrar los modos de ejecutar.

Los espacios remozados del museo lucen realmente espléndidos. En colaboración con la embajada de Francia, la directora Carla Faesler coordinó un libro-catálogo que hasta donde sé todavía no está disponible.