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El pintor británico mantiene un diálogo franco con sus maestros

Por primera vez muestran obra de Turner en el Museo del Prado

Contrastan sus lienzos con cuadros de Claudio de Lorena, Rembrandt, Canaletto y Tiziano

Jamás se cansó de medir su talento con el de sus precursores, dice el experto David Solkin

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Tres de los cuadros incluidos en la exposición de Joseph Mallard William Turner, que reúne 80 obras y se inauguró el pasado 22 de junio. Turner y los maestros permanecerá en la pinacoteca madrileña hasta el 19 de septiembre
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 6 de julio de 2010, p. 7

Madrid, 5 de julio. El pintor británico Joseph Mallard William Turner (1775-1851) fue un artista singular y obsesivo con la perfección y el refinamiento más logrado del trazo y la emoción.

Un hecho que confirma esa descripción es cuando se empeñó en pintar una tormenta de nieve y pidió a unos marineros que lo ataran al mástil más alto del barco para contemplar desde el cielo el que suponía era uno de los espectáculos más sublimes y volcánicos de la naturaleza.

Así permaneció cuatro horas, en estado de trance y, cuando reaccionó y lo reanimaron los mismos pescadores que lo habían subido al mástil, no sabía si estaba vivo o muerto.

Cuando se dio cuenta de que estaba vivo, de inmediato se recuperó y fue a su estudio para pintar uno de sus cuadros más poderosos e importantes, titulado Temporal de nieve.

Turner, uno de los paisajistas más admirados y enigmáticos del siglo XIX, singular por su forma de pintar la luz y su sombra, se expone por primera vez en el Museo del Prado, contrastado con sus maestros, esos pintores como Claudio de Lorena, Rembrandt, Canaletto, Tiziano y Rubens, quienes tuvieron marcada influencia en su obra.

Se trata de la exposición Turner y los maestros inaugurada el pasado 22 de junio y que concluirá el 19 de septiembre.

Obras de Watteau y Rubens

La exposición incluye 80 obras reunidas ex profeso por tres de los principales museos del mundo: la Tate Britain, de Londres; el Louvre, de París, y esa pinacoteca madrileña.

Se pone de manifiesto cómo se inspiró Turner en sus maestros antiguos para aspirar a la perfección de los paisajes, con lo que se dio un diálogo frontal entre las obras más relevantes del artista, las de los maestros de otras épocas y la suya propia.

En el Museo del Prado se incluyen algunas novedades respecto de las muestras de Londres y París, como Sombra y oscuridad: la tarde del Diluvio; Luz y color (la teoría de Goethe): la mañana siguiente al Diluvio y Paz: entierro en el mar, tres obras maestras que el pintor británico realizó en las postrimerías de su carrera.

Además, la obra Puerto con el embarque de la reina de Saba (1648), de Claudio de Lorena, con la que Turner afirmó haber llorado la primera vez que lo contempló, porque jamás sería capaz de pintar nada parecido.

También destaca como singularidad del Prado la exposición del cuadro Los placeres del baile, un homenaje a Jean-Antoine Watteau y una novedad que no ha estado presente en ninguna de las sedes anteriores, además de una serie de óleos de su etapa final.

En cuanto a las obras de otros pintores incluidas en la exposición, merecen especial mención también algunas nunca expuestas en España, como Muchacha en la ventana, de Rembrandt, y el cuadro de Watteau, así como los importantes lienzos de Claudio de Lorena y Pedro Pablo Rubens Puerto con el embarque de Santa Úrsula y Paisaje con una carreta al atardecer.

Asimismo se presenta por primera vez en el Museo del Prado Un barco inglés en un temporal tratando de ganar barlovento, precisamente el cuadro que llevó a Turner a atarse al mástil para realizar su lienzo de la tormenta de nieve.

Imaginería desafiante

El crítico y comisario David Solkin explicó durante la presentación de la muestra las razones de exponer al paisajista inglés junto a sus maestros, además de que así se explica mejor por qué se le considera, a su pesar, uno de los fundadores del expresionismo.

Ningún artista puede ejercer su arte sin enfrentarse al arte del pasado, pero en el caso de Turner el enfrentamiento fue inusitadamente público, complicado y largo. Jamás, durante toda su carrera, se cansó de medir su talento con el de los precursores que más admiraba, ni de dramatizar abiertamente sus intentos de hacerlo, al tiempo que dedicaba cada vez más energías a idear formas propias y desafiantemente innovadoras de imaginería pictórica moderna.