Opinión
Ver día anteriorMiércoles 16 de junio de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Isocronías

Circunstanciales

D

os de los tres sonetos que presento hoy a la indulgencia del lector, son muy recientes. El de enmedio tendrá ocho meses, mas –poco en cantidad, mucho en sentido– se corrigió hace unos días. Son pues temporalmente cercanos y pueden ser mirados como, creo, versos de circunstancia, no obstante sus distintos orígenes. El primero nace de una fotografía publicada en estas páginas por cortesía de Miguel Salmón e intenta ser un mínimo homenaje al músico retratado, Omar Hernández-Hidalgo. El segundo cumple un encargo para un proyecto que finalmente no se concretó. Sé o imagino que en tiempos de fiesta futbolera no causará, por decirlo de manera suave, entusiasmo, y que expuesto en un museo con otros textos y obra plástica, la idea original, pudiera ofrecer un probable contraste y enriquecer así la diversidad de la muestra. Nació de otra fotografía, ésta a color. El último, más personal, empezó como un ensueño lírico y terminó diciendo sin querer algo que me temo mejor quedaría en prosa.

Retrato de hombre con viola: Algo casual, aunque andas bien vestido/ y peinado, te ves en esa foto/ en la que sin embargo algo se ha roto/ y nada de su sitio se ha movido.// Sopla un aire de viola estremecido/ en la tanta quietud, ahora lo noto,/ un aire que no se oye y anda herido/ pero calla por ti, de ti devoto.// Alegre no te miras, sí contento/ y relajado y de reojo atento/ al pulirse la luz en tu instrumento.// Y el arco, que tus manos entretiene,/ frota la oscuridad de lo que viene…/ Y el tiempo en ese instante se detiene.

Futbolista bajo la lluvia: Soy esta soledad en este equipo/ que solo está contra la lluvia toda,/ soy esta soledad que se acomoda/ a ser la soledad sin logotipo.// Mi corazón no sabe de la lluvia/ pero mi camiseta está mojada,/ mi corazón no sabe casi nada,/ ni lo que mira mi mirada rubia.// El equipo contrario nada importa,/ no es contrario, es afín, aunque compita/ contra nosotros once, sus iguales.// Y la lluvia sin fin se precipita/ sobre el vano combate, y me transporta/ a un tiempo y un lugar universales.

Espada sumergida: Mi voz no es ya mi voz, es una espada/ cayendo por la luz líquida y fría/ de un lago virginal que a mediodía/ me sabe a amanecer, a madrugada.// Me sabe, nada más, a casi nada/ o a nada, pero aquella nada mía/ cuyo latir helaba y me decía/ desde antes de nacer esta tonada.// ¿Llega a fondo mi voz, toca lo oscuro/ de la arena que agita, resplandece/ en el lecho que le abre su lugar?// Soterrado su brillo arde más puro,/ deja de batallar, se lo merece,/ por quienes no agradecen su cantar.