Opinión
Ver día anteriorLunes 31 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Toros
La flojedad de Aparicio
L

a llamada feria de San Isidro en Madrid considerada por muchos la que consagra toros y toreros fue este año un positivo fracaso. Su repercusión estuvo dada por la dramática (espeluznante le han llamado algunos) cornada sufrida en el cuello por el torero Julio Aparicio que lo puso al borde de la muerte.

Este fracaso debe traer dentro algo muy serio y que invita a la reflexión. No sólo la pérdida de la casta de los toros. O la falta de oficio y la técnica de los toreros para encontrarles la distancia justa para torear a los bureles y parar, templar y mandarlos. En ocasiones auténticos inválidos pese a su impresionante catadura.

En la misma forma valdría la pena analizar el entusiasmo transmitido por algunos toros y toreros y su significado para la cultura de los países que realizan corridas de toros.

Aparte de España; Francia, México, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador…

Ese entusiasmo que era pasión torera que transmitía Julio Aparicio en la tarde de la cornada, en la que unía el más exquisito sensualismo a la melancolía. Ese entusiasmo que le corría por las venas la semana trágica en que en un quehacer torero excepcional salía del coso francés de Nimes en medio de una apoteosis torera. El mismo que le llevaba a encontrar el ritmo del toro, la plaza y su latir, cuando sobrevino la cornada.

Un toreo gitano lleno de negras sombras. La negrura de su torear, como el mar que recoge los lamentos de la marea. En que cada lance era más acabado, más hondo, más abismal. Lentamente lo negro y la flojedad de su toreo se unían y se extendían por el ruedo, ¿será esa flojedad de su torear que era ritmo corporal interno la que le impidió levantarse rápidamente del ruedo al ser tropezado por los cuartos traseros del toro y salir del peligro?