Sociedad y Justicia
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No hay nada que celebrar, refrendaba uno de los uniformados

Operativo policiaco disuelve intentos de festejo en el Ángel de la Independencia
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de junio de 2010, p. 42

Esta vez no hubo ni ánimo para congregarse ni libertad para ir al Ángel de la Independencia. Centenares de granaderos, policías, patrulleros, motociclistas vigilaban y sobrerreaccionaban al grito de un patriota despistado que osara lanzar un ¡México!, así fuera nada más por la pura nostalgia de que el sueño terminó.

Cuando los policías superan con creces a los celebrantes, es signo de que no hay nada que festejar. Desde que se supo que México iría contra Argentina a decidir su destino en la Copa del Mundo, con realismo clarividente, la policía abortó cualquier festejo y anunció que no admitiría congregación alguna en torno al monumento.

Ayer se cumplió la advertencia. Al frente del desmesurado operativo de la policía capitalina un uniformado, radio en mano, confirma que no habrá espacio alguno para reunirse porque no hay nada que celebrar. “Luego esto es puro vandalismo –asegura–, y eso no se va a tolerar.”

Le han confirmado que un grupo de aficionados que pretendía llegar al lugar había sido dispersado en las inmediaciones de El Caballito. Otros que buscaban alcanzar el tradicional sitio para la celebración o lamento del rumbo de la selección nacional también han sido disuadidos de dejar de lado tan osado deseo.

Así se hizo. El Ángel de la Independencia sólo estaba ocupado por centenares de policías y otros tantos fotógrafos, camarógrafos, reporteros.

Tampoco los vendedores ambulantes eran bien vistos por la policía en las inmediaciones del monumento. Antonio, vendedor de productos adecuados para el festejo, guarda sus banderas. Sólo pudo vender una desde que llegó al Ángel. Experimentado en esto de la venta en la calle, sabe que mercancía como la que trae resiente, como ninguna otra, la oferta y la demanda de una afición cilindreada por la venta de esperanzas que proyectan a todas horas la radio y la televisión, hasta que la tradición y la decepción nos alcanza, como siempre.

“¡Llévesela! La estaba dando a 220 pero se la dejo en 170. Es del Chícharo”, remata, aunque él trae una de las Chivas, por si acaso.

Esta vez la derrota fue tan contundente que parecía contra natura cualquier grito reivindicador de un patriotismo futbolero frente a la derrota ante Argentina. A pesar de ello, había quienes, con timidez, desafiaban el ánimo y el despliegue policiaco, que reaccionaba apenas detectaba la reunión de una decena de aficionados y potenciales desestabilizadores de la tranquilidad.

Uno a uno los brotes de nacionalismo fueron ahogados por la policía. ¡Vamos, retírense de aquí!, se les gritaba al tiempo que eran avasallados.

Cuatro argentinas descienden de un carro casi en la lateral de Reforma para desahogar su euforia, toda una osadía que no les auguraba mas que ser correteadas y recibir algunos empellones.

Cerca de las cinco de la tarde el último grupo reacio en retirarse es avasallado por el cuerpo de granaderos que, escudos en mano, dejan al lado cualquier forma diplomática para sofocar los ánimos.

Así transcurrió una tarde futbolera. Es hora de volver a la pesadilla de las decenas de muertos cada día, escándalos políticos y la economía en picada. La tregua terminó.