Opinión
Ver día anteriorLunes 24 de mayo de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Visita de contrastes
L

a visita del presidente Felipe Calderón a Estados Unidos recibió una discreta cobertura por la prensa estadunidense, tal vez porque otros actos domésticos son más relevantes para el público de ese país o quizá porque México ha perdido paulatinamente el lugar estratégico que tuvo en el pasado para los políticos de esa nación y que otros países latinoamericanos, como Brasil e inclusive Venezuela, han ocupado.

El Presidente de México culminó su visita con un discurso en el Congreso y fue ovacionado por los legisladores al unísono cuando se refirió a la lucha contra el narcotráfico. Agradeció la ayuda que Estados Unidos ha dado en esa batalla, y pidió que se amplíe el apoyo recibido. Los congresistas han aprobado con algunas reservas la lucha que el gobierno de México da contra el narcotráfico, pero dudan de su eficacia. Lo que no dicen es cómo atacar el problema de fondo: el consumo y su criminalización. Tampoco se atreven a proponer la legalización de algunas drogas, cuestión que se menciona cada vez con más insistencia como necesaria para detener el crimen que se deriva de su comercio. Por otro lado, los legisladores extienden acuse de recibo del problema que para México representa el trasiego de armas, pero se niegan a aprobar una ley que restrinja su venta indiscriminada, argumentando que es un derecho constitucional inalienable.

Cuando el Presidente mexicano criticó la controvertida ley Arizona, la bancada demócrata lo ovacionó mientras los republicanos guardaron un elocuente silencio. Al final del acto varios le reprocharon entrometerse en asuntos que sólo a los estadunidenses corresponde resolver y se preguntaron cuál sería la respuesta de los legisladores mexicanos si el mandatario estadunidense en una visita a México criticara al gobierno por la violación de los derechos humanos contra aquellos que intentan llegar a territorio mexicano por su frontera sur. Tanto en México como en Estados Unidos hay quienes opinan que Calderón fue imprudente al manifestarse en un asunto que corresponde sólo a los estadunidenses decidir. Para algunos fue una defensa valerosa de los migrantes, para otros solamente un desplante publicitario. Ya se verá el efecto de esas declaraciones cuando se discuta la reforma migratoria.

La guardia de honor que Calderón montó antes de su retorno a México ante la tumba del Soldado Desconocido llamó la atención porque en ese lugar, además de estar sepultados soldados mexicano-estadunidenses, también están los de quienes participaron en las invasiones de Estados Unidos a nuestro país. Ni modo, la historia es necia y ni los libros de la Secretaría de Educación Pública pueden cambiarla.